Empieza a respetar a Mario Casas

Empieza a respetar a Mario Casas

El actor no ha dejado de trabajar desde que salió en 'El camino de los ingleses' y ahora puede ganar el primer Goya de su carrera.

5da99cd72000001f12506132Mario Casas en una foto de archivo (EFE)

La disciplina de Mario Casas es innegable. El actor nunca ha sido precisamente respetado por sus dotes interpretativas y es hora de que eso cambie. Su experiencia no solo se nota en su currículum —uno de los más largos de la cantera de actores españoles, pese a sus 33 años—, también en la versatilidad que ha ido trabajando para adaptarse a personajes muy distintos entre sí. Desde que apareció en El camino de los ingleses en 2006, no ha dejado de encadenar proyectos.

Hace unos años todo el mundo daba por hecho que solo se podría ver a Mario Casas en papeles de guaperas. Es más: todo el mundo daba por hecho que Mario Casas se interpretaba a sí mismo haciéndolos. Sin embargo, en las distancias cortas esa imagen se derrumba. Lo último que transmite es vanidad.

Se lo podría ‘tener creído’. Guste o no, lo que no le falta nunca es trabajo, en la gran pantalla o en la pequeña. Su relación con Netflix es cada vez más estrecha: protagoniza El practicante, Hogar y pronto estrenará El inocente.

  5da9b24e210000c21334a592Mario Casas en el Festival de San Sebastián (Getty Images)

El productor de El practicante, Miguel Ruz, asegura que “cuando ves actuar a Mario Casas, consigue hacerte olvidar a los personajes que ha interpretado en películas anteriores”, mientras que el director Carles Torras dice que cree estar ante una de las mejores interpretaciones del año. Ya cosechó buenas críticas con Las brujas de Zugarramurdi o Grupo 7.

No hacía falta que lo dijera Ruz, porque los proyectos de Mario Casas ya no tienen nada que ver con Tres metros sobre el cielo. Que deje de perseguirle la condena de Hache. “Me gustaría saber realmente la percepción que doy, porque creo que hay gente todavía que cree que soy el de Tres metros sobre el cielo. Yo no soy ese. Es una película que marcó mucho, para bien y para mal”, explicó Casas en una entrevista con El HuffPost.

Ni vive en una nube, ni está metido en una burbuja, ni su vida está dominada por la banalidad. Es más, siempre ha sido excesivamente crítico consigo mismo y si se le pregunta qué opinión tiene de su trabajo como actor contesta que “mala”. ¿Qué otro actor hace eso? Todos prefieren no contestar o decir que eso lo decide el público.

Pues bien, para gran parte de ese público, Mario Casas tiene trabajo por ser guapo. Es uno de los famosos con los que más fantasean los españoles. Piensan que ese es su tirón. Los demás hablan y él mientras va creciendo con cada nuevo personaje. Ha conseguido que cada vez se le cuestione menos y ha demostrado que “un tío guapo no tiene por qué ser gilipollas”.

Tampoco niega fotos, porque sabe que necesita a su público para seguir trabajando, y no es como esas nuevas estrellas que contestan de la peor forma cuando le preguntan por su vida privada. Él entiende “que hay una parte del público que quiere saber qué hacen los actores a los que van a ver al cine. Es parte de esta industria”. Es mucho más inteligente esa visión que cerrarse en banda. De su novia, Blanca Suárez, dice que es “el icono de los iconos”.

Mario Casas se mete en sus papeles antes de empezar a rodar. Si Christian Bale es el actor de Hollywood que se somete a más transformaciones físicas, Casas lo es en España. De estar ultramusculado en Toro a perder 22 kilos para El fotógrafo de Mauthausen o ganar diez para Bajo la piel del lobo ( cuando se enganchó a los Donettes blancos). En El practicante, parece haber recuperado su peso habitual.

El chico de El camino de los ingleses —al que le da vergüenza verse en sus inicios— ha crecido y madurado profesionalmente. Nadie dice que sea un actor de Oscar o que no le quede nada por mejorar, pero ha dejado que pase el tiempo, lo ha aprovechado y se ha hecho respetar. Aunque solo sea porque todo el mundo cuenta con él para sus producciones. Con tres premios Feroz en su palmarés, 2021 puede ser el año de su primer Goya por No matarás.