Capítulo LXI: La isla

Capítulo LXI: La isla

Le despertó el agua salada de las olas del mar al salpicarle la cara. Estaba tumbado sobre la arena. Pestañeó. Le dolía todo, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano, consiguió incorporarse y descubrió que se encontraba en una playa de aspecto paradisíaco.

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Mister Proper y el Capitán Pescanova al fin han conocido al famoso Gran Jefe: el Cacique. Éste le cuenta a Mister Proper que sus órdenes expresas eran no matar a Mimosín y que él mismo no acababa de comprender lo que había sucedido. Pero entonces, se produce una tremenda explosión en el barco, que se hunde con toda su tripulación. Tan sólo Pescanova y Mister Proper consiguen salvarse, huyendo en un bote salvavidas.

Le despertó el agua salada de las olas del mar al salpicarle la cara. Estaba tumbado sobre la arena. Pestañeó. Le dolía todo, pero haciendo un esfuerzo sobrehumano, consiguió incorporarse y descubrió que se encontraba en una playa de aspecto paradisíaco. En eso no había mentido la gaviota. Estaba amaneciendo. Miró a su alrededor. Un poco más allá divisó los restos de la zodiac. Y junto a ellos, yacía tendido el Capitán Pescanova. Mister Proper se levantó, corrió como pudo hasta él y se arrodilló a su lado.

- ¡Capitán, Capitán, lo conseguimos! Hemos llegado a la isla, ¡despierte, Capitán!

El Capitán trató de abrir los ojos y sonrió débilmente al verle.

- Hola... grumete... -susurró- estás vivo... eso es... bueno. Te desmayaste... mientras remabas y ya no... hubo forma de reanimarte. Pensé... pensé que te había perdido... Me alegra saber que no... ya ha muerto demasiada gente.

Los párpados del Capitán volvieron a cerrarse. Mister Proper le sacudió.

- ¡Capitán! ¡Capitán! ¡No me haga esto, Capitán! ¡Saldremos de esta, se lo juro! Necesita agua. Sí, eso es, iré a buscar agua y se pondrá bien.

Cogió el bidón de gasolina vacío de la zodiac y se adentró corriendo entre las palmeras. Había una pequeña charca. Mister Proper no se permitió ni un segundo para aplacar su propia sed. Enjuagó la lata apresuradamente, la llenó y volvió tan rápido como pudo.

- Aquí tiene, Capitán... beba, está fresquita... -le dijo mientras vertía el líquido en los resecos labios del moribundo marino. Éste paladeó el agua con ansia, atragantándose ligeramente- Despacio, no hay prisa -añadió su compañero retirando momentáneamente el envase.

El Capitán entreabrió los ojos y comenzó a hablar.

- Yo... he visto...

- No, no diga nada ahora - le interrumpió Mister - tiene que descansar.

Pero Pescanova no hizo caso.

- Yo he visto... -volvió a empezar- he visto cosas que vosotros... no creeríais. He visto a... Lorenzo Lamas en gayumbos, arropándose... con un edredón Reig Martí, he... he visto a Juanjo Menéndez y a Jesús Puente zampándose un... bocadillo de atún tan calvo como sus cabezas... he visto... a José Coronado comiéndose un yogur mientras comentaba alegremente... la frecuencia con la que iba al excusado... Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como caretas de patrocinio en el bloque publicitario. Es hora de morir...

Aquellas fueron sus últimas palabras. Mister Proper intentó hacerle el boca a boca, golpeó su pecho, le gritó, y todas esas cosas que hacen en las películas cuando muere el héroe. Finalmente, se derrumbo sobre él y rompió a llorar. Lloró por aquel policía con olor a palitos de merluza en el que nunca confió y que había acabado dando su vida por él. Lloró pensando en lo triste que era que después de todos esos años en Marketinia, los mejores recuerdos del Capitán aún fueran los de los años en que se dedicaba a anunciar empanadillas de bacalao en los platós de televisión. Lloró maldiciendo a los bancos y a los gobernantes culpables de aquella maldita crisis que entre tantas otras cosas había acabado con la publicidad. Lloró y lloró. Y cuando sus lágrimas se agotaron, se tendió junto a él a esperar su propia muerte.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.