Muchos descartan visitar el castillo de Cantabria que tardó tres siglos en construirse
Una de las fortalezas más emblemáticas de la región.

España cuenta con un rico patrimonio arquitectónico con más de 20.000 castillos repartidos por toda la península que se erigen como testimonios del ingenio de épocas pasadas. Cada fortaleza tiene su propia personalidad y refleja la unión de una comunidad que levantó enormes estructuras de piedra con altos muros y torreones. La construcción de un castillo puede tardar desde meses hasta décadas, pero hay uno en concreto que se prolongó mucho más.
En lo alto de un cerro que domina el Valle de Saja y el antiguo camino que unía la costa con Castilla, se alza el Castillo de Argüeso, una de las fortalezas más emblemáticas de Cantabria. Cuenta con un carácter militar y un estilo gótico que le hace ser el máximo representativo y más antiguo ejemplo de castillo roqueño de la región. Fue apodado como la ‘leona de Castilla’, por ser residencia de Doña Leonor de la Vega durante las disputas de herencias con los Manrique de Lara.
No obstante, el detalle más curioso de este gran castillo es que su construcción se prolongó durante tres siglos, entre los siglos XIII y XV. En su origen, se levantó en la cima de una colina en la que anteriormente descansaba una ermita dedicada a San Vicente Mártir, datada del siglo IX, cuyas ruinas aún se dejan entrever en la base de la torre sur, hoy conocida como la Torre del Homenaje.
¿Por qué tardó tanto?
La primera estructura defensiva se levantó a finales del siglo XIII, pero la torre norte llegó un siglo después. Finalmente, en el siglo XV se completó el recinto con la muralla y el cuerpo central que une ambas torres, equipado con matacanes y arcos ojivales desde los que se arrojaban proyectiles o líquidos hirvientes sobre los asaltantes con el fin de proteger sus accesos más vulnerables.
Sus puertas en altura y ventanas con arcos trilobulados reflejan la adaptación al terreno irregular y las exigencias defensivas de aquella época. Además, incorporado en el patio de armas, aún se conserva la necrópolis altomedieval que se asociaba a la antigua ermita de San Vicente Mártir, llena de tumbas de lajas que miran hacia el este, manteniendo las costumbres religiosas de aquel entonces.
Tras el breve periodo de poder medieval, el último dueño de la dinastía vendió la fortaleza a particulares en el año 1869 y comenzó así un proceso de deterioro que lo llevó a las ruinas hasta que, en 1962, fue cedida al ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso bajo la condición de empezar su restauración. Años más tarde, en 1983, el castillo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y abrió de nuevo sus puertas al público en 1999.