Las islas a poco más de 150 km que España perdió frente a Portugal y todavía siguen generando disputa
Es uno de los desacuerdos fronterizos más antiguos de Europa occidental.

Apenas visibles en los mapas y ajenas al turismo, las Islas Salvajes emergen en el Atlántico a poco más de 160 kilómetros al norte de Tenerife. Aunque Portugal ejerce un control efectivo sobre ellas, su soberanía ha sido y sigue siendo objeto de desacuerdo con España.
Este archipiélago está compuesto por sus tres islas principales — Salvaje Grande, Salvaje Pequeña e Ilhéu de Fora— y varios islotes menores. Además, es un conjunto de islas deshabitado y sin infraestructuras turísticas. Pero su ubicación estratégica lo ha convertido en un punto clave en la disputa por el control del espacio marítimo atlántico.
La raíz del conflicto se remonta al siglo XV. En 1438, el explorador portugués Diego Gomes aseguró haber descubierto las islas. No obstante, España sostiene que marinos vinculados a la conquista de Canarias ya las conocían desde 1402, e incluso cita mapas medievales como el de los hermanos Pizzigani (1367) para avalar su versión.
Durante siglos, la titularidad de las islas pasó de manos privadas a administraciones estatales. Portugal consolidó su posición en 1938, en plena Guerra Civil Española, cuando logró el reconocimiento internacional de su soberanía. En 1971, compró oficialmente las islas a una familia de Madeira y las convirtió en un parque natural, eliminando cualquier uso privado.
El núcleo del desacuerdo
Más allá de la posesión terrestre, la verdadera disputa gira en torno a las aguas circundantes. Según España, las Salvajes son meras rocas deshabitadas y, por tanto, solo otorgan derecho a una zona marítima de 12 millas náuticas.
Por su parte, Portugal defiende que son islas habitadas por técnicos y guardias del parque y que le corresponden 200 millas de Zona Económica Exclusiva (ZEE).
Aunque en 1997 España reconoció la soberanía portuguesa sobre la tierra firme, nunca aceptó la extensión marítima asociada. Desde entonces, ambos países mantienen posturas enfrentadas sobre los derechos sobre los miles de kilómetros cuadrados de mar que rodean al archipiélago.
Sin embargo, los gobiernos han evitado que el conflicto vaya a más. La disputa permanece dentro de cauces diplomáticos, sin llegar a fricciones mayores, pero sí manteniéndose como una herida territorial no del todo cerrada.
