Huecco: "Echo de menos cuando reventábamos los discos de escucharlos"
Entrevista con el cantante que popularizó el "Rumbatón hispano y latino, ¿qué pasa?", que estrena nuevo single con los italianos Rhapsody of Fire, Fuego Valyrio.

Con más de dos décadas de carrera, Iván Sevillano Pérez, 'Huecco', se ha consolidado como una figura imprescindible del panorama musical español. Su estilo, que fusiona rock, metal y ritmos latinos, ha evolucionado con los años sin perder la esencia que lo caracteriza, manteniendo la energía y autenticidad que lo distinguen. Desde sus primeros vinilos hasta su última colaboración con Rhapsody of Fire, su nuevo single promete sorprender a sus seguidores y reafirmar su compromiso con la música como experiencia viva y completa.
En esta entrevista, Huecco nos abre las puertas de su mundo musical, compartiendo recuerdos de infancia, sus primeras experiencias en los escenarios y las influencias que moldearon su pasión por la música. Hablamos de la evolución del panorama musical, de la importancia de los discos completos frente al consumo rápido y de la emoción de proyectos recientes como la colaboración con Rhapsody of Fire. Una conversación cercana que permite adentrarse en la creatividad y la visión de uno de los artistas más carismáticos de España.
Iván, me podía esperar un crossover entre Gremlins y Critters, incluso con Ewoks… pero lo que jamás pensé fue que llegara a mis oídos tu colaboración con Rhapsody. Curiosamente, Dawn of Victory, tercer disco de la banda, fue el primer disco que me compré con mi dinero. ¿Cómo surge algo así?
¡Gloria perpetua! A veces hay que ser osado. Escribí Fuego Valyrio como homenaje a Juego de Tronos. Siempre me gustó el power metal, luego pasé al glam de los 80, el grunch, el nu metal... El rock en general. Quería coros épicos y pensé "¿y si localizo a Rhapsody of Fire?". Contacté con su mánager y al final tuve un Zoom con Alex Staropoli (líder, teclista y compositor). Me dijo: “Se nota que tienes background, que no vas de farol. Hagámoslo, pero pasándolo por el filtro Rhapsody y sin perder tu esencia pegadiza”. Y salió adelante.
Rhapsody nunca había hecho colaboraciones musicales.
Exacto. Ellos mismos lo anunciaron como "Our first collab ever". Fue un doble honor: que dijeran que sí y que arriesgaran con algo tan distinto para su público, que suele ser muy purista.
¿Cómo fue el proceso de grabación?
Les mandé la canción, les gustó y me invitaron a grabar en Italia, en el mismo estudio donde hacían su disco. Grabamos mi parte, la suya y los coros. Y en una de esas, Alex me pidió que pusiera mi voz grave para grabar alguna voz adicional. Al final acabé haciendo coros en varias canciones de su último trabajo...
¿Y cómo reaccionó el público internacional?
Muy bien, aunque con polémica. Algunos puristas lo llamaron “cumbia metal” o “Maluma con guitarras”. Yo me lo tomo como un piropo. Al final funcionó: casi 4 millones en TikTok y gran acogida en gente joven. No puedes gustar a todos.
El tema llevaba dos años grabado, ¿verdad?
Sí, lo presentamos en medio mundo antes de sacarlo en digital: Houston, Austin, San Francisco, París, Milán, Venecia… El videoclip lo grabamos en el castillo de Manzanares el Real porque la dueña era fan de la serie. Todo encajó.
Ya que hemos hablado de Juego de Tronos, mójate un poco: ¿qué te pareció el final?
La primera vez me decepcionó, como a muchos. Pero la volví a ver hace poco y la entendí mejor. Me gustó más la segunda vez.

Este año celebras 20 años de carrera. ¿Qué te enseñó la primera etapa?
A mantener los pies en el suelo. Pasé de tocar en garitos a vender 300.000 politonos del primer disco. Pero siempre quise mezclar rock, metal y lo latino. Experimentar, arriesgar. Poner una voz gutural sobre una base 100% latina. Hoy parece normal, entonces era raro… y funcionó.
¿Cómo viviste el boom de 'Pa’ mi guerrera'?
Con gratitud y calma. Ya había pasado por el underground y eso te centra. Cuando llega el éxito, lo valoras, pero no te vuelves loco.
¿Recuerdas cómo la compusiste?
Sí, fue mezcla de un viaje a Cuba, donde redescubrí la música latina, y un anuncio de Coca-Cola que hablaba de los que luchan y resisten. De ahí salió la chispa. Y supe que era un hit cuando en EEUU la gente cambiaba la cara al escucharla y empezaban a hacer llamadas para recomendarla.
Tu sello es el mestizaje. ¿Cómo nació?
De escuchar músicas distintas. Yo era muy cerrado al heavy, hasta que un vecino cubano pianista me enseñó boleros. Luego un amigo me llevó a una peña flamenca. Todo eso me voló la cabeza y dio forma a Huecco.
¿El momento más emocionante de tu carrera?
He tenido muchos. He sido toda la vida muy agradecido, desde ir en la furgoneta mirando el paisaje y decir: "Joder, me están pagando por esto. Estoy dando trabajo a siete personas. Voy a hacer feliz a gente que se sabe canciones que he escrito... Yo soy un puto privilegiado. O sea, esto es la puta hostia". Entonces esa consciencia, esa toma de consciencia de esto es increíble, no la puedes perder. Esa ilusión de niño no la puedes perder y la tengo muchas veces. Yo creo que esa pasión y esa emoción es lo que te sigue manteniendo vivo y joven musicalmente. Hubo un momento que te voy a contar: voy por Los Ángeles. Yo estaba poniendo mi maqueta en un local cubano mientras comía ropa vieja. Y entra el tour manager de Molotov de entonces a gritos: "What the fuck is this!" Digo: "Hostia puta. Este tío está muy cabreado. Que es capaz de sacar una pipa y se lía aquí a tiros". "¿Quién coño ha hecho esto?". La pobre señora del local me señaló y dijo: "Él". Le dije que si no le gustaba que lo quitábamos. "¡No, no! ¡Esto es una mezcla de grunch tipo Alice in Chains, pero está cabrón!". Hostias, esto solo pasa en Los Ángeles. Ese momento cambió toda mi vida.
En pandemia llegaste a salvar una pastelería de tu barrio, Campamento...
Sí, estaba a punto de cerrar y arriesgué mis ahorros para mantenerla y salvar empleos. Fue duro, pero mereció la pena.

Actualmente estás de gira. ¿Hasta cuándo?
Hasta noviembre. Luego saldrá el nuevo disco, en vinilo y casete también. Para celebrar los 20 años quiero hacer “20 años, 20 bares”: acústicos en locales pequeños de 100-200 personas. Después llegará la gira grande de verano.
¿Cómo ves el panorama musical actual?
Muy distinto. Ahora manda el single y las redes. Tienes que ser creador de contenido, community manager… Pero hay que adaptarse. Fuego Valyrio explotó en TikTok, una red que ni usaba. Ahora toca estar ahí. Lo malo es que, un disco que lleva años de trabajo, se consume en minutos y a los 15 días ya te piden algo nuevo.
Pasa en todo: música, cine, videojuegos…
Claro, es la cultura del ya. Me pasó viendo La historia interminable con la hija de mi chica: le costaba concentrarse más de 10 segundos. TikTok ha cambiado la forma de consumir. Es que hay otra manera de consumir totalmente distinta, donde todo es cortadito, poco tiempo. Hasta los créditos de las películas ya están escondidos entre la trama porque la gente no tiene paciencia. Antes pedías unos créditos, ahora nada. Echo de menos que un disco, con lo que cuesta hacerlo —escribirlo, grabarlo, maquetarlo, grabar con músicos, mezclar, masterizar— luego se consuma en 45 minutos y en tres o cuatro días ya estén esperando lo siguiente. Echo de menos aquellos tiempos donde los discos los reventábamos de escucharlos.
¿Y recuerdas el primer disco que llegó a tus manos de heavy?
Seguro. En vinilo, por supuesto. Sería o de Iron Maiden, el Number of the Beast, seguro. O no sé por qué tengo aquí el de Whitesnake también.
¿Y con qué artista viste y dijiste “yo quiero ser eso mismo”?
En el Monsters of Rock de la Casa de Campo. Fui a ver a Metallica y siempre le preguntaba a mi padre: “Papá, ¿cómo me llevabas a un sitio donde al lado estaban fumando porros y yo tenía ocho años?”. Y me decía: “Muy sencillo, porque te encantaba el rock. Yo intentaba alejarte de tabaco y esas cosas, pero si te gustaba Metallica y AC/DC, ¿por qué no ibas a ir?”.
Me influyó mucho también Ángeles del Infierno. El guitarrista me regaló un brazalete en aquella época y, claro, yo flipé. Era un brazalete cutre, de pinchos, pero me lo puse y dije: “hostia, quiero ser heavy metal, quiero tocar en un escenario algún día”.
Entonces me iba a mi pueblo, en Las Hurdes, me metía en un pinar al lado de la carretera, colgaba linternas de los pinos, ponía la tapa de un bidón en el suelo para que levantara polvo… flipas. Me llevaba un casete con música y daba conciertos en playback. Yo solo, haciendo posturas, levantando polvo como si fuera humo. La peña del pueblo venía a mirar como si fuera un concierto de verdad. Tendría ocho o nueve años.

Para terminar, recomiéndame una serie y una peli.
De series, A dos metros bajo tierra. Me parece el mejor final de la historia de la televisión. Esos últimos minutos, viendo pasar la vida de los protagonistas, son brutales.
De cine, me quedo con Sed de mal de Orson Welles, aunque Casablanca o El halcón maltés son obras maestras. Sed de mal tiene un plano secuencia inicial histórico y una atmósfera increíble. Una obra de arte.
