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'Springsteen: Deliver me from nowhere': viaje a la herida más frágil del Boss que llena estadios

'Springsteen: Deliver me from nowhere': viaje a la herida más frágil del Boss que llena estadios

La cinta protagonizada por Jeremy Allen White aborda la grabación de 'Nebraska'.

Fotograma de 'Springsteen: Deliver me from nowhere'.Disney

La figura de Bruce Springsteen, con vaqueros ceñidos y camiseta de manga corta es todo un símbolo. Himnos como Born to run, Hungry heart o Born in the USA han batido récords y se siguen cantando en estadios abarrotados cuyas entradas se agotan en horas tras salir a la venta. Muestra de ello fueron sus cinco paradas a su paso por España el pasado año. Sin embargo, el Boss es mucho más que estos himnos y en su disco Nebraska, en el que se abrió a afrontar con una grabación casera los fantasmas de su pasado, hizo patente que es un compositor sobre la realidad social americana más que un fabricante de hits.

En Springsteen: Deliver me from nowhere, Scott Cooper aborda este proceso basándose en el libro del mismo nombre de Warren Zanes publicado en 2023. De hecho, ha dejado claro que la cinta, que llega este viernes 24 de octubre a los cines, no busca una visión global de Springsteen, sino centrarse en esta época concreta del artista.

Para ello, ha contado con un espléndido Jeremy Allen White que, pese a mostrarse igual de atormentado que en The Bear (Disney +), la serie que le dio la fama, ha logrado meterse en la piel del Boss sobre el escenario y prácticamente calcar su característica voz. Lo ha logrado de la mano de Eric Vetro, el cantante y entrenador vocal que ya ayudó a Timothée Chalamet a convertirse en Bob Dylan para A complete unknown y a Austin Butler en Elvis.

Pero si algo marcó a Allen White fue ver a Springsteen en directo desfondarse, tal y como hace él en esas actuaciones en el Stone Pony o en sus multitudinarias giras, y a la vez sentir una conexión con él. En una entrevista con Trackstar recordó que la primera vez que coincidió con Springsteen fue en una actuación en Wembley ante 90.000 personas. No obstante, fue invitado a la prueba de sonido junto a sus familiares y amigos, donde tuvo cierta conexión con él. "La primera vez que hablamos fue ahí, en el foso, ante un estadio de Wembley vacío", recordó. 

"Durante la actuación veía que buscaba algo con la mirada constantemente, hasta que hizo contacto visual conmigo y pude ver cómo interpretó varias canciones directamente para mí, creo que quería transmitirme cómo se siente tener en tu mano esas 90.000 personas", detalló el actor.

A lo largo de los 120 minutos de película, Allen White pasa de la energía explosiva de Born to run a un Springsteen centrado en plasmar sus emociones en Nebraska a través de una grabación rudimentaria de estudio en su casa en el bosque en Nueva Jersey ayudado por Mike Batlan, su hasta entonces técnico de guitarra que ejerció entonces de ingeniero de sonido al que da vida Paul Walter Hauser. 

Precisamente el proceso de creación del disco, con los flashbacks a blanco y negro de su aterradora infancia, con toques cinematográficos y referencias a cintas como La noche del cazador, es de los aspectos más destacables de la cinta, que no se centra tanto en la lucha contra la major CBS porque esos Nebraska, My father's house o Atlantic City salieran tal y como él quería, como en el acompañamiento incondicional de su productor y manager Jon Landau, al que encarna Jeremy Strong ni en los grandes conciertos.

En un momento en el que los biopics musicales se estrenan a pares, lejos de querer mostrar una gran producción de directos megalómanos, Cooper prefiere mostrar al autor más atormentado. Lo que no le evita caer en los tópicos hollywoodienses del romance Faye Romano, a la que encarna Odessa Young, o recrearse en el trauma.

El camino interno de Springsteen, su reconciliación con su padre alcohólico al que da vida Stephen Graham y una catarsis que estalla en tratar la depresión que sufría contrastan en pantalla con su hermetismo hacia el exterior tanto con Landau como con su entonces interés romántico en Faye.

  Fotograma de 'Springsteen: Deliver me from nowhere'.disney

Lejos de plantear una lucha por mantener su estilo como se hizo en el biopic de Dylan o incluso los conflictos que tuvo Elvis con su manager en la cinta de Austin Butler, aquí la premisa es clara, tal y como defiende el personaje de Strong en un momento determinado: "En mi oficina se apoya y se cree en Bruce Springsteen".

Sin embargo, la herida de infancia de Springsteen le persigue durante todo el metraje, donde se recoge con detalle ese proceso de canalización en canciones que se vio influido por los crímenes de Charles Starkweather y por los cuentos de Flannery O'Connor, pero también por los sonidos experimentales e inquietantes del debut de Suicide.

La cinta muestra a un Springsteen que huye de cualquier atadura o compromiso, desde las actuaciones televisivas a las entrevistas y promociones, casi de tener una casa en propiedad o formalizar una relación sentimental con Faye. "Nunca he comprado un coche nuevo antes", dice antes de comprar su coche deportivo. Pero que pone en la mesa un debate que, lejos de nacer hace menos de 10 años, ya estaba sobre la mesa: la salud mental en el arte y, especialmente, entre los hombres y esa masculinidad impuesta.

Los daddy issues de Springsteen marcan el filme y la personalidad del artista que, lejos de seguir con la tendencia tóxica y del abuso de sustancias trágico que solemos encontrar en las estrellas de rock, se canalizaron en un trabajo que sigue siendo una de las joyas más personales del norteamericano.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

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Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
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Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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