Veo a una ciudadana suplicando desarmada, arrodillada e indefensa. Veo a un policía gritando escopeta en mano, chaleco, pistola, casco y botas con punta de metal. Todo se repite en un bucle cada vez más peligroso.
Ayer muchos de nosotros aprendimos muchas cosas. Aprendimos que hay una de dos reacciones, sentarnos en el suelo y recibir palos, o autodefendernos y combinar las dos cosas, pero no correr. Y este debate ya lo tenemos.
A la luz de las lámparas mineras que han inundado la noche de Madrid se ha visto clara y nítida la hartazón ante tanta injusticia, tanta ineficacia, tanta improvisación. Y los porrazos. A porrazos.