Y la ópera se fundió con el cine: Juana de Arco en la hoguera

Y la ópera se fundió con el cine: Juana de Arco en la hoguera

Es una ópera que recuerda tanto al cine, que hace pensar que el cine jamás había sido tan operístico.

Marion Cotillard, en 'Juana de Arco en la hoguera'.EFE

Marion Cotillard aparece en un escenario dantesco, con una puesta en escena rompedora y un tono que remite a la crueldad de Passolini, a la desnudez de Dreyer y a la complejidad de Bergman. El oratorio dramático Juana de Arco en la hoguera, la nueva apuesta del Teatro Real en coproducción con la Ópera de Frankfurt, es una ópera que recuerda tanto al cine, que hace pensar que el cine jamás había sido tan operístico. Y es que esta pieza, que todavía se puede disfrutar en Madrid hasta el próximo 17 de junio, ha estado vinculada al cine desde su propio alumbramiento.

Juana de Arco en la hoguera había nacido como un encargo original de Ida Rubinstein, aquella diva icónica del ballet ruso, que además de actriz, mecenas y figura provocadora, llegó a realizar un desnudo integral sobre el escenario en su interpretación del baile de los siete velos en Salomé. Fue Rubinstein, precisamente, quien interpretaría el personaje central de la obra hasta mediados de los años cuarenta.

La versión orquestal de la pieza había sido estrenada en 1938, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, siendo compuesta por el heterodoxo autor suizo Arthur Honegger. Honegger ya había marcado distancias con sus coetáneos incorporando la vanguardia a sus anteriores piezas El rey David (1921), Judith (1926), Antígona (1927) y L’Aiglon (1937), quizá porque Honegger, que percibía la ópera como un arte total cuyo futuro implicaba irremediablemente su vinculación con el cine.

El libreto de Juana de Arco en la hoguera venía firmado por el poeta Paul Claudel, quien relataba en once escenas el purgatorio de Juana hasta su ejecución. Cuando Honegger incorporó su perspectiva, dio lugar a lo que ha sido llamado ‘poema escénico’, en el que se incluye, verbigracia del eclecticismo del siglo XX, notas de jazz, folclore, notas de farsa e incluso tono circense.

En diciembre de 1954, una exultante Ingrid Bergman comparecía ante los medios de nuestro país para anunciar su más reciente proyecto: sería la protagonista de la ópera Juana de Arco en la hoguera. Junto a ella, los reporteros retrataron a su marido Roberto Rossellini, cineasta con el que llevaba cuatro años casada y quien sería, además, director escénico de la representación. El espacio en que se estrenaría la singular obra sería el Teatro del Liceo de Barcelona, uniendo a la expectación que generaba el acontecimiento, las ansias de atisbar la modernidad que traslucía una ópera tan actual como iconoclasta.

Su configuración es profundamente elocuente. Sus personajes celestiales son interpretados por cantantes líricos, cuyas voces interpelan a los humanos, interpretados por actores profesionales. Por ello, los personajes principales siempre han sido actores en lugar de cantantes, ya que esa distinción formal es esencial para entender su profundidad metafísica. A este respecto, cabe recordar que en 2003 esta obra se llevó a cabo con Aitana Sánchez-Gijón y Darío Grandinetti en los roles principales (Juana de Arco y el Padre Dominico respectivamente), en una representación lírica conducida por Josep Pons.

En la actualidad, el público de la capital puede deleitarse con la extraordinaria dirección escénica de Àlex Ollé, de La Fura dels Baus, quien hace años ya nos noqueara con su impresionante Fausto en el Teatro Real. Las escenas de terror que protagoniza el pueblo llano, la desolación emocional de Juana, la representación metafórica del poder y de las pulsiones más primarias (elocuente y acertada la inclusión de prótesis fálicas simbolizando la corrupción de lo excelso en manos de lo mundano), dan cuenta de un mundo en el que no está de más reflexionar qué tipo de sociedad estamos configurando.

Y, cómo no, está Marion Cotillard, la oscarizada actriz francesa que interpreta un papel hecho a su medida, en el que su candor, su espiritualidad y su dulzura contrastan con un mundo enfermo y corrupto en el que tiene más el que más gana, y en el que vale más el que más pierde.

Dirigida por Juanjo Mena, Juana de Arco en la hoguera es una obra sublime y repleta de tensión, en la que, una vez más, se hacen ciertas las palabras glosadas por Shakespeare: “Hereje no es el que arde en la hoguera. Hereje es el que la enciende”.

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Lucía Tello Díaz. Doctora y profesora universitaria de cine. Directora y guionista.