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Los rudimentarios elementos que usaban en el Imperio romano para tener luz en las casas y las calles
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Los rudimentarios elementos que usaban en el Imperio romano para tener luz en las casas y las calles

Cambió la vida nocturna y la seguridad en las ciudades.

Farola iluminando la calle.Getty Images/500px

Antes de la bombilla, la vida cotidiana se centraba en torno al fuego y a la luz tenue de las velas y lámparas de aceite. Las ciudades eran oscuras y la gente tenía miedo de salir de noche. En aquella época, donde la electricidad aún era impensable, los romanos encontraron formas ingeniosas e incluso lujosas de arrojar luz en la oscuridad.

En el imperio romano, la iluminación de casas, calles y espacios públicos no solo eran una necesidad funcional, sino que también reflejaba el estatus en la sociedad de cada persona, además de la seguridad y el avance tecnológico de la época.

Un imperio iluminado por el ingenio

La luz artificial en los hogares romanos dependía en gran medida de lámparas de aceite, conocidas como lucernae. Hechas principalmente de terracota, aunque también de metales como el bronce, estas lámparas eran comunes en casi todos los niveles sociales.

Su funcionamiento era sencillo pero efectivo. Se trataba de una mecha vegetal flotaba en aceite y se encendía para generar una llama constante. Sin embargo, su luz era tenue, por lo que se necesitaban varias para iluminar una habitación grande.

  Italia, Terracina, lámpara de aceite que representa el puerto del emperador Antonino Pío (Tito Aurelio Fulvus Boionio Arrio Antonino, 86-161 d.C.), época imperial, terracotaDe Agostini via Getty Images

Iluminar con estilo

Para salir a las calles durante al noche o para eventos nocturnos, se recurrían a otros artefactos como las candelas de sebo o cera eran portátiles y accesibles, mientras que las antorchas, que eran más brillantes pero menos prácticas, se reservaban para ocasiones especiales.

En las casas de la élite romana, la iluminación cumplía además una función decorativa y simbólica. Los candelabros de bronce, a menudo de hasta 1,5 metros de altura, eran piezas de arte. Decoradas con patas de león, trompas de elefante o formas mitológicas adornaban estos objetos, colocados estratégicamente para resaltar murales y mármoles durante cenas y banquetes. 

A pesar de su aparente simplicidad, las lámparas también eran un indicador del poder adquisitivo de cada hogar. El Edicto sobre Precios Máximos del emperador Diocleciano (301 d.C.) fija el precio de diez lámparas de cerámica en cuatro denarios, lo que las hacía accesibles incluso para los trabajadores libres, cuyo salario anual rondaba entre los 125 y los 250 denarios.

Arquitectura pensada para la luz

La arquitectura también ayudaba a combatir la oscuridad. Las casas romanas eran diseñadas para aprovechar al máximo la luz solar. Siguiendo las recomendaciones de arquitectos como Vitruvio, las estancias principales se orientaban al este o al norte, dependiendo de la estación, para garantizar una iluminación natural eficiente durante el día.

La iluminación pública era más limitada y, en muchos casos, dependía de los propios habitantes. Las casas solían colocar lámparas en sus entradas para dar algo de claridad a las calles durante la noche. Aun así, la oscuridad reinaba en muchas ciudades tras la puesta del sol, lo que hacía de la seguridad un asunto prioritario.

Los vigiles eran una especie de organización que patrullaban las calles armados con antorchas y lámparas. Uno de sus miembros, el exactus lanternarum, era el encargado de supervisar el uso adecuado de la iluminación urbana.