Valentina Palazzo, bióloga nutricionista: "En invierno cenar antes de las 19 significa respetar la secuencia natural de la digestión y el sueño"
Hay ciertos hábitos que, reconduciéndolos, pueden tener efectos tremendamente positivos en nuestro cuerpo y día a día en la época invernal.

Cuando llega el invierno, la luz solar se esfuma en un suspiro. Salimos del trabajo y ya es de noche. El frío invita a recogerse, a bajar el ritmo, a buscar el calor de casa y de platos confortables. Sin embargo, la mayoría seguimos viviendo como si fuese verano: cenas tardías, pantallas encendidas hasta bien entrada la noche y una relación confusa con el propio apetito.
Por este motivo, es importante interiorizar la idea clave que defiende la bióloga nutricionista Valentina Palazzo: nuestro cuerpo, guiado por la luz solar, cambia sus tiempos biológicos según la estación. Comer tarde cuando afuera ya es noche cerrada no solo contradice ese reloj interno, sino que perjudica la calidad del descanso y la forma en que metabolizamos los alimentos.
El ritmo del cuerpo también se abriga en invierno
Palazzo, especialista del centro médico LabQuarantadue de Milán, recuerda que el organismo no improvisa: “Funcionamos con un reloj biológico muy preciso, conocido como ritmo circadiano, que regula desde el metabolismo hasta la producción hormonal”.
En invierno, cuando anochece mucho antes, el cuerpo se prepara para dormir antes. La melatonina -la hormona que induce el sueño- empieza a segregarse por la tarde, marcando el fin de la jornada para todas nuestras funciones fisiológicas.
Si a esa hora seguimos comiendo de manera copiosa o nos sentamos a cenar a las 21:00 como si nada hubiese cambiado, enviamos al organismo mensajes contradictorios: le pedimos que trabaje en la digestión cuando debería estar apagando motores.
Cenar temprano: pequeñas decisiones, grandes efectos
La nutricionista lo resume con claridad: "Comer una o dos horas antes, idealmente antes de las 19:00, significa respetar la secuencia natural de la digestión y del sueño".
Ese adelanto en la hora de la cena ayuda a estabilizar la glucosa en sangre, favorece un metabolismo más eficiente y disminuye los problemas digestivos nocturnos. Dormir con el estómago lleno es una receta segura para:
- Reflujo
- Hinchazón
- Sueño fragmentado
- Sensación de cansancio al despertar
Pero hay más: un estómago en reposo facilita que el cuerpo se concentre en la regeneración celular y en los procesos restauradores que solo se activan de noche. Dormimos mejor, y como consecuencia, nos levantamos con más energía, mayor claridad mental y menos irritabilidad (tan típica de los días fríos y grises).
Algunos consejos sobre qué y cómo cenar para que tu noche te lo agradezca según Palazzo, serían:
- Proteínas magras (pescado blanco, huevo, tofu…)
- Verduras cocinadas -más fáciles de digerir que en crudo-
- Carbohidratos complejos en pequeñas porciones: arroz integral, patata, legumbres
Y algo que cuesta asumir: nada de alcohol ni dulces después de las 19:00. A esa hora, el organismo no necesita energía de rápida utilización, y procesar bebidas alcohólicas o azúcares interfiere con el sueño y favorece el almacenamiento de grasa.
El cambio no tiene que ser radical. Si tu rutina te lleva a cenar a las 21:00, Palazzo propone una estrategia gradual. Para ello aconseja adelantar la cena entre 10-15 minutos cada 2-3 días, mantener una merienda equilibrada a media tarde para evitar llegar con hambre feroz, añadir un yogur proteico, frutos secos y una manzana con crema de cacahuete.
En pocas semanas, el cuerpo se adapta sin estrés y empezará a pedir la cena antes de manera natural. El adelanto de la cena se convierte así en un gesto de autocuidado invernal, tan simple como ponerse un abrigo más grueso. Y los beneficios llegan rápido:
- Sueño más profundo
- Digestiones sin molestias
- Menos picos de ansiedad por comida
- Mayor sensación de calma
- Mejor humor frente a la oscuridad
"Los efectos se notan pronto -asegura Palazzo-: más descanso, peso más estable y un balance emocional más sólido. Cenar temprano en invierno acaba convirtiéndose en un ritual necesario". Y probablemente, cuando la luz vuelva a alargarse en primavera, tu cuerpo te lo agradecerá todavía más.
