Si pudiera volver a esos días, esas semanas o esos meses anteriores a la muerte de Patrick, lo único que sé que haría con certeza es llamarle por teléfono. Le diría que no sólo le quiero porque es mi deber como hermano. Le quiero porque se lo merece. Merece luchar la pena por él.
Nunca me emborrachaba, solo buscaba relajarme. Pero también me di cuenta de que tomarme una copa de vino, o tres, se había convertido en la respuesta habitual al estrés y a la tristeza. Y mi vida, al igual que la de la mayoría de personas que conozco, estaba repleta de esas dos cosas.
La heroína ya no es un problema de barrios marginales de las grandes ciudades. La heroína se ha extendido por los barrios de clase media, media alta y suburbios de Estados Unidos de una forma terrible y dramática. Solo en el estado de Ohio mueren a la semana 24 jóvenes menores de 25 años de sobredosis de heroína.