Por qué el puesto 17 de Blanca Paloma en Eurovisión no es tan malo como puede parecer

Por qué el puesto 17 de Blanca Paloma en Eurovisión no es tan malo como puede parecer 

Es el segundo mejor resultado para España desde 2014 y todos los países, incluida la poderosa Suecia, han sufrido en estos últimos años algún traspié en el concurso

Blanca Paloma, durante su actuación.TVE

España sufrió este pasado sábado otra frustración eurovisiva al ver cómo su representante, Blanca Paloma, conseguía solo ser decimoséptima en la clasificación final aunque las casas de apuestas y otros termómetros previos le auguraban hasta una quinta plaza. Pese a lograr un notable resultado entre los jurados de los diferentes países que competían en esta edición - novena clasificada con 95 puntos - los escasos cinco apoyos del televoto (tres de portugal y dos del 'resto del mundo') arruinaron todas sus opciones y la condenaron a esa discreta plaza final. Desde entonces, se habla de otro fracaso de España en Eurovisión, tendencia agudizada tras el tercer puesto de Chanel el año pasado, y algunos medios incluso hacen referencia al resultado como una "cagada". Pero, ¿es tan malo el resultado como así se habla en redes sociales? ¿Realmente Blanca Paloma nos ha devuelto a los tiempos aciagos y oscuros?

Si hablamos de las expectativas generadas en torno a la candidatura de la ilicitana, claramente hablamos de un espectacular fracaso. Desde su victoria en el Benidorm Fest, Blanca Paloma había sido una de las artistas más aplaudidas en los diferentes eventos promocionales del festival, en las casas de apuestas estaba entre las favoritas para ganar y en el tradicional sondeo de los eurofans, OGAE Poll, su Eaea había quedado en décimo lugar. Por si fuera poco, los medios extranjeros hablaba maravillas de la candidatura española y sus diferentes pases eran recibidos con vítores en la sala de prensa de Liverpool. Por tanto, si nos atenemos a la toma de temperatura de todos estos índices, es evidente que el puesto final no satisface las expectativas generadas. 

Podría decirse entonces que las opciones de Blanca Paloma estaban infladas. Y es posible. Pero siempre se tuvo en cuenta en cualquier pronóstico que era una incógnita cómo podría reaccionar el televoto ante una propuesta tan auténtica y de raíz. Se decía que podría repetir las gestas de Salvador Sobral (2017) o Jamala (2016), pero también que se podía generar una absoluta indiferencia. Era una apuesta arriesgada, y como tal se jugaba con un factor de imprevisibilidad. Y así fue: se lanzó la moneda al aire y salió cruz. 

Siempre se dice que los resultados lo son todo en cualquier competición. Si es así, analicemos el resultado de Blanca Paloma de forma objetiva. La ilicitana quedó en decimoséptimo lugar, una posición muy alejada del bronce de Chanel el año pasado. Sin embargo, también es nuestro segundo mejor resultado en ocho años. Entremedias, España ha sufrido el puesto 21 de Edurne, el 22 de Barei, el 26 de Manel Navarro, el 23 de Amaia y Alfred, el 22 de Miki y el 24 de Blas Cantó. 

Por tanto, aunque sea por deméritos de las otras candidaturas, el puesto de Blanca Paloma está por encima de los obtenidos por todos ellos. Y sí, ha sido la peor puntuación del televoto para España desde Manel Navarro, pero también el tercer mejor resultado en el jurado desde que en 2009 volvieran los expertos.

Y todo con una nana flamenca por bulerías y de esencia lorquiana, una apuesta transgresora que se ejecutó magistralmente tanto en la interpretación como en la puesta en escena. Nunca antes España había llevado una actuación tan bien trabajada desde el apartado técnico. Factores que inciden sobre el resultado final pero que no siempre son recompensados en su justa medida. España arriesgó llevando un producto diferente y bien trabajado. No ha funcionado, obvio, pero nunca puede tomarse como propuesta fallida llevar calidad a un concurso.

Tal vez algunos esperaban que, después de la introducción del Benidorm Fest y el tercer puesto de Chanel, todo iban a ser alegrías para la delegación española. Pero la propia trayectoria hasta de los países más exitosos de Eurovisión demuestran que no es así. Sólo Italia ha conseguido mantenerse dentro del top10 los últimos cinco años de concurso. Todos los demás países, hasta la poderosa Suecia, han sufrido uno o varios descalabros. El sueco Tusse, por ejemplo, fue decimocuarto en 2021. 

  Käärijä en su actuación en Eurovisión 2023.dpa/picture alliance via Getty I

Incluso, países que están remontando tras años de malos resultados también tienen sus obvios resbalones. Finlandia, segunda este año con el Cha Cha Cha de Käärijä, reforzó su apuesta por Eurovisión en 2021 tras no ser top10 desde 2006. Ese año, consiguieron ser sextos con el rock de Blind Channel. En la siguiente edición mantuvieron la apuesta por este género enviando a los mediáticos The Rasmus. Resultado: puesto 22. Sin embargo, lejos de venirse abajo, han decidido mantener el plan trazado y han seguido enviando opciones arriesgadas al festival. La mezcla del metal con Rammstein y K-pop (y en finés) de Käärijä se sale fuera de la norma, pero gracias a ella han conseguido una exitosa segunda plaza este año y ser la opción más votada por el público.

Otro ejemplo es Suiza. El país helvético estuvo de 2015 a 2018 sin pasar a la final. En 2019 decidieron cambiar su trayectoria y enviar a Luca Hanni con su vibrante She got me. Así, lograron la cuarta plaza. Un año después, fueron terceros con Gjon's Tears y su canción Tout l'universe. Un tema que, incluso, fue un gran éxito en España al ser tema principal de un famoso documental. En las dos últimas ediciones, Suiza no han disfrutado de la misma fortuna y se ha quedado lejos del top10. Pero, en cambio, con sus dos representaciones sí han pasado a la final y han vuelto a tener un peso específico en el concurso.

Estos ejemplos, sólo un par de todos los que podrían citarse, dan buena cuenta de lo que es Eurovisión. El festival no infravalora las candidaturas españolas ni la ilusión de ganar resulta una mera quimera. Eso sí, requiere de mucho esfuerzo y trabajo llevarse el micrófono de cristal. 

RTVE, con su nuevo equipo en la dirección y con el Benidorm Fest como método de preselección, sigue recorriendo el único camino posible que nos puede llevar a la victoria. No hay que deprimirse por un discreto (que no malo) resultado, sino aprender de la experiencia en la competición, evaluar el trabajo desarrollado y seguir apostando por la calidad. Porque sólo con buenas apuestas se podrán conseguir buenas clasificaciones. Y quizá, por qué no, algún día el ansiado triunfo.

 

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Licenciado en periodismo por la Universidad Carlos III. Actualmente, es redactor de política en El Huffington Post, tras nueve años como coordinador en ABC, cuatro como director digital en el grupo COPE y seis meses en Mediaset. Puedes contactar con él en javier.escartin@huffpost.es