Crisis, lenguaje y realidad

Crisis, lenguaje y realidad

el VIII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo: "El lenguaje de la crisis" ha reunido durante dos días en San Millán de la Cogolla a periodistas, economistas y lingüistas para analizar las relaciones que se establecen entre la realidad que estamos viviendo y las palabras con las que se denomina; entre la crisis y en cómo nos referimos a ella.

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No siempre en situaciones de riesgo somos audaces. Otro tanto le ocurre al lenguaje. No pocas veces, si vislumbra dificultades, se cierra, se obsesiona, se reduce, se limita emocional y temáticamente, pierde horizonte y confunde el realismo con la mirada plana, febril y asustadiza que se cierne sobre sí misma, que no puede ni pensar ni decir otra cosa que el constante repetir de lo igual. Y considera pragmatismo y eficacia a una proximidad excesiva, la de una distancia que impide ver. Y entonces cree estar cerca y ya sabérselas todas. Y de tanto tener que ver con lo que hay que ver, ya ni ve. Y el lenguaje en lugar de hacer florecer pretende dominar.

Con estas palabras comenzaba el pasado 16 de mayo el catedrático de metafísica y exministro de Cultura Ángel Gabilondo su discurso inaugural del VIII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo: "El lenguaje de la crisis".

Este encuentro, organizado por la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) y la Fundación San Millán de la Cogolla, ha reunido durante dos días en San Millán de la Cogolla a periodistas, economistas y lingüistas para analizar las relaciones que se establecen entre la realidad que estamos viviendo y las palabras con las que se denomina; entre la crisis y en cómo nos referimos a ella.

Dividido en tres mesas redondas, el seminario ha dibujado un proceso triangular integrado por economistas, medios de comunicación y ciudadanos. De los intercambios dialécticos que entre ellos se producen surgen nuevas expresiones, palabras, giros idiomáticos, metáforas, eufemismos, ampliaciones semánticas... Toda una, paradójicamente, riqueza lingüística que los expertos del lenguaje han analizado.

La primera de las mesas redondas, titulada "De la jerga técnica al lenguaje común", agrupó a economistas y periodistas para tratar de dibujar el camino que recorren las voces que surgen en ámbitos especializados hasta que calan en la sociedad, en la mayoría de los casos a través de los medios de comunicación.

Los economistas que participaron en esta mesa coincidieron en que el mundo académico debería explicar la economía: «Un académico puede esforzarse para explicar cómo funciona la economía o enseñar cómo piensa un economista», señaló José Ignacio Conde-Ruiz, subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada.

Por su parte, José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, reconoció los errores de los economistas a la hora de contar lo que estaba sucediendo: «Nos equivocamos. En Inside Job se ve cómo los economistas no tienen respuestas y esa gente que no tiene respuestas es la que nosotros enseñamos en las universidades».

Y las respuestas se dan con palabras; lo que sucede es que «el problema no es el instrumento, sino el uso que hacemos de él», sostuvo Díez.

«El economista tiene que asumir el papel; no le gusta el periodista, pero tiene que entender que esto funciona así, que el periodista hace su trabajo», subrayó.

En esta relación entre economistas y periodistas ya había incidido Conde-Ruíz: «Tampoco los economistas son expertos en todo, se trabaja por áreas. Hay que reconocer que hay cosas que no se saben, pero los periodistas no quieren esa respuesta».

De la responsabilidad de los medios de comunicación para trasladar la crisis a los ciudadanos hablaron Soledad Gallego Díaz (El País) y Lucía Méndez (El Mundo).

«Muchas personas relevantes nos han dicho a los periodistas que tenemos que tener cuidado al emplear determinadas palabras, pero los medios tienen la obligación de hablar claro y de llamar a las cosas por su nombre con palabras de verdad», señalo Méndez.

Sin embargo, aunque defendió que los profesionales de la información deben «explicar las cosas sin eufemismos, sin modelos técnicos que la gente no pueda entender», reconoció que «los periodistas tienen cierta resistencia a usar palabras que son duras hambre, pobreza, etc.».

Soledad Gallego-Díaz también hizo autocrítica al señalar que «buena parte de la culpa es del periodista que ha confiado en el experto y que no debería haberlo hecho nunca».

«Si vemos lo ocurrido en los últimos años observaremos que si fuera por los expertos no nos hubiéramos enterado de nada. Los expertos no facilitaron análisis correctos. Tenían los datos y las explicaciones no eran difíciles».

Además, Gallego-Díaz denunció que «hay palabras que tienen claramente la vocación de engañar y los periodistas tienen que detectarlas rápidamente para que los ciudadanos puedan defenderse de esa amenaza».

Y somos los ciudadanos quienes cerramos este triángulo, pero no lo hacemos solo con la incorporación de los términos y expresiones de la economía, sino también creando otros modelos lingüísticos propios, una cuestión que abordó la tercera mesa redonda "El lenguaje de la contestación".

0Ilustración: @MoxParadox.

«La contestación ha traído palabras nuevas porque ha traído ideas nuevas», sostuvo el periodista de El País Ricardo Querol.

«Durante mucho tiempo el lenguaje financiero ha sido el dominante, y esto ha cambiado: en vez de hablar de ejecución hipotecaria hablamos de desahucio, de la gente que se va a la calle y de los suicidios. Ese es el primer éxito de la contestación, poner ciertos temas en la agenda y ponerlos con el lenguaje de la calle no con el que nos han colocado», aseguró Querol durante su intervención.

Por su parte, Ricard Morant, catedrático de Lingüística General, señaló la creatividad de los canales que se emplean en la contestación: «Hay canales creativos novedosos, camisetas, personas anuncio con lemas en la cara o en la espalda y los balcones que es un elemento tradicional al que se le ha dado una segunda vida con una función comunicativa, ahora los balcones hablan».

De los nuevos, o quizá ya no tan nuevos, canales digitales habló Yolanda Quintana, periodista coautora del libro Ciberactivismo: «Hemos pasado de los grafitis a un medio más móvil y democratizado. Ahora las historias se construyen de forma colectiva. Ya no tenemos solo una herramienta, sino otros modos de usar las herramientas otra forma de hacer las cosas».

En el poder de los nuevos medios como facilitadores del lenguaje de la contestación también ahondó Eva Ferreras, doctora en periodismo e investigadora de los medios sociales.

«Las redes sociales atraen grandes flujos informativos, son audiencias millonarias. Se convierten en espacios mediáticos que son capaces de generar acciones sociales. Las redes ayudan a organizar estos movimientos y a propagarlos».

Hasta ahora hemos visto el papel que desempeñan cada uno de estos tres actores que conforman el triángulo que crea lo que hemos denominado lenguaje de la crisis, pero ¿cómo es ese lenguaje? ¿Qué procesos lingüísticos hay detrás de las creaciones léxicas, los nuevos significados o las nuevas expresiones? ¿Cómo se usan los eufemismos? ¿Por qué recurrimos a las metafóras?

En la mesa redonda "La metáfora informativa", la profesora Elena Gómez señaló que, en el caso de la economía, «el uso de los sustitutos puede o quiere contribuir a que las decisiones que son difíciles queden camufladas y tengan menos consecuencias».

Para Gómez, economía y política «van de la mano en el caso del eufemismo». Las cosas no se nombran de una manera más clara porque «una vez que se han nombrado ya quedan ahí, sobre la mesa. Desde el punto de vista de los responsables, no pueden nombrar las cosas más claras porque cada cuatro años hay elecciones».

La profesora universitaria explicó que algunos de estos usos terminan calando en la prensa porque «el periodista tiene que ser fiel a la fuente y también por una cuestión de estilo, para no repetir». Pero lo que sucede con esto es que se produce una «"desideologización" en la cual los eufemismos se convierten en conceptos».

Del uso de la metáfora se ocupó la profesora universitaria Carmen Llamas quien resaltó que lo primero que debemos tener en cuenta es que el lenguaje es una forma de conocimiento que muchas veces es metafórica.

«Comprendemos mediante imágenes. En si misma la metáfora no es ni buena ni mala, es una manera que tenemos de pensar y de ver la realidad. Nos sirve para ver y entender realidades de tipo abstracto a partir de otras que podemos conocer con mas facilidad».

«Lo que se explica con metáforas -sostuvo llamas- se entiende con mucha facilidad porque conectan, generan una serie de implicaciones. Pero no hay que olvidar que una metáfora es un imagen, en la que unas cosas se muestran y otras se ocultan».

Por este motivo, Llamas puso de relieve que el periodismo muchas veces no genera las metáforas, «sino que reproduce las del Gobierno y, a veces, los periodistas continúan su explicación desde ese marco conceptual».

En este sentido, el director adjunto de El Mundo, John Müller, apuntó que «la excelencia del periodismo es encontrar la expresión que haga llegar el concepto del que se esta tratando, aunque el principal problema del lenguaje económico es que las palabras acaban siendo las cosas».

El académico Salvador Gutiérrez Ordóñez recordó que la lengua «es como un espejo en el que se refleja la realidad, pero también los sentimientos; se hace traslucir una retaguardia mental sentimental y emotiva de los hablantes».

Gutiérrez Ordóñez concluyó citando algunos de los ejemplos más representativos que la crisis ha creado en el lenguaje:

  • Creaciones léxicas: austericidio, copado, rezago, precariado.
  • Compuestos univerbales y pluriverbales: bonos basura.
  • Préstamos: escarche, corralito, troika.
  • Palabras que llegan por vía metafórica: burbuja, corralito (metáfora del lugar cerrado), marea blanca o verdes (para las manifestaciones), chiringuito financiero.
  • Figuras como el oxímoron, con dos elementos que contrastan: crecimiento negativo.
  • Superabundancia de siglas: FMI, BNE, PIB, IVA, IPC, etc.

Me gustaría terminar esta entrada del blog con la misma frase con la que Ángel Gabilondo cerró su discurso de inauguración, pues recoge una de la principales enseñanzas que hemos extraído de este VIII Seminario de Lengua y Periodismo: «Sin cultura y educación la crisis tomará su palabra y no será la nuestra».