Un farmacéutico desmonta la teoría de que una ducha de agua fría es lo mejor durante una ola de calor
Puede provocar el efecto contrario al esperado.

Con el verano en pleno apogeo, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) mantiene sus avisos por las altas temperaturas que están marcando lo que muchos ya consideran como un verano histórico en España. Ante un aumento constante de los termómetros, las recomendaciones de salud para sobrellevar la ola de calor siguen multiplicándose, como beber líquidos, reducir la actividad física o vestir con ropa ligera.
Ante una tarde calurosa de agosto son muchos los que optan por darse una ducha de agua fría para calmar el sofoco, pero lo que poca gente sabe es que realmente esto es contraproducente y se puede conseguir el efecto contrario al esperado. El farmacéutico y divulgador Álvaro Fernández advierte en redes sociales que este remedio casero puede desestabilizar más la autorregulación del cuerpo y provocar todavía más calor.
Según cuenta en un reciente vídeo que ha compartido en Instagram, el alivio inicial tras el chorro frío dura poco y, al poco tiempo, la sensación de sofoco puede regresar con más fuerza. El farmacéutico explica que al enfriar el cuerpo se activan los mecanismos de producción del calor, una especie de sistema de defensa que busca compensar el enfriamiento que sufre el cuerpo al enfrentarse a una temperatura tan baja de forma repentina.
¿Por qué sucede esto?
Los expertos explican que cuando nos duchamos con agua muy fría los vasos sanguíneos de la piel se contraen. Esto es un fenómeno que se conoce como vasoconstricción, en el que el flujo de sangre hacia la piel disminuye. Ese cierre de circulación reduce la pérdida de calor a través de la superficie corporal, de modo que el organismo retiene más temperatura interna en lugar de liberarla de forma natural.
Además, una bajada brusca de la temperatura exterior puede bloquear dos mecanismos naturales de refrigeración corporal: la sudoración y el flujo sanguíneo hacia la piel. Por ello, los expertos aseguran que la ducha fría puede dar una sensación agradable durante unos minutos, pero después el cuerpo responde tratando de compensar ese enfriamiento abrupto y la persona puede acabar sintiéndose más sofocada.
Frente a la ducha helada, la recomendación más repetida por los especialistas es optar por agua templada o tibia, o iniciar la ducha con una temperatura cálida y bajar gradualmente a templado, para permitir que la piel y el organismo se aclimaten sin desencadenar un “choque térmico”. Esta transición suave facilita la vasodilatación controlada y la eliminación de calor por la piel, además de ayudar a conciliar el sueño en las noches calurosas.
