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Sorprende ver el gran yacimiento arqueológico que construyeron los aborígenes en Canarias

Sorprende ver el gran yacimiento arqueológico que construyeron los aborígenes en Canarias

Fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.

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Fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.

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Fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.

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Fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.

Sorprende ver el gran yacimiento arqueológico que construyeron los aborígenes en Canarias

Fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.

Paisaje cultural del Risco Caído y montañas sagradas de Gran Canaria (Islas Canarias)Getty Images

Entre profundos barrancos y formaciones volcánicas se encuentra, el yacimiento arqueológico de Risco Caído, un lugar que sigue sorprendiendo a expertos y visitantes por igual. Gracias a este conjunto de cuevas excavadas en roca volcánica se ha revelado un legado que desafía lo que se conocía hasta ahora sobre las antiguas culturas de las Islas Canarias.

Situado en el municipio de Artenara, Risco Caído está compuesto por 21 cuevas que habrían sido utilizadas durante al menos 600 años con fines diversos: desde vivienda y almacenamiento agrícola hasta espacios rituales y ceremoniales. 

En 2019 fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y una de sus particularidades más fascinantes es su posible uso en la antigüedad como un observatorio astronómico, aunque esta hipótesis aún genera debate entre arqueólogos.

Un calendario tallado en piedra

La cueva más emblemática del conjunto posee un orificio superior que, durante el solsticio de verano, permite el paso de los primeros rayos de sol al amanecer, iluminando misteriosamente una pared interior adornada con grabados rupestres triangulares, que muchos expertos vinculan a símbolos de fertilidad. 

Este fenómeno se repite también durante el solsticio de invierno, cuando la luz de la Luna llena ilumina el mismo muro. De hecho, gracias a esta característica, la Unesco ha incluido Risco Caído en su portal internacional de Arqueoastronomía, al considerarlo un gran ejemplo de conocimiento ancestral sobre el movimiento de los astros.

Una cultura moldeada en la roca

Las investigaciones arqueológicas apuntan a que las primeras comunidades que habitaron esta zona procedían del norte de África. Seguramente se trataban de poblaciones bereberes que llegaron alrededor del siglo I d.C. y que mantuvieron su modo de vida hasta la conquista española en el siglo XV. 

Risco Caído, junto con otros enclaves cercanos como Roque Bentayga, la Cueva de los Candiles o la Mesa de Acusa, forma parte de un paisaje cultural que integra poblados trogloditas, graneros fortificados, templos rupestres y estaciones de grabados.

Estos vestigios revelan un sofisticado sistema cultural basado en la observación de la naturaleza, el aprovechamiento agrícola del entorno y, posiblemente, prácticas religiosas vinculadas a la “Tierra Madre”, una figura sagrada en la cosmovisión de estas antiguas comunidades.

Un legado que inspira y enseña

El Centro de Interpretación del Risco Caído, ubicado también en Artenara, ofrece una recreación detallada de las cuevas y una experiencia inmersiva en la vida de los antiguos pobladores, con paneles, audiovisuales y esculturas que explican cómo medían el tiempo, cultivaban la tierra y veneraban a sus dioses.

El reconocimiento internacional como Patrimonio Mundial ha sido clave para garantizar la conservación y divulgación de este lugar único en Europa. Muchos expertos subrayan que, a pesar del aislamiento geográfico, los antiguos habitantes de Gran Canaria desarrollaron un amplio conocimiento en astronomía, arquitectura rupestre y agricultura, digno de admiración.

Entre profundos barrancos y formaciones volcánicas se encuentra, el yacimiento arqueológico de Risco Caído, un lugar que sigue sorprendiendo a expertos y visitantes por igual. Gracias a este conjunto de cuevas excavadas en roca volcánica se ha revelado un legado que desafía lo que se conocía hasta ahora sobre las antiguas culturas de las Islas Canarias.

Situado en el municipio de Artenara, Risco Caído está compuesto por 21 cuevas que habrían sido utilizadas durante al menos 600 años con fines diversos: desde vivienda y almacenamiento agrícola hasta espacios rituales y ceremoniales. 

En 2019 fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y una de sus particularidades más fascinantes es su posible uso en la antigüedad como un observatorio astronómico, aunque esta hipótesis aún genera debate entre arqueólogos.

Un calendario tallado en piedra

La cueva más emblemática del conjunto posee un orificio superior que, durante el solsticio de verano, permite el paso de los primeros rayos de sol al amanecer, iluminando misteriosamente una pared interior adornada con grabados rupestres triangulares, que muchos expertos vinculan a símbolos de fertilidad. 

Este fenómeno se repite también durante el solsticio de invierno, cuando la luz de la Luna llena ilumina el mismo muro. De hecho, gracias a esta característica, la Unesco ha incluido Risco Caído en su portal internacional de Arqueoastronomía, al considerarlo un gran ejemplo de conocimiento ancestral sobre el movimiento de los astros.

Una cultura moldeada en la roca

Las investigaciones arqueológicas apuntan a que las primeras comunidades que habitaron esta zona procedían del norte de África. Seguramente se trataban de poblaciones bereberes que llegaron alrededor del siglo I d.C. y que mantuvieron su modo de vida hasta la conquista española en el siglo XV. 

Risco Caído, junto con otros enclaves cercanos como Roque Bentayga, la Cueva de los Candiles o la Mesa de Acusa, forma parte de un paisaje cultural que integra poblados trogloditas, graneros fortificados, templos rupestres y estaciones de grabados.

Estos vestigios revelan un sofisticado sistema cultural basado en la observación de la naturaleza, el aprovechamiento agrícola del entorno y, posiblemente, prácticas religiosas vinculadas a la “Tierra Madre”, una figura sagrada en la cosmovisión de estas antiguas comunidades.

Un legado que inspira y enseña

El Centro de Interpretación del Risco Caído, ubicado también en Artenara, ofrece una recreación detallada de las cuevas y una experiencia inmersiva en la vida de los antiguos pobladores, con paneles, audiovisuales y esculturas que explican cómo medían el tiempo, cultivaban la tierra y veneraban a sus dioses.

El reconocimiento internacional como Patrimonio Mundial ha sido clave para garantizar la conservación y divulgación de este lugar único en Europa. Muchos expertos subrayan que, a pesar del aislamiento geográfico, los antiguos habitantes de Gran Canaria desarrollaron un amplio conocimiento en astronomía, arquitectura rupestre y agricultura, digno de admiración.

Entre profundos barrancos y formaciones volcánicas se encuentra, el yacimiento arqueológico de Risco Caído, un lugar que sigue sorprendiendo a expertos y visitantes por igual. Gracias a este conjunto de cuevas excavadas en roca volcánica se ha revelado un legado que desafía lo que se conocía hasta ahora sobre las antiguas culturas de las Islas Canarias.

Situado en el municipio de Artenara, Risco Caído está compuesto por 21 cuevas que habrían sido utilizadas durante al menos 600 años con fines diversos: desde vivienda y almacenamiento agrícola hasta espacios rituales y ceremoniales. 

En 2019 fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y una de sus particularidades más fascinantes es su posible uso en la antigüedad como un observatorio astronómico, aunque esta hipótesis aún genera debate entre arqueólogos.

Un calendario tallado en piedra

La cueva más emblemática del conjunto posee un orificio superior que, durante el solsticio de verano, permite el paso de los primeros rayos de sol al amanecer, iluminando misteriosamente una pared interior adornada con grabados rupestres triangulares, que muchos expertos vinculan a símbolos de fertilidad. 

Este fenómeno se repite también durante el solsticio de invierno, cuando la luz de la Luna llena ilumina el mismo muro. De hecho, gracias a esta característica, la Unesco ha incluido Risco Caído en su portal internacional de Arqueoastronomía, al considerarlo un gran ejemplo de conocimiento ancestral sobre el movimiento de los astros.

Una cultura moldeada en la roca

Las investigaciones arqueológicas apuntan a que las primeras comunidades que habitaron esta zona procedían del norte de África. Seguramente se trataban de poblaciones bereberes que llegaron alrededor del siglo I d.C. y que mantuvieron su modo de vida hasta la conquista española en el siglo XV. 

Risco Caído, junto con otros enclaves cercanos como Roque Bentayga, la Cueva de los Candiles o la Mesa de Acusa, forma parte de un paisaje cultural que integra poblados trogloditas, graneros fortificados, templos rupestres y estaciones de grabados.

Estos vestigios revelan un sofisticado sistema cultural basado en la observación de la naturaleza, el aprovechamiento agrícola del entorno y, posiblemente, prácticas religiosas vinculadas a la “Tierra Madre”, una figura sagrada en la cosmovisión de estas antiguas comunidades.

Un legado que inspira y enseña

El Centro de Interpretación del Risco Caído, ubicado también en Artenara, ofrece una recreación detallada de las cuevas y una experiencia inmersiva en la vida de los antiguos pobladores, con paneles, audiovisuales y esculturas que explican cómo medían el tiempo, cultivaban la tierra y veneraban a sus dioses.

El reconocimiento internacional como Patrimonio Mundial ha sido clave para garantizar la conservación y divulgación de este lugar único en Europa. Muchos expertos subrayan que, a pesar del aislamiento geográfico, los antiguos habitantes de Gran Canaria desarrollaron un amplio conocimiento en astronomía, arquitectura rupestre y agricultura, digno de admiración.

Entre profundos barrancos y formaciones volcánicas se encuentra, el yacimiento arqueológico de Risco Caído, un lugar que sigue sorprendiendo a expertos y visitantes por igual. Gracias a este conjunto de cuevas excavadas en roca volcánica se ha revelado un legado que desafía lo que se conocía hasta ahora sobre las antiguas culturas de las Islas Canarias.

Situado en el municipio de Artenara, Risco Caído está compuesto por 21 cuevas que habrían sido utilizadas durante al menos 600 años con fines diversos: desde vivienda y almacenamiento agrícola hasta espacios rituales y ceremoniales. 

En 2019 fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y una de sus particularidades más fascinantes es su posible uso en la antigüedad como un observatorio astronómico, aunque esta hipótesis aún genera debate entre arqueólogos.

Un calendario tallado en piedra

La cueva más emblemática del conjunto posee un orificio superior que, durante el solsticio de verano, permite el paso de los primeros rayos de sol al amanecer, iluminando misteriosamente una pared interior adornada con grabados rupestres triangulares, que muchos expertos vinculan a símbolos de fertilidad. 

Este fenómeno se repite también durante el solsticio de invierno, cuando la luz de la Luna llena ilumina el mismo muro. De hecho, gracias a esta característica, la Unesco ha incluido Risco Caído en su portal internacional de Arqueoastronomía, al considerarlo un gran ejemplo de conocimiento ancestral sobre el movimiento de los astros.

Una cultura moldeada en la roca

Las investigaciones arqueológicas apuntan a que las primeras comunidades que habitaron esta zona procedían del norte de África. Seguramente se trataban de poblaciones bereberes que llegaron alrededor del siglo I d.C. y que mantuvieron su modo de vida hasta la conquista española en el siglo XV. 

Risco Caído, junto con otros enclaves cercanos como Roque Bentayga, la Cueva de los Candiles o la Mesa de Acusa, forma parte de un paisaje cultural que integra poblados trogloditas, graneros fortificados, templos rupestres y estaciones de grabados.

Estos vestigios revelan un sofisticado sistema cultural basado en la observación de la naturaleza, el aprovechamiento agrícola del entorno y, posiblemente, prácticas religiosas vinculadas a la “Tierra Madre”, una figura sagrada en la cosmovisión de estas antiguas comunidades.

Un legado que inspira y enseña

El Centro de Interpretación del Risco Caído, ubicado también en Artenara, ofrece una recreación detallada de las cuevas y una experiencia inmersiva en la vida de los antiguos pobladores, con paneles, audiovisuales y esculturas que explican cómo medían el tiempo, cultivaban la tierra y veneraban a sus dioses.

El reconocimiento internacional como Patrimonio Mundial ha sido clave para garantizar la conservación y divulgación de este lugar único en Europa. Muchos expertos subrayan que, a pesar del aislamiento geográfico, los antiguos habitantes de Gran Canaria desarrollaron un amplio conocimiento en astronomía, arquitectura rupestre y agricultura, digno de admiración.

Entre profundos barrancos y formaciones volcánicas se encuentra, el yacimiento arqueológico de Risco Caído, un lugar que sigue sorprendiendo a expertos y visitantes por igual. Gracias a este conjunto de cuevas excavadas en roca volcánica se ha revelado un legado que desafía lo que se conocía hasta ahora sobre las antiguas culturas de las Islas Canarias.

Situado en el municipio de Artenara, Risco Caído está compuesto por 21 cuevas que habrían sido utilizadas durante al menos 600 años con fines diversos: desde vivienda y almacenamiento agrícola hasta espacios rituales y ceremoniales. 

En 2019 fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco y una de sus particularidades más fascinantes es su posible uso en la antigüedad como un observatorio astronómico, aunque esta hipótesis aún genera debate entre arqueólogos.

Un calendario tallado en piedra

La cueva más emblemática del conjunto posee un orificio superior que, durante el solsticio de verano, permite el paso de los primeros rayos de sol al amanecer, iluminando misteriosamente una pared interior adornada con grabados rupestres triangulares, que muchos expertos vinculan a símbolos de fertilidad. 

Este fenómeno se repite también durante el solsticio de invierno, cuando la luz de la Luna llena ilumina el mismo muro. De hecho, gracias a esta característica, la Unesco ha incluido Risco Caído en su portal internacional de Arqueoastronomía, al considerarlo un gran ejemplo de conocimiento ancestral sobre el movimiento de los astros.

Una cultura moldeada en la roca

Las investigaciones arqueológicas apuntan a que las primeras comunidades que habitaron esta zona procedían del norte de África. Seguramente se trataban de poblaciones bereberes que llegaron alrededor del siglo I d.C. y que mantuvieron su modo de vida hasta la conquista española en el siglo XV. 

Risco Caído, junto con otros enclaves cercanos como Roque Bentayga, la Cueva de los Candiles o la Mesa de Acusa, forma parte de un paisaje cultural que integra poblados trogloditas, graneros fortificados, templos rupestres y estaciones de grabados.

Estos vestigios revelan un sofisticado sistema cultural basado en la observación de la naturaleza, el aprovechamiento agrícola del entorno y, posiblemente, prácticas religiosas vinculadas a la “Tierra Madre”, una figura sagrada en la cosmovisión de estas antiguas comunidades.

Un legado que inspira y enseña

El Centro de Interpretación del Risco Caído, ubicado también en Artenara, ofrece una recreación detallada de las cuevas y una experiencia inmersiva en la vida de los antiguos pobladores, con paneles, audiovisuales y esculturas que explican cómo medían el tiempo, cultivaban la tierra y veneraban a sus dioses.

El reconocimiento internacional como Patrimonio Mundial ha sido clave para garantizar la conservación y divulgación de este lugar único en Europa. Muchos expertos subrayan que, a pesar del aislamiento geográfico, los antiguos habitantes de Gran Canaria desarrollaron un amplio conocimiento en astronomía, arquitectura rupestre y agricultura, digno de admiración.

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Soy redactora en El HuffPost España, donde te cuento las historias más curiosas y te intento ayudar a encontrar esos detalles que marcan la diferencia en la vida cotidiana.

 

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Mis artículos son un surtido de historias curiosas, viajes, cultura, estilo de vida, naturaleza, ¡y mucho más! Mi objetivo es despertar tu curiosidad y acompañarte con lecturas útiles y entretenidas.

  

Mi trayectoria

Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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