Pierda el miedo a sentir

Pierda el miedo a sentir

Se puede sentir cualquier sensación sin sufrir, incluido el dolor físico. Aprendiendo, no permitiendo que los viejos patrones del pensamiento nos aparten de la sensación, y experimentando como si fuera la primera vez, conscientemente y con curiosidad.

Entró con cara de enfado, malhumorado, pero no era consciente en absoluto. Sin embargo, nos fue narrando que no había tenido una buena semana, que en realidad había sido bastante dura.

- ..., y para colmo, ¡trataba de convencerme! -decía.

Mientras continuaba con su narración, su agresividad verbal iba en aumento, hablando de unos y de otros. En un punto concreto de la conversación le interrumpimos.

- ¿Cómo te estás sintiendo ahora, al hablar de todo esto?

- ¡Bien! - contestó con firmeza y desconcierto.

Las personas hablan de las emociones, las sufren, pero no suelen prestarles atención conscientemente

Lo que sentimos es una parte fundamental de cualquier conflicto psicológico y no podremos solucionar ese conflicto sin aprender a afrontar las sensaciones y emociones desagradables que lleva asociadas.

La mayoría de las estrategias utilizadas para solucionar el malestar tratan de controlar o evitar lo que la persona siente, o descargar la energía emocional haciendo alguna cosa, o bien intentan tapar ese malestar con otras emociones o distracciones, utilizando para ello como herramientas el pensamiento y la acción. Estas formas de abordar las emociones, aunque puede producir un cierto alivio temporal, no funcionan a largo plazo, pues carecen de la comprensión necesaria de la causa real del conflicto, y por tanto no solucionan el verdadero origen de la emoción.

Si tuviera un fuerte dolor al apoyar el pie en el suelo, podría tomar analgésicos, o bien tratar de caminar sin hacer caso al dolor, o utilizar una muleta, etc. Estos métodos serán más o menos eficaces para continuar caminando un tiempo, pero lo que realmente va a hacer que vuelva a caminar sin problemas será descubrir la causa real del dolor y solucionarla. Lo mismo ocurre con las emociones, hay que entender la causa real de la que surgen, no paliar sólo sus síntomas.

El pensar y el sentir son dos partes de la conciencia humana, estrechamente relacionadas e igual de importantes, no debe predominar una sobre la otra.

- Es evidente que lo ocurrido te irritó -le indicamos-. Ahora mismo sientes ira, ¿no es así?

No era la primera sesión, y ya había aprendido a explorar sus sensaciones corporales.

- Sí..., así es, siento rabia, noto presión en la cabeza y la mandíbula tensa.

- ¿Y qué notas por el abdomen?

- Un nudo en el estómago.

- ¿Entiendes por qué?

- No.

- La ira surge del miedo, es una forma de escapar del temor; lo que ahora sientes en el estómago es una de las sensaciones que el miedo produce en el cuerpo.

- Entiendo, pero ¿miedo a qué?

Le guiamos para que, a través de la sensación en el estómago, sintiera el miedo. Sin tratar de relajarse, ni cambiar nada, sin amortiguar las sensaciones, sin rechazarlas, ni controlarlas, permaneciendo con ellas sin reaccionar, perdiendo el miedo al miedo.

Las emociones se sienten en el cuerpo

Es habitual que las personas no sepan describir dónde sienten o cómo son las diferentes emociones que sienten, emociones como la tristeza, la ira, el miedo, los celos. Se suele decir que se sienten en el corazón, o en el alma; esto en realidad son convencionalismos, respuestas vagas, difusas. También se dice que se sienten en la amígdala cerebral, que efectivamente está relacionada con el procesamiento y almacenamiento de las reacciones emocionales, a través de neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la serotonina. Pero ésta es una respuesta errónea, igual que no decimos que vemos con el cortex visual del lóbulo occipital, aunque sea responsable de la visión.

Las sensaciones y emociones se sienten en el cuerpo, en diferentes partes del cuerpo, se sienten, no se piensan, y si se piensan son pensamientos, no emociones.

El objetivo no debe ser conseguir que desaparezcan las sensaciones ni que permanezcan, sino explorarlas y perder el miedo a sentir, para así poder aprender y entender lo que ocurre. Igual que es necesario perder el miedo al agua para poder bucear y ver el fondo del mar, de la misma forma, debemos perder el miedo a las emociones y sensaciones para profundizar en las causas reales de los problemas.

Para ello, ayuda entender que por mucho que aumente una sensación, ésta tiene un límite de intensidad y tiempo de permanencia; tarde o temprano deja de aumentar su intensidad, y tarde o temprano cambiará y/o desaparecerá.

Y lo más importante, se puede sentir cualquier sensación sin sufrir, incluido el dolor físico. Aprendiendo, no permitiendo que los viejos patrones del pensamiento nos aparten de la sensación, y experimentando como si fuera la primera vez, conscientemente y con curiosidad. No es deseable sentir dolor, pero se puede aprender a no sufrir con él.

Después de un rato, el nudo del estomago cedió, una sensación densa recorrió su cuerpo hasta la cabeza y allí se disipó. Relató que le habían surgido ganas de llorar y que ahora se sentía aliviado. Experimentó un estado de calma interior, una paz mental que surge muy habitualmente cuando se afronta y entiende una emoción. Comprendió mejor que se enfadaba por miedo, en su caso por miedo al abandono, y que aprender a entender y resolver el miedo, le hacía sentir, pensar y actuar de forma más inteligente y bondadosa, hacia sí mismo y hacia los demás.