El inquietante lugar más aislado del planeta en el que la humanidad ha programado un gran impacto para 2031
En 2031, la Estación Espacial Internacional (ISS), tras más de tres décadas en órbita, será dirigida hacia este punto para su destrucción controlada.

En el corazón del océano Pacífico Sur, a más de 2.600 kilómetros de cualquier costa, existe un lugar tan remoto que ningún ser humano habita en cientos de kilómetros a la redonda. Es el Punto Nemo, conocido como el lugar más aislado del planeta. Su nombre rinde homenaje al célebre Capitán Nemo, personaje del Nautilus en la novela Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne.
Más que una curiosidad geográfica, este punto perdido entre las olas se ha convertido en un cementerio espacial, un destino final para satélites, estaciones espaciales y fragmentos de cohetes que ya no sirven. Las agencias espaciales eligen este lugar para realizar reentradas controladas, ya que su lejanía reduce casi a cero el riesgo de que los restos impacten zonas habitadas.
Un cementerio bajo las olas
El Punto Nemo fue identificado en 1992 por el ingeniero croata-canadiense Hrvoje Lukatela, quien lo localizó mediante cálculos por satélite. Está situado aproximadamente en las coordenadas 48°52,6′S 123°23,6′W, entre Nueva Zelanda y la costa sur de Chile.
Desde 1971, este rincón del Pacífico ha recibido más de 260 restos espaciales, según datos de la Agencia Espacial Europea (ESA). Entre ellos se encuentran:
- La estación rusa Mir, que cayó en 2001.
- Seis módulos del programa Saliout soviético.
- Fragmentos del Skylab de la NASA.
- Diversas cápsulas y satélites científicos.
Sin embargo, el impacto más esperado aún está por llegar: en 2031, la Estación Espacial Internacional (ISS), tras más de tres décadas en órbita, será dirigida hacia este punto para su destrucción controlada. La maniobra se realizará mediante un descenso programado que culminará en una reentrada atmosférica sobre el Pacífico Sur. Los fragmentos que no se desintegren caerán en el fondo marino, a más de 4.000 metros de profundidad.
Aunque no representa peligro para las personas, los expertos advierten que el impacto de la ISS (de unas 420 toneladas) será el más espectacular de la historia de la basura espacial, capaz de generar una ola de gran magnitud, incluso en una zona completamente deshabitada.
Un lugar sin vida… o casi
A pesar de su aspecto de “cementerio planetario”, el Punto Nemo no está completamente vacío. Pero la vida allí es escasa. Según el oceanógrafo Steven D’Hondt, de la Universidad de Rhode Island, las fuertes corrientes del Pacífico Sur impiden la acumulación de nutrientes, lo que convierte al área en una de las zonas menos biológicamente activas del océano.
Esta falta de vida ha sido una de las razones por las que las agencias espaciales lo consideran el sitio ideal para los “entierros” orbitales. Sin embargo, ni siquiera este lugar remoto ha escapado de la huella humana.
En 2018, durante la Volvo Ocean Race, varios equipos detectaron microplásticos flotando en las aguas del Punto Nemo. El hallazgo fue sorprendente: incluso en el punto más solitario de la Tierra, la contaminación marina se hace presente. Este descubrimiento confirmó que los microplásticos ya circulan por todas las corrientes oceánicas del planeta, desde el Ártico hasta las fosas más profundas.
El símbolo de nuestra era
Hoy, el Punto Nemo es mucho más que una coordenada geográfica: se ha convertido en un símbolo del impacto humano sobre la Tierra y el espacio. Allí descansan los restos de una civilización que ha conquistado el cosmos, pero que aún no ha aprendido del todo a gestionar su huella tecnológica.
En los próximos años, el lugar seguirá recibiendo nuevos visitantes metálicos. Y aunque nadie los verá llegar, su presencia recordará una verdad incómoda: ni siquiera el rincón más remoto del planeta está libre de nuestra huella.
