Un padre llama su negocio "el peor del mundo", su hijo sigue sus pasos y llega a una cruda conclusión: "Todo hombre debería luchar consigo mismo"
Con 29 años, vive inmerso en la misma rutina que su padre quiso que nunca conociera.

A veces, los caminos que intentamos evitar acaban siendo los que nos sostienen. Eso es exactamente lo que le ocurrió al neoyorquino Petey Stathopoulos, cuya historia ha sido recogida por Business Insider. Con 29 años, vive inmerso en la misma rutina que su padre quiso que nunca conociera: la de los camiones de comida en Manhattan, un sector que el progenitor describía como "el negocio más difícil y peor del mundo". Sin embargo, una crisis laboral durante la pandemia lo empujó a replantearse todo. Desempleado y desorientado, aceptó el ultimátum de su padre y compró un camión de café usado por unos 35.000 dólares (aproximadamente 30.000 euros).
Su día a día empieza antes del amanecer. Según contó al propio Business Insider, a las 4:00 de la mañana ya está en marcha: sale de Long Island, recoge la furgoneta en un taller y llega a Midtown Manhattan, donde vende café y bollería hasta cerca de las 11:00. Durante un tiempo, esa rutina le proporcionó estructura y un propósito. Pero después de cuatro años, reconoce que el desgaste físico y emocional es enorme. Los clientes reaccionan a mínimos cambios de precio y, cuando tuvo que aumentar 25 centavos sus productos, muchos dejaron de comprarle.
A ello se suman los costes crecientes que devoran los ingresos. Él mismo los enumera: 350 dólares mensuales de alquiler del garaje (unos 320 euros), hasta 2.000 dólares en bollería (cerca de 1.830 euros), 200 dólares en propano (alrededor de 183 euros), además de combustible, seguro, limpieza y mantenimiento. Tras cubrir todo, queda poco margen. Y la factura emocional es alta: Stathopoulos calcula que solo puede dedicarles a sus hijos, de dos y siete años, "el 20 % de mi energía", porque el resto se lo lleva el trabajo.
A pesar de ello, destaca que el negocio le ha servido para conocerse mejor. El autoempleo, afirma, le obligó a asumir responsabilidades reales y a replantearse quién quiere ser. "Todo hombre debería luchar consigo mismo en algún momento para descubrir quién es", reflexiona.
Con ese nuevo entendimiento, Petey ya mira hacia otro rumbo. Su objetivo es abandonar el camión y trabajar en una cafetería de especialidad para ganar experiencia, con la intención de abrir algún día su propio local. Sin embargo, reconoce que aún no puede dar el salto: la clientela de los puestos ambulantes ha caído tanto que cada pequeño ingreso cuenta para llegar a fin de mes.
