La evolución de Xavibo: "Antes justificaba todo lo que hacía, ahora soy capaz de girar el dedo y señalarme"
El artista se propuso enfrentarse a la soledad durante un duelo. Tras 13 días de clausura en un local del barrio madrileño de Malasaña —un número que no es casual—, el mallorquín se presenta ante el público con un nuevo trabajo: No te enamores. Un camino por la nostalgia y la exploración musical con el que ha vuelto a casa.
"Quise mirar y entré dentro de mi interior; entonces me di cuenta de que había alguien más metido en esta habitación, y escucho lo que piensa, hay en el vacío un reflejo mío", narraba Robe en la canción Poema sobrecogido de Extremoduro. Algo similar le pasó a Xavibo (Mallorca, 1996) en el inicio de una travesía que ha profundizado las entrañas de la soledad. Un camino que recorrió las redes sociales y los medios de comunicación cuando se conoció que el artista se había clausurado en un local del barrio madrileño de Malasaña. Tras trece días alejado de las redes sociales y exponiendo su vida a las calles de la capital, lanzó el pasado 13 de junio su nuevo trabajo: No te enamores. Un camino en solitario donde la nostalgia es uno de los ingredientes que vertebran la obra.
Xavier Bofill Pérez llega a El HuffPost prácticamente cumplidos los trece días desde el lanzamiento del disco. Un número que le ha acompañado desde su infancia y que lleva impreso en su piel en un tatuaje que comparte con su hermana. El álbum cuenta con doce canciones, una forma —dice— de mantenerse en una creación constante, en busca de una 'canción 13' que todavía no ha encontrado, pero que confía en que hallará en el futuro. Un trabajo donde se desnuda ante sus oyentes; sólo, sin colaboraciones. Un sendero solitario por los entresijos de la melancolía donde repasa con el corazón una vida, la suya, y con el que también agradece a aquellos que se quedaron, al aprendizaje que brota después de cualquier herida. Un retrato crudo del desamor armonizado con el folk, el nuevo género con el que el mallorquín se desenvuelve y donde, incluso, se ha atrevido a cantar en catalán en un reencuentro con sus raíces.
A falta de unas horas para que se cumplan los trece días de la salida del disco, ¿cómo has recibido la acogida del trabajo?
Estoy muy feliz. Es un disco que me hacía mucha ilusión sacar. A diferencia de otros en los que el día antes del estreno siempre suelo querer quemarlos y que nunca salgan a la luz, con este tenía muchas ganas. Creo que eso también se proyecta a quien lo recibe y creo que lo han recibido con la misma ilusión que yo, por ello la acogida ha sido increíble y estoy tan contento.
¿Qué significa ese número trece al que siempre haces referencia y que se ve constantemente a lo largo de tu trayectoria?
Para mí el trece es mi familia, mi casa, mi isla. Es como el que lleva el escudo de su equipo a todos lados, siempre que puedo saco todo el día trece, que todo sean trece canciones. De hecho mi madre siempre me felicita cada trece del mes. Me pone "Feliz día 13, cariño". En Mallorca vivimos en el 013, en el portal 13, la plaza de parking también es la 13 y mi perra se llama Trece. Es una insignia un poco de mi familia. Incluso, mi hermana y yo lo llevamos tatuado y para mí es una forma de homenajearla siempre.
Sin embargo, No te enamores tiene doce canciones, ¿qué ha pasado con la última?
Siempre digo que me gusta ver el trabajo como un working progress. No todo es la obra final de nuestra vida y eso hace quitarme muchísima presión por la mala gestión de las expectativas. Me apetecía mucho que fuera un trabajo incompleto y que tuviera 12 canciones. En algún momento tendrá una 'canción 13', pero por ahora no la tengo. Eso también me ayuda a saber qué hacer después del disco, porque siempre estoy en esa búsqueda después de la creación, siempre me deja un sabor agridulce y me gusta que ahora ese "después" tenga un motivo, que sea como la búsqueda de ese tema.
Cuando acabas un disco estás en tierra de nadie. No sabes cuál es el siguiente paso y, por ahora, al menos sé que tengo que hacer una canción. Además, también me gusta porque coincido en tiempo con mis fans. Normalmente cuando saco un trabajo han pasado dos años desde que compuse el primer tema y es un constante baile al descompás con ellos. Ahora ellos están esperando la 'canción 13' y yo también. Me gusta que estemos en el mismo momento.
Hablando un poco más del disco y de tus letras. La melancolía, el desamor o la nostalgia siempre son ingredientes clave, ¿qué tiene esa tristeza que no tengan otras emociones para transmitir al público?
Yo siempre digo que la nostalgia es el sentimiento más poderoso de todos porque es el único que junta dos emociones: la tristeza y la alegría. Al final es recordar momentos alegres con tristeza y creo que esa unión de dos sentimientos es súper poderosa. Desde ahí me gusta mucho crear y creo que no sé hacerlo de otra manera. Siempre digo que soy una persona que está en constante creación y siempre hago alusión a mis recuerdos y vivencias.

Durante el desamor o el duelo siempre suelen reflorecer otros amores: los amigos, la familia, hobbies, uno mismo... ¿Crees que hacer un álbum de desamor también es, en parte, hacer un disco de amor a los que se quedaron?
Un desamor es como un luto. Es un poco lo que puede pasar en un funeral: pierdes a alguien y de repente te encuentras con muchísimas otras personas, os abrazáis y quizás recordáis otros sentimientos que tenías olvidados. Sí, creo que en los momentos de bajón se ve mucho la gente que está o la gente que quiere estar contigo.
Cuando eres un pesado hablando siempre de lo mismo, cuando estás llorando por decimoquinta vez de lo mismo, con el mismo tema. Creo que se nota la gente que es capaz de aguantarte y quiere hacerlo. Entonces sí, el disco es un honor y una oda a a la gente que me rompió el corazón, pero también a la gente que me lo reconstruye y se quedó.
Empezaste con el rap, después fuiste navegando por varias modalidades de lo urbano y ahora el folk, ¿cómo ha sido el proceso de llegar hasta aquí y qué has encontrado en este género con el que te sientes tan cómodo?
Empiezo en el rap porque es el género que más se asemeja a la poesía, que es lo que hacía antes. Lo descubro y pienso "wow, no hace falta cantar bien para dedicarse a la música". Creo que el rap te permite hacer letras muy amplias, te deja escribir muchísimo en una misma canción y eso me atraía. Luego hay mucho del cantautor que me ponía mi padre en el coche como Serrat, Sabina o Robe —que no lo ponía tanto mi padre, pero que he estado escuchando últimamente— que también me atrapa.
De adolescente escuchaba mucho a Bon Iver. Creo que esa unión de folk americano, guitarras acústicas, unas letras de cantautor o unos versos más urbanos tienen sentido. Y repasando un poco mi discografía, veo temas como Llorar al revés o Las flores que me das que también caminaban hacia el folk, pero que en ese momento no sabía identificarlo. Al final soy una persona que escribe constantemente y en el proceso de componer estamos con una guitarra, sacamos una rueda de acordes, empiezo a improvisar —que me viene del rap—, vamos puliendo melodías y recurro a mi libreta. En definitiva, el proceso sigue siendo el mismo que antes.
El pasado mes de abril te encerraste en un escaparate en Malasaña con el eslogan "Aprender a estar solo", que incluso trascendió en redes sociales y medios de comunicación, la pregunta es obligada, ¿lo conseguiste?
No sé si aprendí a estar solo, pero sí que aprendí a estar presente. Creo que la era digital nos ha quitado eso y nos ha restado un punto de humanidad. Desde que existen las redes sociales nunca había estado 13 días sin mirar el móvil y creo que esa presencia es lo más parecido a estar feliz al darnos tranquilidad. También me hacía mucha ilusión hacer esa actuación, ese monólogo, esa performance. Me parecía una paradoja muy bonita enseñar la soledad en público y creo que al final la gente formó parte de esa obra. Tenía el eslogan de "Aprender a estar solo" y ellos no me dejaban mucho hacerlo. También era una crítica un poco a que la sociedad favorece mucho la vida en pareja. Hay mucha gente que está sola o mucha gente que que quiere estar feliz estando sin una.
Después de tantos días en un escaparate, habrás vivido momentos buenos y malos, ¿con qué te quedas de todo ello? ¿Cómo viste el exterior desde la burbuja?
Con sentimientos encontrados porque al final le compartí la ubicación donde vivía con todo el mundo. Había gente que me quería mucho y venía a dejarme cartas por debajo de la puerta o en el buzón, o a dejarme comida y cosas muy bonitas. Hubo una chica que me estaba retratando y eso me generó a mí como una especie de escudo, de seguridad. Me quedé dormido mientras ella me dibujaba porque sentía que no iba a venir nadie a molestarme.
Pero sí que es verdad que por la noche, con grupos grandes —normalmente hombres borrachos—, sí que hubo momentos de miedo. Y de hecho estuve durante unos días que me salió un tic en el ojo. Me pareció triste de cara a la sociedad. Si hay gente capaz de hacer las cosas que hizo habiendo una cámara grabando las 24 horas y un cristal, no me quiero imaginar lo que le hacen cuando no hay nada.

Al salir sería un aluvión de reacciones e impresiones, más con el impacto que tuvo la acción, ¿cómo lo viviste y cómo recibiste las críticas?
Yo salgo, abro las redes sociales, y me acuerdo que vi la notificación que ponía "más 200.000 seguidores" o mis amigos diciéndome "no sabes lo que ha pasado". Al principio mucha alegría porque habíamos hecho una acción que al final es una performance, una obra, pero no deja de acompañar a la música que es donde quiero que se centre la atención. Y a nivel de marketing habíamos superado con creces nuestras expectativas.
Los artistas tenemos un ego muy frágil y, por ejemplo, cuando te dicen que una canción no es buena te lo empiezas a creer. Pero sí que es verdad que esas críticas sí que me afectaron. Lo que digo ahora es que en vez de pagar el odio con odio, prefiero pagar el odio con compasión. No sé lo que viven esas personas e igual es su manera de desinhibirse del mundo. Intento mantener el foco en la gente que me quiere, en la parte positiva. También le tengo que dar las gracias a mi psicóloga. Creo que ir a terapia es algo que me está ayudando muchísimo a sobrellevar todo y a vivir en general. Es por ello que ahora estoy escribiendo menos y, de hecho, no estoy haciendo casi música. Antes esa parte de contar mis problemas sólo lo hacía conmigo mismo y con un folio. Por eso para mí la escritura es lo más grande que hay y por eso es lo que más peso tiene en mis canciones.
En los momentos de soledad o de desamor que estamos comentando, uno siempre tiene la necesidad de volver a casa, ¿es por ello que te has atrevido a cantar en catalán? ¿Te ha dado más herramientas a la hora de componer?
Mallorca es mi gran amor y desamor. Es complicado vivir lejos de casa y echando de menos siempre a tus amigos, tu familia, tu lugar. Niguls, que es la canción que escribí en catalán, viene un poco precedida con que paso un tiempo con una chica de de Barcelona que me enseña muchísimo de la cultura y música catalana; y conecta mucho con una parte de mi infancia, porque mi padre y su familia es catalana. Y de repente hay cosas que necesito y sólo puedo expresar en esa lengua. También pienso en mi isla y en Mallorca, claro.
El catalán despierta mi niño interior. Conectar desde el niño es muy diferente a conectar desde el ahora: hay cosas que siento que sólo puedo expresar en catalán o mallorquín. Y también a la hora de componer es un idioma que musicalmente es nuevo para mí, entonces me da otras herramientas y son palabras que nunca he rimado. Me siento mucho más inspirado y mucho más fresco en catalán que en castellano ahora mismo.
¿Por qué crees que ahora en la escena se está volviendo tanto a las raíces, a los orígenes de cada uno?
Creo que en este mundo estamos acostumbrados a explotarlo, magnificarlo y trabajarlo todo y no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Una vez que pasa todo eso empezamos a ser conscientes y pensamos en lo que teníamos antes. Creo que es un poco el factor este nostálgico. Yo por ejemplo ahora pienso muchísimo en Mallorca. Cuando voy a mi isla y la veo masificada, llena de turistas, sin regulaciones y empiezo a pensar en lo que tenía antes y no valoré. Mi cabeza vuelve mucho a los orígenes, vuelve a aquel lugar de hace muchísimos años.

Ahora afrontas una nueva gira, ¿crees que hay algo similar con aquellos días encerrado en un escaparate con exponerte delante de cientos de personas en tus conciertos?
La vida del artista es muy parecida a estar en un escaparate. Al final tú enseñas lo que tú quieres enseñar y en un escaparate la gente se para a mirar, cree que conoce lo que hay dentro, pero nadie puede entrar realmente. Entonces siento que es muy similar. También esa sensación de soledad, pero rodeado de gente. Aunque sí que es verdad que los conciertos para mí es lo más parecido a meditar, es lo que más se asemeja a estar presente. Me olvido del lugar en el que estoy, el cuerpo del que habito y hasta de la hora que es. Y eso me pasa con muy pocas cosas en la vida.
Sin embargo, en los conciertos se vive la paradoja de que, a pesar de las letras tristes, hay un gran ambiente festivo y de alegría, ¿cómo es eso?
Creo que mi madre me ha educado muy bien en ese sentido, de que drama en más tiempo es igual a comedia. Es importante reírse de lo que nos duele y tirar hacia adelante. Por eso un poco el último tema del disco, que se llama Amor mío, que para mí era una manera de acabar bailando. Soy muy así, muy fan de la tragicomedia, y y creo que es importante también reírse de lo que nos duele para sobrellevarlo. Mi madre lo ha hecho así siempre y la tengo a ella como ejemplo.
Después de todo este proceso que has pasado de soledad, desamor, ruptura, un escaparate, el disco, la exposición más cruda de tus sentimientos... ¿Cómo crees que has cambiado, evolucionado y, sobre todo, cómo te ves de aquí en un futuro como artista?
Creo que he cambiado mucho. Y bendito cambio. Todos mis actos en el pasado los justificaba —"si yo hago esto, es porque a mí me han hecho esto" o "esta acción es debido a este trauma"— y creo que los problemas que tienes por dentro no justifican tu comportamiento. Ahora soy capaz de girar el dedo que señala y señalarme a mí mismo, trabajarme e intentar cambiar mi manera de pensar para cambiar mi manera de ser.
Antes no era capaz de ello. Creo que este "poder" me va a llevar mucho más lejos de lo que me ha llevado hasta ahora. Así que como artista intento no crear una mala gestión de mis expectativas, pero me encantaría hacer una gira latinoamericana. Pero ahora en lo que pienso, y lo que sobre todo me gustaría, es encontrar a alguien con con quien estar feliz, formar una familia, comprarme una casa en Mallorca y estar allí.