Banderas en subjetivo
Opinión
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Banderas en subjetivo

A nadie debería extrañar que las banderas tengan su propia gramática. Todo símbolo la tiene. No es tanto que las banderas se hayan vuelto palabras, como que las palabras se han vuelto banderas, imágenes que no denotan nada, pero lo connotan todo.

Protestas a favor de Palestina durante el final de etapa de ayer en la Vuelta a España, a su paso por BilbaoEFE

Se pueden ondear banderas en muchos modos verbales diferentes. La bandera de España que ondea en la Plaza de Colón de Madrid ondea en presente de indicativo. Las banderas palestinas que vemos ondear estos días durante las etapas de la Vuelta Ciclista a España se conjugan en un claro futuro de subjuntivo. Yo he visto ondear banderas de Israel en modo imperativo. Y las señeras que ondearon durante la pírrica Diada de esta semana se agitaron al viento en modo verbal condicional, que, por no ser, no es ni siquiera un modo verbal. El modo indicativo afirma, señala, describe, se basta a sí mismo. El modo subjuntivo desea, hipotetiza, duda, va después de un “que”. El indicativo tiene que ver con los hechos y la realidad; el subjuntivo, con las valoraciones y los deseos.

A nadie debería extrañar que las banderas tengan su propia gramática. Todo símbolo la tiene. No es tanto que las banderas se hayan vuelto palabras, como que las palabras se han vuelto banderas, imágenes que no denotan nada pero lo connotan todo. Yo he visto a gente que lleva la palabra “genocidio” como pin en la solapa o como motivo de su tote bag. Otros llevan “Pedro Sánchez, hijo de puta” en una pulserita alrededor de la muñeca. La conversión de las palabras en banderas tiene el grave inconveniente de la desaparición de los sinónimos: no vale “matanza”, “exterminio” o “masacre”. No tienen las mismas letras que “genocidio”. No vale “Pedro Sánchez, grandísimo cabrón” o “Pedro Sánchez, cerdo marrano cochino”. No es el mismo sonido de la campanilla. El perro de Pavlov no va a salivar igual.

La ardilla de Estrabón podía cruzar la Península Ibérica saltando de árbol en árbol sin jamás tocar el suelo. Dos mil años más tarde, su tataranieta la ardilla posmoderna puede cruzar el vocabulario de una lengua saltando de palabra en palabra sin jamás tocar la realidad. O sin saber que existe algo bajo las palabras. Ante el asesinato de Charlie Kirk, una parte de la opinión pública mundial ha intentado justificar su alegría mediante la racionalización de que las palabras extremistas son la antesala de las balas, por tanto, son iguales a las balas, por tanto, lo ocurrido ha sido un ojo por ojo en el que, además, había empezado él. Si no quieres que te maten, coño, no seas un fundamentalista bíblico ultraconservador. En el siglo XXI, Alejandro también hubiera desatado el nudo gordiano a tiros.

¿Se pueden matar personas homosexuales con palabras? Sí, especialmente si eres un juez iraní que redacta, firma y manda cumplir una sentencia de muerte contra un iraní homosexual. Si eres un influencer tarado de Massachussets tu campo de acción es mucho más limitado, y colocar en la misma frase la condena del asesinato de Kirk y un recordatorio del contenido de sus posturas es como colocar en la misma frase la condena de una violación y un recordatorio de la minifalda de la víctima. Van provocando. El pitido del Detector de Falacias, enloquecido desde ni se sabe cuándo, aumenta el estruendo y no encontramos la forma de bajarle el volumen. Hoy termina la Vuelta Ciclista a España en Madrid. Veremos el modo verbal en el que se conjuga la jornada.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.

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