La historia detrás de la última beata quemada por la Inquisición
Acabó en la hoguera por "pecadora" y "hereje".
La historia detrás de la última beata quemada por la Inquisición
Acabó en la hoguera por "pecadora" y "hereje".
La historia detrás de la última beata quemada por la Inquisición
Acabó en la hoguera por "pecadora" y "hereje".
La historia detrás de la última beata quemada por la Inquisición
Acabó en la hoguera por "pecadora" y "hereje".
La historia detrás de la última beata quemada por la Inquisición
Acabó en la hoguera por "pecadora" y "hereje".

A finales del siglo XVIII, cuando la Ilustración ya iluminaba Europa con sus ideas de razón y progreso, la Inquisición Española aún tenía fuerzas para encender una de sus últimas hogueras. En ella ardió María de los Dolores López, más conocida como la Beata Dolores, la última mujer justiciada por el Santo Oficio en España.
La historia, de dolores, una niña cuya infancia fue marcada por la fe y el martirio, ha sido recogida en el libro Putas, brujas y locas de Mado Martínez, donde el autor revela los oscuros ideales del fanatismo religioso y la hipocresía clerical.
Su infancia
Nacida alrededor de 1739 en una familia humilde, Dolores creció en un entorno profundamente religioso. Desde pequeña mostró una gran devoción que rozaba la obsesión, sometiéndose a ayunos extremos, flagelaciones y penitencias con un claro componente de sadomasoquista.
Según se registró en el Archivo Teológico de Granada A los 12 años, una infección, posiblemente derivada de la viruela, la dejó ciega. Sin embargo, ella siguió su vida con normalidad y su fe la llevó a ingresar en varios conventos, de los que terminó siendo expulsada por su conducta "indecorosa" y sus peculiares interpretaciones de la castidad.
Amante de sacerdotes
A pesar de su ceguera, la Beata Dolores despertaba una fascinación inquietante en los sacerdotes, a quienes buscaba como guías espirituales y con quienes terminaron estableciendo relaciones que trascendían lo estrictamente religioso.
Su vida giraba en torno a una particular interpretación del molinismo, una doctrina cristiana basada en el libre albedrío, combinada con sus arrebatos místicos y prácticas de autoflagelación.
Sin embargo, lo que terminó sellando su destino no fue su relación con sacerdotes, sino su vínculo con otra monja, visto como un acercamiento "excesivo". La Inquisición no tardó en tomar cartas en el asunto y, en 1781, la arrestó y sometió a juicio.
Un juicio sin escapatoria
Encarcelada y sometida a interrogatorios, Dolores nunca se declaró culpable. Se mantuvo firme en su inocencia e incluso adoptó el papel de mártir como aquellos santos a los que admiraba. Mientras ella se enfrentaba a su destino con valentía, los sacerdotes implicados sí pidieron perdón y fueron absueltos.
La última hoguera de la Inquisición
Según explica Mado Martínez en su libro, el 24 de agosto de 1781, la Beata Dolores fue sacada en procesión vestida de negro y con una mordaza para evitar que "soltara más herejías".
Antes de ser quemada, pidió confesarse, lo que le permitió evitar el tormento de las llamas en vida. A las 17.00 horas, se le aplicó garrote vil, y su cuerpo inerte fue colocado en la pira, donde ardió hasta 21.00 horas. Sus cenizas fueron esparcidas, como símbolo de su total aniquilación.
A finales del siglo XVIII, cuando la Ilustración ya iluminaba Europa con sus ideas de razón y progreso, la Inquisición Española aún tenía fuerzas para encender una de sus últimas hogueras. En ella ardió María de los Dolores López, más conocida como la Beata Dolores, la última mujer justiciada por el Santo Oficio en España.
La historia, de dolores, una niña cuya infancia fue marcada por la fe y el martirio, ha sido recogida en el libro Putas, brujas y locas de Mado Martínez, donde el autor revela los oscuros ideales del fanatismo religioso y la hipocresía clerical.
Su infancia
Nacida alrededor de 1739 en una familia humilde, Dolores creció en un entorno profundamente religioso. Desde pequeña mostró una gran devoción que rozaba la obsesión, sometiéndose a ayunos extremos, flagelaciones y penitencias con un claro componente de sadomasoquista.
Según se registró en el Archivo Teológico de Granada A los 12 años, una infección, posiblemente derivada de la viruela, la dejó ciega. Sin embargo, ella siguió su vida con normalidad y su fe la llevó a ingresar en varios conventos, de los que terminó siendo expulsada por su conducta "indecorosa" y sus peculiares interpretaciones de la castidad.
Amante de sacerdotes
A pesar de su ceguera, la Beata Dolores despertaba una fascinación inquietante en los sacerdotes, a quienes buscaba como guías espirituales y con quienes terminaron estableciendo relaciones que trascendían lo estrictamente religioso.
Su vida giraba en torno a una particular interpretación del molinismo, una doctrina cristiana basada en el libre albedrío, combinada con sus arrebatos místicos y prácticas de autoflagelación.
Sin embargo, lo que terminó sellando su destino no fue su relación con sacerdotes, sino su vínculo con otra monja, visto como un acercamiento "excesivo". La Inquisición no tardó en tomar cartas en el asunto y, en 1781, la arrestó y sometió a juicio.
Un juicio sin escapatoria
Encarcelada y sometida a interrogatorios, Dolores nunca se declaró culpable. Se mantuvo firme en su inocencia e incluso adoptó el papel de mártir como aquellos santos a los que admiraba. Mientras ella se enfrentaba a su destino con valentía, los sacerdotes implicados sí pidieron perdón y fueron absueltos.
La última hoguera de la Inquisición
Según explica Mado Martínez en su libro, el 24 de agosto de 1781, la Beata Dolores fue sacada en procesión vestida de negro y con una mordaza para evitar que "soltara más herejías".
Antes de ser quemada, pidió confesarse, lo que le permitió evitar el tormento de las llamas en vida. A las 17.00 horas, se le aplicó garrote vil, y su cuerpo inerte fue colocado en la pira, donde ardió hasta 21.00 horas. Sus cenizas fueron esparcidas, como símbolo de su total aniquilación.
A finales del siglo XVIII, cuando la Ilustración ya iluminaba Europa con sus ideas de razón y progreso, la Inquisición Española aún tenía fuerzas para encender una de sus últimas hogueras. En ella ardió María de los Dolores López, más conocida como la Beata Dolores, la última mujer justiciada por el Santo Oficio en España.
La historia, de dolores, una niña cuya infancia fue marcada por la fe y el martirio, ha sido recogida en el libro Putas, brujas y locas de Mado Martínez, donde el autor revela los oscuros ideales del fanatismo religioso y la hipocresía clerical.
Su infancia
Nacida alrededor de 1739 en una familia humilde, Dolores creció en un entorno profundamente religioso. Desde pequeña mostró una gran devoción que rozaba la obsesión, sometiéndose a ayunos extremos, flagelaciones y penitencias con un claro componente de sadomasoquista.
Según se registró en el Archivo Teológico de Granada A los 12 años, una infección, posiblemente derivada de la viruela, la dejó ciega. Sin embargo, ella siguió su vida con normalidad y su fe la llevó a ingresar en varios conventos, de los que terminó siendo expulsada por su conducta "indecorosa" y sus peculiares interpretaciones de la castidad.
Amante de sacerdotes
A pesar de su ceguera, la Beata Dolores despertaba una fascinación inquietante en los sacerdotes, a quienes buscaba como guías espirituales y con quienes terminaron estableciendo relaciones que trascendían lo estrictamente religioso.
Su vida giraba en torno a una particular interpretación del molinismo, una doctrina cristiana basada en el libre albedrío, combinada con sus arrebatos místicos y prácticas de autoflagelación.
Sin embargo, lo que terminó sellando su destino no fue su relación con sacerdotes, sino su vínculo con otra monja, visto como un acercamiento "excesivo". La Inquisición no tardó en tomar cartas en el asunto y, en 1781, la arrestó y sometió a juicio.
Un juicio sin escapatoria
Encarcelada y sometida a interrogatorios, Dolores nunca se declaró culpable. Se mantuvo firme en su inocencia e incluso adoptó el papel de mártir como aquellos santos a los que admiraba. Mientras ella se enfrentaba a su destino con valentía, los sacerdotes implicados sí pidieron perdón y fueron absueltos.
La última hoguera de la Inquisición
Según explica Mado Martínez en su libro, el 24 de agosto de 1781, la Beata Dolores fue sacada en procesión vestida de negro y con una mordaza para evitar que "soltara más herejías".
Antes de ser quemada, pidió confesarse, lo que le permitió evitar el tormento de las llamas en vida. A las 17.00 horas, se le aplicó garrote vil, y su cuerpo inerte fue colocado en la pira, donde ardió hasta 21.00 horas. Sus cenizas fueron esparcidas, como símbolo de su total aniquilación.
A finales del siglo XVIII, cuando la Ilustración ya iluminaba Europa con sus ideas de razón y progreso, la Inquisición Española aún tenía fuerzas para encender una de sus últimas hogueras. En ella ardió María de los Dolores López, más conocida como la Beata Dolores, la última mujer justiciada por el Santo Oficio en España.
La historia, de dolores, una niña cuya infancia fue marcada por la fe y el martirio, ha sido recogida en el libro Putas, brujas y locas de Mado Martínez, donde el autor revela los oscuros ideales del fanatismo religioso y la hipocresía clerical.
Su infancia
Nacida alrededor de 1739 en una familia humilde, Dolores creció en un entorno profundamente religioso. Desde pequeña mostró una gran devoción que rozaba la obsesión, sometiéndose a ayunos extremos, flagelaciones y penitencias con un claro componente de sadomasoquista.
Según se registró en el Archivo Teológico de Granada A los 12 años, una infección, posiblemente derivada de la viruela, la dejó ciega. Sin embargo, ella siguió su vida con normalidad y su fe la llevó a ingresar en varios conventos, de los que terminó siendo expulsada por su conducta "indecorosa" y sus peculiares interpretaciones de la castidad.
Amante de sacerdotes
A pesar de su ceguera, la Beata Dolores despertaba una fascinación inquietante en los sacerdotes, a quienes buscaba como guías espirituales y con quienes terminaron estableciendo relaciones que trascendían lo estrictamente religioso.
Su vida giraba en torno a una particular interpretación del molinismo, una doctrina cristiana basada en el libre albedrío, combinada con sus arrebatos místicos y prácticas de autoflagelación.
Sin embargo, lo que terminó sellando su destino no fue su relación con sacerdotes, sino su vínculo con otra monja, visto como un acercamiento "excesivo". La Inquisición no tardó en tomar cartas en el asunto y, en 1781, la arrestó y sometió a juicio.
Un juicio sin escapatoria
Encarcelada y sometida a interrogatorios, Dolores nunca se declaró culpable. Se mantuvo firme en su inocencia e incluso adoptó el papel de mártir como aquellos santos a los que admiraba. Mientras ella se enfrentaba a su destino con valentía, los sacerdotes implicados sí pidieron perdón y fueron absueltos.
La última hoguera de la Inquisición
Según explica Mado Martínez en su libro, el 24 de agosto de 1781, la Beata Dolores fue sacada en procesión vestida de negro y con una mordaza para evitar que "soltara más herejías".
Antes de ser quemada, pidió confesarse, lo que le permitió evitar el tormento de las llamas en vida. A las 17.00 horas, se le aplicó garrote vil, y su cuerpo inerte fue colocado en la pira, donde ardió hasta 21.00 horas. Sus cenizas fueron esparcidas, como símbolo de su total aniquilación.
A finales del siglo XVIII, cuando la Ilustración ya iluminaba Europa con sus ideas de razón y progreso, la Inquisición Española aún tenía fuerzas para encender una de sus últimas hogueras. En ella ardió María de los Dolores López, más conocida como la Beata Dolores, la última mujer justiciada por el Santo Oficio en España.
La historia, de dolores, una niña cuya infancia fue marcada por la fe y el martirio, ha sido recogida en el libro Putas, brujas y locas de Mado Martínez, donde el autor revela los oscuros ideales del fanatismo religioso y la hipocresía clerical.
Su infancia
Nacida alrededor de 1739 en una familia humilde, Dolores creció en un entorno profundamente religioso. Desde pequeña mostró una gran devoción que rozaba la obsesión, sometiéndose a ayunos extremos, flagelaciones y penitencias con un claro componente de sadomasoquista.
Según se registró en el Archivo Teológico de Granada A los 12 años, una infección, posiblemente derivada de la viruela, la dejó ciega. Sin embargo, ella siguió su vida con normalidad y su fe la llevó a ingresar en varios conventos, de los que terminó siendo expulsada por su conducta "indecorosa" y sus peculiares interpretaciones de la castidad.
Amante de sacerdotes
A pesar de su ceguera, la Beata Dolores despertaba una fascinación inquietante en los sacerdotes, a quienes buscaba como guías espirituales y con quienes terminaron estableciendo relaciones que trascendían lo estrictamente religioso.
Su vida giraba en torno a una particular interpretación del molinismo, una doctrina cristiana basada en el libre albedrío, combinada con sus arrebatos místicos y prácticas de autoflagelación.
Sin embargo, lo que terminó sellando su destino no fue su relación con sacerdotes, sino su vínculo con otra monja, visto como un acercamiento "excesivo". La Inquisición no tardó en tomar cartas en el asunto y, en 1781, la arrestó y sometió a juicio.
Un juicio sin escapatoria
Encarcelada y sometida a interrogatorios, Dolores nunca se declaró culpable. Se mantuvo firme en su inocencia e incluso adoptó el papel de mártir como aquellos santos a los que admiraba. Mientras ella se enfrentaba a su destino con valentía, los sacerdotes implicados sí pidieron perdón y fueron absueltos.
La última hoguera de la Inquisición
Según explica Mado Martínez en su libro, el 24 de agosto de 1781, la Beata Dolores fue sacada en procesión vestida de negro y con una mordaza para evitar que "soltara más herejías".
Antes de ser quemada, pidió confesarse, lo que le permitió evitar el tormento de las llamas en vida. A las 17.00 horas, se le aplicó garrote vil, y su cuerpo inerte fue colocado en la pira, donde ardió hasta 21.00 horas. Sus cenizas fueron esparcidas, como símbolo de su total aniquilación.
