La técnica japonesa en las aulas que hace que los profesores no tengan que intervenir prácticamente en ningún conflicto
Los estudiantes se vuelven más independientes, responsables y conscientes.
La educación es uno de los pilares fundamentales del desarrollo humano y social, y su verdadera fuerza radica en los valores que se inculcan desde la infancia. Aprender a resolver conflictos, comportarse con respeto hacia los demás, trabajar la empatía y la comprensión, y ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos son habilidades esenciales que deben cultivarse desde edades tempranas.
Más allá de los conocimientos académicos, la formación del carácter y la inteligencia emocional son pilares esenciales para construir una sociedad más equilibrada, cooperativa y solidaria. No basta con saber matemáticas, idiomas o ciencias; es igual de importante aprender a gestionar las emociones, a trabajar en equipo, a ponerse en el lugar del otro y a tomar decisiones con responsabilidad y empatía.
En este sentido, Japón ha desarrollado un modelo educativo que va mucho más allá de las notas o los exámenes: una filosofía que enseña a los niños a gestionar sus emociones y conflictos sin necesidad de que los adultos intervengan constantemente.
El enfoque Mimamoru
Se trata del enfoque Mimamoru, una técnica que ha convertido a las aulas japonesas en espacios donde los conflictos se resuelven casi sin intervención adulta. Se traduce como “observar atentamente” o “enseñar sin intervenir”, y resume una forma de educación centrada en la autonomía y la autorreflexión. En lugar de imponer disciplina mediante órdenes o castigos, los profesores permiten que los niños gestionen sus propios desacuerdos, aprendiendo a través de la experiencia.
Este enfoque está profundamente arraigado en las escuelas y familias japonesas, y funciona como una guía no escrita que moldea el carácter desde los primeros años. De hecho, según la revista Early Childhood Education, mientras que en países como Estados Unidos los niños que se portan mal suelen ser castigados o expulsados del aula, en Japón los docentes observan y acompañan sin intervenir directamente, permitiendo que los pequeños reflexionen sobre lo ocurrido y encuentren soluciones por sí mismos.
Tres niveles de intervención
Dentro del Mimamoru existen tres grados de actuación docente:
- Intervención mínima, solo cuando la seguridad del niño está en riesgo.
- No interferir en absoluto, si el conflicto puede resolverse entre los propios estudiantes.
- Ausencia total del profesor, cuando el grupo ha demostrado madurez suficiente para gestionar los desacuerdos por cuenta propia.
Esta estrategia tiene el propósito de enseñar a los niños a comprender las consecuencias de sus actos y desarrollar empatía. A largo plazo, los estudiantes se vuelven más independientes, responsables y conscientes de las emociones ajenas.