El caso de Lily Allen, con David Harbour, y el de Rosalía: dos rupturas unidas por la estética religiosa (y el despecho)
Ambas artistas han hecho, a su manera, un disco de desamor, aunque el de Allen no cuente con la reflexión espiritual.

Ni en el mejor sueño de Santa Teresa de Jesús se podría imaginar que las monjas pasarían a copar las portadas de los discos y los principales videoclips de la escena pop de este 2025. Más allá de Rosalía en Lux, otras artistas como Lily Allen también se han puesto el hábito para, al igual que la catalana, superar una ruptura.
Sin embargo, en la imagen del clip de Pussy Palace, el single para el que Lily Allen se ha vestido de monja y aparece fumando un cigarro, con la falda remangada y unos taconazos que dejan ver que no va a presentar sumisión ante ninguna orden. De hecho, en la letra poco hay de vinculación religiosa como se puede intuir por su título que se podría traducir como "palacio de los coños o del sexo".
En ella, habla de cómo llega al apartamento de West Village en el que su marido David Harbour tenía encuentros con otras mujeres como parte de su relación abierta, pero donde descubre que él en realidad es un "adicto al sexo" sin una relación especialmente sana con sus amantes.
Ni tampoco con sus compañeras de reparto, después de que Millie Bobbie Brown le denunciase por "acoso e intimidación laboral" como parte del elenco de Stranger Things (Netflix), algo que ha resultado contradictorio tras las recientes imágenes cómplices de ambos.
Un desamor que, igual que Allen, Rosalía plasma en La perla o en Focu 'Ranni, donde evoca la huida del altar de Santa Rosalía de Palermo y su decepción tras ser comprometerse con Rauw Alejandro al que lanza una nueva pulla: "Grabé tu nombre en mis costillas", ya que tiene un tatuaje con el nombre del puertorriqueño en su costado. Pero desencanto y esa desilusión también lo deja entrever en otros temas como Dios es un stalker o Mio Cristo, donde directamente mimetiza al amante con Dios.

Frente a la aparente espiritualidad de Rosalía, que repasa la religión católica, judía y musulmana, en el caso de Allen presenta un cruel trabajo de decepción y venganza hacia Harbour que aborda desde su negativa y difícil aceptación de una relación abierta y su complicada relación con los medicamentos recetados para el TDAH.
Lejos de las referencias veladas de Rosalía, Allen hace un despliegue completo de la venganza a partir de la llamada telefónica de ese West End Girl inicial del disco, donde mostrando solo su parte de la conversación deja ver que no acaba de entender el concepto de relación abierta.

Cuando contrajo matrimonio en 2020 con Harbour en Las Vegas, después de publicar sus dos últimos discos, Allen rompió con esa imagen de "descarriada" que la llevó a protagonizar polémicos y deslenguados titulares en los 2000 o a tener su propia cuenta de OnlyFans con imágenes de pies. No obstante, poco a poco fue dejando entrever que Harbour no permitía su éxito de su pareja y le cortaba las alas mientras le era infiel y rompía los acuerdos establecidos constantemente.
De ahí que, siguiendo esas referencias religiosas veladas como Madeleine, una Magdalena que era la supuesta amante de Jesucristo para algunos, que se convierte en la amante objeto de críticas de la esposa, como ya hizo Dolly Parton con Jolene.
Mientras que Rosalía se despecha a gusto en La Perla, donde califica a un exnovio —todavía resuena la duda de C. Tangana o Rauw Alejandro— como "terrorista emocional", "red flag andante" o "mayor desastre mundial", Allen verbaliza lo que supuso para ella esta relación.
También en Nonmonogamummy, donde reflexiona en que la propuesta de esta relación abierta fue unilateral y nunca contó con su beneplácito. "Por alguna razón vuelvo a complacer a la gente. Seré tu no monogamia, solo estoy tratando de ser abierta", canta.
