'Big data' y la devaluación del capital humano

'Big data' y la devaluación del capital humano

Muchos tecnológos creen que big data supone un cambio de paradigma, como lo fue en su día internet, y que cuando se generalicen aplicaciones derivadas de esta tecnología se producirá un gran salto en la productividad. ¿Acabará big data sustituyendo a los ingenieros?

La teoría del capital humano es una rama de la economía cuyo padre es el premio Nobel de economía Gary Becker. Becker es un profesor de la Universidad de Chicago y discípulo de Milton Friedman, y al conjugar su teoría con la firme creencia de que la gente actúa racionalmente como el homo œconomicus al que hacía mención en mi último post llega a conclusiones realmente sorprendentes, tal y como que se debería legalizar la venta de órganos (su modelo estima el valor de un riñón en unos 15.000 dólares) o vender los derechos de ciudadanía a los extranjeros (en este caso por un valor mínimo de 50.000 dólares, propuesta que por cierto parece ser del agrado de nuestro Gobierno).

Según la teoría del capital humano, los individuos que invierten más en su educación -es decir, que incrementan su capital humano- son mejores a la hora de maximizar sus funciones de utilidad. Según Becker, estos individuos no sólo son más productivos sino que además sus logros son mayores en áreas tan distintas como la posibilidad de encontrar pareja, la transmisión de su capital humano hacia su prole o la elección de una alimentación más saludable. Becker es capaz de sostener sus tesis sobre la base de modelos matemáticos y de funciones de producción. Por supuesto, las diferencias de renta entre los individuos según Becker se deben en gran medida a diferencias en su capital humano.

Evidentemente las conclusiones de Gary Becker son muy controvertidas y han despertado numerosas críticas, sobretodo desde su izquierda. Por un lado, la desigualdad galopante difícilmente puede explicarse basándose en diferencias en el capital humano ya que las rentas del trabajo forman al parecer una parte cada vez menor de los ingresos de las familias. Por el otro, investigaciones posteriores como las de Joseph Stiglitz parecen más bien explicar las diferencias de renta entre licenciados y no licenciados por el hecho de que en el mercado de trabajo existe información asimétrica, y en un proceso de selección de personal un no licenciado es menos susceptible de superar el filtro de un entrevistador o screener que un licenciado aunque éste sea menos productivo.

En cualquier caso, y si hacemos caso de uno de los últimos posts del blog de Paul Krugman, la edad de oro del capital humano estaría llegando a su fin. Krugman cree que la primera fase de la globalización en países como el nuestro fue especialmente dura con los trabajos poco cualificados, que como en el caso de la industria textil han sido deslocalizados a países en vías de desarrollo o bien se ha sustituido a sus trabajadores por robots. En la segunda fase en la que nos adentramos los trabajadores más amenazados son en cambio los de cuello blanco por el auge de la tecnología big data y de lo que Krugman denomina literalmente "Bangalore".

Trabajo en una empresa con sede en Bangalore que además ofrece soluciones en tecnología big data, por lo que probablemente me encuentre en una posición óptima para saber de qué habla Paul Krugman en su blog. Pero antes de seguir adelante muchos lectores seguramente agradecerán que contextualice el término big data y las soluciones antes referidas.

Big data hace referencia a la recién adquirida capacidad de procesar datos del orden del petabyte. Por ejemplo, en base a esta capacidad la descodificación del genoma humano, que en su día requirió el concurso de los ordenadores más potentes de la época durante unos 10 años, podría lograrse hoy en una semana.

Las aplicaciones de esta nueva tecnología son claras en los campos que han de tratar con una cantidad ingente de datos, como la meteorología. Parece que la NSA hace uso de estas capacidades para espiarnos, pero encontrar nuevas aplicaciones para explotar esta capacidad no es sencillo y es la carrera en la que muchas empresas se hallan hoy embarcadas, incluida la mía sin ir muy lejos.

Por poner un ejemplo de desarrollo big data que cabe esperar, una empresa fabricante de motores a reacción para aviones podría plantearse colocar sensores de presión y temperatura muy sensibles en todos sus turborreactores para recuperar millones de datos en tiempo real. Una vez recogidos los datos se podría analizar a gran escala las variaciones de presión y temperatura en momentos en los que los motores parecen dar problemas. Si los datos se correlacionan convenientemente y el fabricante observa algún patrón, probablemente el fabricante de motores pueda predecir el problema y proponer a su cliente -una aerolínea, por ejemplo- una acción de mantenimiento preventivo cada vez que observe ese patrón en un turborreactor.

Muchos tecnológos creen que big data supone un cambio de paradigma, como lo fue en su día internet, y que cuando se generalicen aplicaciones derivadas de esta tecnología como la anteriormente descrita se producirá un gran salto en la productividad. ¿Acabará big data sustituyendo a los ingenieros? Seguramente a algunos, pero creo firmemente que los ingenieros serán los mejor posicionados en caso de que haya una revolución tecnológica aunque sea para trabajar como comerciales en vez de como técnicos.

Krugman es un gran aficionado a la ciencia ficción y al referirse a un futuro en el que big data sustituye a la materia gris humana hace algo que quizás podría llamarse conciencia ficción. Hay sin embargo algunos estudios que parecen apuntar en la misma dirección, por ejemplo los del economista y premio Nobel chipriota Christopher Pissarides, coautor de la Matching theory.

El trabajo de Pissarides, como ciertos trabajos de Becker, puede usarse para describir los mercados matrimoniales, pero Pissarides centra sus conclusiones principales en el mercado laboral llegando a algunos resultados contraintuitivos. Pissarides ha observado que en los países desarrollados se crean bolsas de trabajo muy importantes en el sector servicios para puestos de baja cualificación no deslocalizables, por poner un par de ejemplos que nos resulten familiares a todos: el socorrista de una piscina o la cuidadora de ancianas. Estas "bolsas" serían, de acuerdo a Pissarides, mayores que las de empleo cualificado, por lo que si se quiere combatir el paro eficazmente es necesario explotarlas. Para ello Pissarides propone que se dignifiquen este tipo de trabajos para hacerlos más atractivos, vía mayores salarios o quizás valorizando la formación profesional. Desde esta perspectiva Eurovegas es todo un proyecto de futuro.

¿Qué nos deparará el futuro? Nadie lo sabe, pero puede que Krugman ande en lo cierto. Ciertas formaciones universitarias ya están lejos de ser una garantía de cara al mercado de trabajo a día de hoy, sobre todo en nuestro país. Puede que la tendencia se acentúe aún más en los próximos años, en los que se creen más trabajos del tipo paseador de perros o planchador de camisas que de ingenieros. Si estos trabajos son convenientemente retribuidos y se pueden ejercer con seguridad y dignidad ello no supone necesariamente un futuro apocalíptico.

Ahora bien, este bloguero piensa que además de esos trabajos habrá muchos otros relacionados con las industrias punteras, sea ésta big data o la industria del coche eléctrico (donde habrá con seguridad un vivero de trabajos importante). Los trabajos en estas industrias estarán mejor pagados que los primeros, y con seguridad no todos serán deslocalizables -pienso de nuevo en comerciales, programadores de autómatas, etc.- ni requerirán necesariamente una formación universitaria (aunque una certificación especializada o algo similar siempre ayudará) pero sí exigirán unas competencias mínimas en inglés -seguro- y en estadística -probablemente-.

La diferencia entre los países de primera y el resto será, a mi juicio, la mayor proporción de trabajadores empleados en las industrias punteras. Nada tan distinto, por otra parte, a lo que ya ocurre hoy. Cuando al salir del instituto nuestros estudiantes dominen el inglés y las matemáticas estaremos en una posición adecuada, y quizás la función principal de la universidad pase a ser la de proporcionar maneras y contactos a las élites tal y como vaticina Krugman. Hasta que ese día llegue, probablemente lo mejor que quepa hacer sea proteger los derechos y la dignidad de los trabajos que creemos de crupier, camarero o pianista en un burdel.