La emotiva campaña del Ayuntamiento de Elche para promover el alquiler social
'Silencio incómodo' cuenta los dramas de tres familias de la localidad alicantina.
Tamara y José quieren una vivienda digna para sus hijos.
Érika tiene dos hijos y un sueño. El mismo que Tamara y José: poder pagar el techo bajo el que vive.
Un objetivo muy parecido al que persigue José Javier, que desde hace meses guarda sus muebles en un almacén.
La búsqueda de una vivienda digna no es su único punto en común. Los cuatro viven en Elche y los cuatro protagonizan la campaña Silencio Incómodo, promovida por el Ayuntamiento de la localidad alicantina.
Sus historias, narradas en primera persona en los cortos documentales Vacío, Eco y Silencio, ponen sobre la mesa una realidad incómoda y silenciada que se vive en todos los rincones de España: que hay cientos de pisos vacíos, mientras cientos de personas buscan un techo. Una situación que en Elche quieren solucionar mediante el servicio de alquiler social que acaban de poner en marcha.
"El objetivo es animar a quienes tienen pisos vacíos a que los alquilen a personas necesitadas por un precio más económico. O a que quienes ya los alquilan, lo hagan de manera más solidaria. A cambio el Ayuntamiento ofrece mediación y seguro gratis", aseguran desde el municipio.
Para acabar con los estigmas y convertir el miedo habitual de los caseros en confianza ponen cara a esas historias. Javier Vicente, por ejemplo, es un vallisoletano de 58 años que lo dejó todo para irse a Elche y subirse al boom del ladrillo. Abandonó su trabajo de cocinero de toda la vida para meterse en la construcción. Falló. Perdió su casa, su coche, su mujer... Cuando rodó Eco vivía con sus dos hijos en un apartamento de Cáritas, donde acabó después de ir de piso en piso buscando mensualidades más bajas.
La historia de Tamara y José es muy distinta. Estos dos gitanos de 28 y 32 años respectivamente son padres de cinco hijos y trabajan sólo dos días por semana en un puesto de un mercadillo que ni siquiera es suyo. Su problema es que viven en un piso de alquiler social que ahora mismo no pueden pagar.
"Si algún día me tuviera que ir de aquí y me tengo que ir a la calle, con sus padres no puedo ir porque son muchos. Tendría que separarse el matrimonio, él con sus padres y yo con los míos, y la verdad que no me gustaría llegar a ese extremo", cuenta Tamara, que no quiere que sus hijos repitan su historia. "Quiero que mis hijos estudien y el día de mañana sean algo. Que no tengan que pasar por lo que estamos pasando".
Detrás de Eco, el corto documental protagonizado por Érika, hay un un piso que no puede pagar. En pleno boom, ella y su pareja entonces fueron animados por el banco para que comprasen la casa en la que vivían. Consiguieron financiación a través de una fórmula bastante oscura, con unas condiciones abusivas.
Cuando se quedaron sin trabajo llegaron los problemas: la pareja se rompió y ella se quedó en el piso con su madre y sus dos hijos. En ese momento consiguió una dación en pago, pero ahora está a la espera de que los desahucien y sin posibilidades de encontrar un alquiler. "Si no puedo asumir una letra de 500 euros, difícilmente voy a poder con un alquiler de 450 o 500", dices.
Escuchar estas historias es darse cuenta de que nadie está libre de un desahucio y de que una persona necesitada no tiene por qué ser un inquilino conflictivo, como a veces se da por hecho. Llamar la atención sobre ese hecho es lo que ha buscado la agencia de publicidad Yerno, detrás de la campaña, que trata de"empatizar y conectar emocionalmente con los propietarios de los pisos". Ellos lo tienen claro: "Cualquiera puede entrar en una espiral de infortunios y perder su vida confortable en unos meses".