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12 maneras de volver al trabajo tras ser mamá

Dolorida. Al principio el pecho duele más que el alma, después alma y pecho duelen por igual. Arrastrando el chandalismo. Termina el reinado de la ropa holgada. Revisas los trámites para hacerte ciudadana noruega pero finalmente vas de compras.

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La vuelta al trabajo es, sin duda, la etapa más dura de la postmaternidad. Aunque algunas mujeres lo afrontan con cierto alivio, para la mayoría de nosotras la reincorporación laboral es un trago amargo que llega demasiado pronto, agravada por la inexorable cuenta atrás. Puede que reconozcas esta docena de tics antes volver a tu silla:

Sin ganas. Se acaba tu permiso de maternidad. Piensas en su insoportable brevedad. 16 semanas ni siquiera son 4 meses.

Queriendo ser Noruega. En este país la baja maternal puede llegar hasta las 56 semanas. Empiezas los trámites para empadronarte en Oslo.

Con sentimiento de culpa. Las cuidadoras de tu bebé saben que vas a llorar, pero eres una mujer fuerte que ahogará sus penas en el baño.

Dolorida. Al principio el pecho duele más que el alma, después alma y pecho duelen por igual.

Arrastrando el chandalismo. Termina el reinado de la ropa holgada. Revisas los trámites para hacerte ciudadana noruega pero finalmente vas de compras.

Sin ropa interior. No usas nada que pueda llevar ese nombre. Lo sujetadores de lactancia y la faja posparto son las columnas que sostienen tu imagen de profesional competente.

Con raíces. Al principio parecían mechas californianas, pero ese pelo descuidado puede ser causa de detención policial si no pasas por la peluquería antes de reincorporarte al trabajo.

Cansada. Ahora estás en ese club de mujeres permanentemente fatigadas. Comprendes que, en realidad, Súper Ratón se dirigía a tu madre con lo de... "Y no olviden supervitaminarse y mineralizarse".

Sola. El compañerismo adquiere una nueva dimensión. Hay quien te recibe como si regresaras de unas vacaciones en el Caribe. Percibes miradas nada comprensivas cuando hablas de tus noches locas... con tu bebé.

En silencio. Tras intensas conversaciones basadas en el gu gu tata, dejas el lenguaje materno y retomas el del resto de la humanidad. O sea, hablas sin agitar las manos y olvidas los agudos.

Pegada al móvil. Compruebas cientos de veces que nadie te informa de que nada le ha pasado a tu bebé. Lo de un traslado a Noruega vuelve a ser una opción.

Armada de paciencia, porque te liarías a golpes con todo el que te dice..."¡Tranquila puede ser peor, ya verás cuando empiece con los dientes!" O, "bueno...al menos tienes un trabajo al que volver, ¿no?"