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'Cenicienta', ¿puede el amor de una princesa cambiar el sistema (político) de un reino?

'Cenicienta', ¿puede el amor de una princesa cambiar el sistema (político) de un reino?

Una producción espectacular para una versión actualizada del cuento de 'La Cenicienta' que incluye un personaje que es sindicalista.

Cenicienta con su madrastra y hermanastras
Cenicienta con su madrastra y hermanastrasStage Entertainment

Cuando Stage Entertainment, la productora de El Rey León, anunció que su apuesta para esta temporada iba a ser Cenicienta de Richards Rodgers y Oscar Hammerstein II, a las personas aficionadas al musical y/o a las princesas Disney se le hizo la boca agua. Aunque esta no es el musical de la película de Disney.

Por un lado, la espectacularidad de la producción estaba asegurada. Por la productora y porque ya había sido estrenada fuera de España y con éxito. Por la música y el libreto, ya que los autores tienen una gran reputación entre los artistas de los musicales clásicos y se informó que si algo se iba a cuidar en este montaje era justo la música, poniendo en el foso una de las orquestas más grandes que se han usado nunca en un musical en España.

Y, a pesar de la educación en igualdad y los avances en feminismo, lo de los príncipes y las princesas sigue, gracias a Disney y los programas del corazón, muy vigente. Por eso cuando se va, sobre todo, a las sesiones vespertinas de los fines de semana, no es raro ver a niñas pequeñas disfrazadas de cenicientas acompañadas de sus madres, abuelas u otras mujeres de la familia. Disfrutando, si el bolsillo les da, del merchandising, pensado para ellas. Aunque la camiseta con la frase ‘Reina sin corona’ promete ser objeto de deseo para el próximo día del orgullo.

¿Se cumple lo que promete? Se cumple. Sonar la cosa suena bien. Se canta bien. La producción es espectacular. Con una casa de dos plantas que gira y se puede ver el exterior y el interior. Con unas escaleras que cualquier vedette querría para bajarlas cantando y cualquier palacio o alfombra roja para recibir invitados.

El baile del Príncipe en Cenicienta
  El baile del Príncipe en CenicientaStage Entertainment

Además de ofrecer una sui generis Cenicienta situada cercana en el tiempo. Lo que permite un juego con el vestuario —fantástico el trabajo de Yaiza Pinillos—, con el atrezzo y con la trama. Un vestuario cercano a las entregas de premios, tanto para ellas, lleno de fantasía, como para ellos, llenos de fracs y trajes en negro con camisas blancas.

Aunque lo que más chocará será que su trama incluya un sindicalista. Sí ha leído bien. Una de las hermanastras de Cenicienta está enamorada de un representante sindical. Un voluntario de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que no se le ocurre mejor plan para una cita que invitar a su novia a que le acompañe a una de estas ONG para dar de comer a los pobres. De los que leen sesudos ensayos políticos y los comparten ingenuamente como si fueran bestsellers.

Al final, lo que se muestra es una lucha entre una forma autártica de gobernar, que ha mantenido aislado al príncipe y explotado a impuestos al pueblo. Aquel es un pobre huerfanito rico que ha crecido haciendo lo que le dicen los demás, y en concreto, los de siempre, que tienen la sartén por el mango. Y que lo utilizan como herramienta de propaganda y distracción.

Motivo por el que cuando parece que se avecina una revolución de un pueblo hartito de pagar, no se le ocurre otra cosa a quien manda en la corte que organizar un baile para que el príncipe, que ya es mayor de edad, encuentre una mujer, una princesa y una reina para toda la vida.

Todas las mujeres del reino están invitadas por supuesto. Pero no todas tienen las mismas posibilidades. No solo porque hay que tener galas para ser invitada al baile, sino porque el poder de ese momento solo quiere perpetuarse y trata de amañar el concurso.

Probando el zapato en Cenicienta
  Probando el zapato en CenicientaStage Entertainment

¿Más cambios? Algunos más. Los pajes son perros, que en parte de la función son unas marionetas que no pegan con el resto de la producción, y no ratoncitos, y que la carroza-calabaza es sustituida por un coche deportivo vintage, lo demás sigue igual. Triunfará el amor. Un amor que gana gracias a la bondad de los desconocidos y que traerá el conocimiento, la sabiduría y la conciencia políticas, que el príncipe, todo príncipe, tanto necesita para gobernar su reino.

No, no es una versión que se hiciera ad hoc para la Transición española. Aunque no hubiera estado mal que se hubiese visto en España en aquella época. Seguro que se hubiera celebrado y se hubiera leído en otros términos.

En cualquier caso, parece que a las familias, pero, sobre todo, a las niñas que van disfrazadas, les importa poco. Cenicienta sigue siendo guapa y un personaje bondadoso a la vez que lista. Sigue cantando mientras sufre la vida que le ha tocado, gracias a su madrastra. Una fina señora de la alta sociedad venida a menos. Pero que también la disfruta gracias a la gente buena, como esa mujer pobre a la que ayuda, y que le dará buenos consejos, y los perros algo pulgosos que siempre le acompañan dándole alegrías cuando lo necesitan.

El problema es que todo esto que se lo han currado y que es marca de la casa, no parece tener interés. Ni siquiera con la digresión del sindicalista. Se suceden los números musicales. Se suceden las acciones, que el dramaturgo Douglas Carter Beane creó para esta versión. Pero hay cierto apresuramiento en cómo suena la música y en las escenas. Es cómo si hubiera que pasar la obra. A la vez que hay momentos en los que parece demorarse o enlentecerse.

Tampoco parece haber química entre el príncipe y Cenicienta. Y eso que los dos intérpretes se ajustan a la perfección a lo que el imaginario colectivo actual, mediado por el citado Disney, las películas románticas y las revistas del corazón, promueve como príncipe y futura princesa. Y saben cantar.

En cualquier caso, Cenicienta no defraudará a aquellas personas que buscan un montaje espectacular de más, con algunas risas, pues hay humor y qué bien lo juega Caro Gestoso con su Gabrielle la hermanastra menos agraciada, un puñado bueno de canciones, y personajes atractivos. Fundamentalmente los secundarios. Como la glamurosa hada madrina Marie, con el que Mayca Teba se lleva al personal y el aplauso cálido del público. No le van a la zaga Mariola Peña, como la madrastra, o José Navar con su consejero real o Jaume Giró con su Lord Pinkerton. Los tres últimos luchando por mantener el status quo. Son ellos cuatro los que ponen la sal y la pimienta que necesita esta historia.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.