Jacobo Calderón o la fuerza del destino

Jacobo Calderón o la fuerza del destino

En sus primeros treinta años en la profesión, Jacobo Calderón  ha compuesto, producido o arreglado más de 70 álbumes, de los que se han vendido más de 10 millones de copias. De ellos, 55 fueron discos de platino.

Jacobo Calderón, en un ensayo de 'OT 2018' con Noelia, Manu Guix y Álex Ubago.YOUTUBE

El año que Jacobo nació su padre, el gran Juan Carlos Calderón, tenía varios trabajos en las listas de éxitos: había producido Un ramito de violetas para Cecilia, suyos eran los arreglos de Canta y se feliz de Peret y Mocedades triunfaban con Tómame o déjame. En ese mismo 1974, Calderón publicó Bandolero, en cuya portada aparecía retratado junto sus dos hijos mayores. Podría pensarse que, al ser hijo de un compositor de esa categoría, el destino del benjamín, el que no salía en la foto, estaba escrito.

“Tendría que consultar a un psicólogo porque le doy muchas vueltas a eso –bromea Jacobo Calderón–, no sé si la culpa será del destino o de la devoción que sentía por mi padre,  o lo que se vivía en casa, pero es cierto que ha habido una fuerza que me ha llevado a trabajar en lo mismo él. Según he ido evolucionado en mi carrera, he ido admirándole más. No hubo un momento concreto en que yo decidiera ser músico, sino que fue algo progresivo, a partir de mi adolescencia y siempre derivado de la relación tan estrecha que mantuvo con mi padre”.

Jacobo crece como cualquier otro muchacho mientras aprende con el maestro Carlos Cítera y acude al Conservatorio Katarina Gurska y a la Escuela Creativa de Madrid. A veces se cuela en el estudio que Juan Carlos ha levantado en el jardín de la casa familiar de Las Rozas y bichea los samplers, las partituras y todos los cachivaches que el músico ha reunido allí.

“Nunca fui buen estudiante, ni un buen técnico. Aquella etapa de aprendizaje fue necesaria pero también me proporcionó más de una frustración. Yo he evolucionado como músico después, con la creatividad y no con la ejecución”.

El maestro Juan Carlos Calderón, que por esos años trabaja mucho en América, asiste con respeto al crecimiento artístico del hijo. No le da clases ni consejos ni interviene directamente en su formación, pero sigue de cerca el proceso. Los caminos de ambos se cruzarán en 1992. Al productor le gusta La duda, una de las primeras canciones de Jacobo, y se la ofrece al mejicano Mijares que no duda en incluirla en el álbum que está grabando. Poco después, la discográfica de Nino Bravo encarga al compositor un disco de duetos, al estilo del que Nathalie Cole ha dedicado a Nat King Cole. Calderón Jr. realiza los arreglos de Esta será mi casa, con Lolita. El homenaje al cantante valenciano consigue vender casi un millón de copias.

Los Calderón acometerán a continuación un proyecto similar con la obra de Cecilia. La malograda cantautora había hecho buena parte de su carrera junto a Juan Carlos, que fue el arreglista de gran casi todos sus éxitos, desde Dama, dama a Mi querida España. Los álbumes de duetos se convertirán, con el tiempo, en un trabajo recurrente para Jacobo. Repetirá con Nino Bravo y trabajará junto a Raphael en el disco con el que éste conmemora sus cincuenta años en la música. El de Linares convoca a un grupo de artistas muy heterogéneo. Orquestador y artista viajan, por ejemplo, a los estudios Guillermo Tell de París para grabar con Charles Aznavour. Antes de iniciar el trabajo, Calderón pregunta: ”¿Queréis cantar juntos o por separado?”. El autor de La Boheme responde: “Juntos, que ya no somos unos niños”. Al salir del estudio, Paul Anka le dice: “Se han hecho muchos arreglos de My way, pero este es uno de los mejores”. Desde entonces, esa colaboración con Raphael no se ha interrumpido.

“Le admiro profundamente y estoy orgulloso de que, junto a otros grandes músicos como Manuel Alejandro, por el que mi padre también sentía mucho respeto, yo haya podido aportar un grano de arena a su carrera, sobre todo en esta etapa de madurez. No sé qué habría pasado si no me hubiera encontrado con Raphael. La vida es así”.

Mientras, la agenda de Jacobo se convierte en un auténtico crucigrama. Hay que encajar multitud de trabajos en los lugares más distantes. Lo mismo se encierra con Laura Pausini en el espectacular estudio que la cantante construyó en el viñedo que regaló a sus padres, que asiste emocionado al encuentro de Amaral con un deteriorado Antonio Vega en Como hablar, o rinde homenaje, junto a lo más granado de la música latina, a la incomparable María Dolores Pradera. La firma de Jacobo Calderón será crucial par a que Abraham Mateo, Bisbal, Camela, Lérica o Tamara escalen en las listas de los más vendidos. Además, realiza la adaptación al español de todos los éxitos de la factoría Disney de los últimos quince años.

“En eso también nos parecemos mi padre y yo. Desde que el Dúo Dinámico le ofreció que le arreglara una de sus canciones todo el mundo quiso trabajar con él, hasta que un día se plantó y les dijo a las discográficas que era compositor y que si no le pedían canciones no volvería a hacer un arreglo. Yo empecé como productor y arreglista, he descubierto la composición más tarde. Ahora, he madurado y creo que he conseguido un estilo propio, el mío. Acabo de hacer un álbum de autor para Myrian Hernández, uno de esos discos que ya no se hacen”.

Y otra vez aparece el destino y sus caprichos porque a Hernández le había compuesto Juan Carlos Calderón un disco hace treinta años. En cierta forma, es el cierre de un círculo. Otro tanto ha ocurrido con Mocedades, el grupo que descubrió y bautizó el compositor cántabro en los sesenta. Aunque la formación ahora sea otra, Calderón Jr. se ha responsabilizado de la celebración de sus seis décadas de carrera y en la que intervendrán Gloria Trevi, Plácido Domingo o David Bisbal.

“Asumo que soy un nostálgico, que estoy viviendo una época que ya no existe. La música romántica sigue teniendo público, sobre todo en América, pero ahora es un nicho. Sin embargo, es de lo que he bebido y lo que sé hacer. Tengo un estilo basado en la tradición latina, pero con ese toque americano de melodía siempre. Sí quizás estoy muy influido por lo que he oído en mi casa”.

El espacio de trabajo tampoco le ayuda a despegarse de todo eso que ha aprendido. Jacobo se ha instalado en el estudio que acabó por robar a su padre, un lugar lleno de energía y por el que no han dejado de desfilar grandes artistas. Los encargos se acumulan sobre su mesa.

“A veces uno tiene la sensación del hasta aquí hemos llegado. ¿Por qué hay que trabajar tanto cuando para mi gusto la música se está desfigurando? A veces no me hallo. Un día le dije a mi mujer “a lo mejor dejo de hacer música” y ella me respondió “eso es imposible”. Llevaba razón. La música para mi es una necesidad, no sé de dónde me viene, si es de lo vivido o de lo que está pasando, de ayer o de hoy, pero ese impulso vital está ahí y no puedo ni explicarlo ni contenerlo”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).