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Arantxa Echevarría: "A mí el 'que te vote Txapote' me parece una barbaridad, una brutalidad inmensa"

Arantxa Echevarría: "A mí el 'que te vote Txapote' me parece una barbaridad, una brutalidad inmensa"

'La infiltrada', cinta de la directora bilbaína, parte como una de las favoritas a los premios Goya con 13 nominaciones, entre ellas Mejor película, Mejor dirección y tres en la categoría de reparto.

Arantxa Echevarría durante el rodaje de 'La infiltrada'.Mikel Blasco

En la recta final para los premios Goya 2025, La infiltrada, la cinta de Arantxa Echevarría sobre una policía infiltrada en ETA en los años 90 parte como una de las favoritas con nada menos que 13 nominaciones. El thriller, protagonizado por Carolina Yuste y Luis Tosar, cuenta con candidaturas al cabezón en las principales categorías como son Mejor película, Mejor dirección, Mejor actriz protagonista, así como Mejor actor y actriz de reparto.

Lejos de ser una película con tintes políticos o con algún mensaje con mayor reflexión como fue Maixabel de Icíar Bollaín, La infiltrada aborda la temática de ETA desde la acción y el thriller, algo que ha llevado a cerca de millón y medio de espectadores al cine, cerrando 2025 como la más taquillera. Y, además, batiendo récords de recaudación en una cinta dirigida por una mujer.

La cineasta celebra con El HuffPost estar situarse en esta edición de los Goya "entre los mayores", es decir, tras ganar el Goya a Mejor dirección novel en 2019 por Carmen y Lola y estar nominada junto a nombres como Pedro Almodóvar a Mejor dirección. Además, hacerlo con Yuste, que se ha convertido en su actriz de cabecera y que también la acompañó en la anterior carrera por los premios.

Para la directora, además bilbaína que ha vivido con cercanía los actos de la banda terrorista, abordar la temática de ETA no ha sido nada fácil, aunque tenía claro que quería hacerlo desde el thriller. "Como vasca ha sido desde el principio muchísimo respeto y mucho pudor porque esa época de los 90, que era la del silencio, del plomo, de la pesadez, de la sociedad toda en silencio para que no se escuchara lo que opinabas...", señala. 

Eso sí, deja claro que en los últimos años se ha "banalizado" y "frivolizado" con el nombre de ETA en la política: "No se puede frivolizar con eso y los políticos están usándola con la polarización, todo el día con ETA en la boca. Creo que ETA ya no existe, lo digo siempre, creo que desapareció hace tiempo y por eso podemos hacer una película sobre ello". De ahí que tanto ella como el equipo de producción eligieran contactar con víctimas como la familia Ordóñez —cuyo asesinato se plasma en el filme— para contar su historia.

Nada menos que con 13 nominaciones para La infiltrada, ¿cómo te enfrentas a estos premios Goya?

Con muchísima ilusión. Ten en cuenta que hace cinco años estuve nominada por primera vez a los Goya en dirección novel, que era como el principio de mi carrera... Ahora echando la mirada, estoy con los mayores como digo yo. Me hace una ilusión increíble porque hay muchas nominaciones en aspectos técnicos y a los actores, que eso para mí es fundamental. Yo siempre digo que soy la directora y ellos son los instrumentos y me encanta que se den cuenta de que los instrumentos son magníficos.

De hecho, vuelves a trabajar con Carolina Yuste, ya son cuatro películas con ella, y volvéis a estar nominadas las dos como en Carmen y Lola en 2020.

Es un poco que caminamos de la mano, juntas hicimos Carmen y Lola que era nuestra primera película y me ayudó muchísimo, sobre todo con los actores porque eran todos actores naturales, gitanos, que yo no podía con todo y me echaba una mano, le decía “Carol, habla tú con Rafaela o con tal”. Cuando nos dieron el Goya a las dos fue un momento de sororidad, de justicia femenina.

Siempre que he podido la he incorporado a mi vida y a los proyectos de trabajo porque es una magnífica y maravillosa actriz y una magnífica y maravillosa persona. Encontrar esa mezcla es muy difícil y cuando la encuentras, yo al menos, me la quedo para siempre.

A nivel de recaudación ha superado los ocho millones de euros, batiendo el récord de una película dirigida por una mujer, ¿esperabas esa acogida en taquilla?

No, nunca lo esperas. Siempre digo lo mismo, si supiéramos lo que funciona con el público en lugar de los productores la harían los bancos porque sería algo seguro. Nunca sabes ni tienes ni idea de si el público va a conectar con un thriller, tenían cierto miedo de que el thriller no funcionara, el tema de ETA... Era todo muy complejo. No teníamos ni idea, yo habría firmado por un millón de recaudación y luego cuando ves que las cifras van aumentando y que el boca a boca funciona y que la gente la va a haber, hay una emoción más allá de la taquilla, de gente que te está viendo. Tienes el privilegio de contar una historia y que la vea tanta gente, es una maravilla.

Igual mucha gente se esperaba una cinta con más tintes políticos, en lugar de un thriller con esta temática, ¿no?

Sí, era una de nuestras premisas, hacer un thriller, sobre todo hacerlo de personajes, con muchísima tensión y acción interna porque luego externa hay relativamente poca. Para nosotros era un reto hablar de un tema como el de ETA como si fuera un thriller, alejarnos un poco de la política y con una protagonista que es una mujer, una chavala, eso no hay que perderlo nunca de vista tampoco. Todo lo vivimos a través de su mirada y de sus sensaciones, de la tensión interna que sufre.

Además, hacer un thriller siendo mujer, que es un género supermasculino donde es muy raro encontrar a una mujer haciéndolo, pero no porque no sepamos hacerlo, no hay género a la hora de dirigir, sino porque los presupuestos son bastante más ínfimos cuando hay una mujer en la dirección.

  Arantxa Echevarría junto a Carolina Yuste durante el rodaje de 'La infiltrada'.Mikel Blasco

¿Se ha quitado la mirada un poco testosterónica a la acción o al suspense con una directora y una protagonista?

Sí, además el guion es de Amèlia Mora y mío, y el montaje, que es una de las partes más importantes de la peli, también es una mujer, Vicky Lammers. Hay mucha mujer por ahí. Me encanta cuando dicen “joder, el director, qué bueno es, qué tío”. No, no, no, aquí hay mucha chica detrás (risas).

¿Se ha banalizado con el nombre de ETA?

A mí el “que te vote Txapote” me parece una barbaridad, una brutalidad inmensa. No puedes utilizar palabras y hablar de ETA con esa banalidad y con esa frivolidad cuando hablamos de víctimas. Hay mucha familia por ahí, la propia familia de Gregorio Ordóñez, que sale en la película y del que Txapote fue el asesino. No se puede frivolizar con eso y los políticos están usándola con la polarización, todo el día con ETA en la boca. Creo que ETA ya no existe, lo digo siempre, creo que desapareció hace tiempo y por eso podemos hacer una película sobre ello. Si no no habríamos tenido la libertad de hablar de ello como hemos tenido en la peli. Creo que ya es hora de dejar a la sociedad vasca tranquila y a las víctimas tranquilas y olvidarnos de ello.

"No se puede frivolizar con eso y los políticos están usándola con la polarización, todo el día con ETA en la boca"

Como vasca, ¿cómo has afrontado el tema de ETA tanto a la hora de grabar la película como a lo largo de tu vida?

Como vasca ha sido desde el principio muchísimo respeto y mucho pudor porque esa época de los 90, que era la del silencio, del plomo, de la pesadez, de la sociedad toda en silencio para que no se escuchara lo que opinabas... Entonces, claro, cuando te enfrentas al papel en blanco con todo esto detrás, sin ofender a nadie, sin que los vascos salgan mal parados para demostrar lo que pasaba, que vivíamos en una sociedad acogotada... Hubo un momento de ‘uf, ¿cómo hablo de algo tan cercano?’ y a la vez es el momento de hablar de ello.

¿Y cómo ha recibido el entorno de afectados y víctimas de ETA la película? ¿Has recibido algún feedback?

Sí, cuando decidimos escribir sobre el atentado de Ordóñez, lo primero que hicimos fue contactar con la familia, hablar con ellos y pedirles permiso. Incluso pasó algo más a la hora de rodarlo, que lo rodamos basándonos en el atestado policial donde se decía que fue en La Cepa, un restaurante superconocido de Donosti, a las 14:00h, que Txapote iba de rojo, el tiro que le dio en la cabeza... Rodándolo, fuera de la poética de ver a una víctima muriendo ante nuestros ojos, pensamos que fue un acierto desde la producción hablar de nuevo con la familia Ordóñez para enseñarles la peli antes de que saliera.

Les dijimos que si veían algo que les pudiera incomodar o era demasiado explícito que lo dijeran y cambiábamos el montaje. Estábamos dispuestas a cambiar el montaje. Fue maravilloso porque vieron la peli y nos dijeron que era maravilloso, que no tocáramos nada, que estaba perfecta, que la gente lo viese y recordase lo que pasaba. Nos puso los pelos de punta, una maravilla. Hubo una generosidad increíble por parte de las víctimas.

No habéis llegado a poder hablar con la propia Elena Tejada, la infiltrada bajo el nombre de Aranzazu Berradre Marín, ¿no? ¿Intentasteis contactar con ella?

Sí, la propia infiltrada, como buena infiltrada, sigue en paradero desconocido y no pudimos. Pero sí que hablamos con todo el operativo policial que estuvo alrededor, con el propio comisario que la infiltró. Estuvimos de primera mano con toda la información de las escuchas, los seguimientos y todo el operativo. Teníamos la visión de la infiltrada de la policía, de todo lo que nos contaron que pasó de estos dos años que vivieron con los etarras.

"Los infiltrados de ahora en movimientos sociales me parecen una desfachatez y algo que no debería suceder en una sociedad democrática como la nuestra"

Además, este año tras varias noticias se ha hablado mucho de esos policías infiltrados, pero con un carácter muy distinto: el de infiltrados en movimientos sociales, ¿cómo cuadra la película en estos momentos con esta “fama” que pueden tener los policías infiltrados?

Los infiltrados en movimientos sociales para mí son una verdadera aberración. Estamos hablando de una época en la que había un conflicto en la que era casi lo más parecido a una guerra, en la que infiltrar a un policía en la cúpula de ETA podía salvar muchísimas vidas, podía cambiar la historia. Los infiltrados de ahora en movimientos sociales me parecen una desfachatez y algo que no debería suceder en una sociedad democrática como la nuestra.

Tanto en Chinas como en Carmen y Lola y en La infiltrada has plasmado distintos puntos de la sociedad española desde un prisma que ha triunfado entre el público, ¿qué forma de mirar te planteas para los proyectos?

Creo que lo que soy es una persona muy curiosa, que me pregunto siempre qué pasa por la cabeza del de al lado y, cuando me pregunto cosas, con la comunidad gitana o la comunidad china o cómo se vivía el conflicto de ETA, pienso que si a mí me ha llamado la atención, seguro que hay gente que quiere saber más. 

Es una forma muy egoísta de meterme en mundos que desconozco para aprender sobre ellos e interiorizarlos. En el fondo creo que es un acto de egoísmo que reproduce películas que luego a la gente le llama la atención porque tienen las mismas curiosidades que yo. Las cosas que me llaman la atención son importantes siempre.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es