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El suceso más importante de la historia

El suceso más importante de la historia

Los que lo despreciábamos sin tener ni puñetera idea éramos —y son— los tontos útiles engañados por el imperio anglosajón protestante...

Banderolas anunciando la festividad del 12 de octubre, Día de la Hispanidad.
Banderolas anunciando la festividad del 12 de octubre, Día de la Hispanidad.SOPA Images

Emosido engañado. Al menos yo fui engañado. Crecí en una generación en donde la valoración nefasta y el desprecio por el Imperio Español se daban por obvios. No era necesario argumentarlo ni nadie nos lo había enseñado de forma explícita. Simplemente estaba en el aire: unas sociedades puras y naturales vivían en armonía con la naturaleza hasta que un país violento, siniestro y atrasado se las encontró de casualidad y procedió a masacrarlas y a expoliarlas. Durante un par de siglos lo peor de la condición humana se encarnó en el dominio que España ejerció sobre buena parte de América, hasta que el progreso inherente a las sociedades humanas hizo que los nativos pudieran por fin independizarse de la opresión y expulsar al invasor.

Yo estaba convencido de este relato, a pesar de que no habría sabido dar ni medio dato histórico. No hacía falta: la simpatía emocional con ese discurso y mis grandes principios me excusaban de estudiar Historia. ¿Para qué leer si ya tenía consignas y gestos de superioridad intelectual? Los imperios —el de Alejandro, el Romano, el berlanguiano Imperio Austro-Húngaro…— eran hechos históricos, neutros, dados ahí. Pero el Imperio Español era otra cosa, era un hecho moral, la prueba del error universal que supone la mera existencia de España, la demostración de que su única posibilidad de redención está en descomponerse y venderse a otros países más anglosajones, protestantes y capitalistas. “A mí no me cae mal España”. Sí, sí me caía mal. “Yo no tengo nada contra la bandera”. Sí, sí lo tenía.

Cada uno cae de la burra a su modo. Yo caí gracias a Elvira Roca Barea y su “Imperiofobia”. Descubrí las leyes de Indias, ¡la Controversia de Valladolid! —¡no tenía ni idea!—. Descubrí que los nativos australianos eran gestionados por el Departamento de Flora y Fauna del Imperio Británico hasta 1964, que los matrimonios mixtos se aprobaron en España 400 años antes que en EE.UU. Aprendí a separar la escala psicológica del conquistador y la escala política del Estado. Saqué a la luz mil tics antiespañoles que practicaba sin darme cuenta. Descubrí que lo que es facha es preferir a Astérix antes que a Julio César, y que no hay escape de los imperios: si criticas a unos, apoyas a otros. Así que elegí a Blas de Lezo frente a Edward Vernon. Entre China, Rusia, el Islam y EE.UU., me quedo con la Hispanidad.

Conmemoramos la llegada de Colón a América, hecho considerado por Neil deGrasse Tyson —Neil no es facha, ¿verdad?— “el suceso más importante de la historia de nuestra especie”. ¡De nuestra especie! Creó el mundo moderno, como si hoy contactáramos con otro planeta habitado por humanos. E inició el Imperio Español, que, medido con la ética actual, fue una empresa invasora llena de ataques a los derechos humanos, y, comparado con otros imperios —¡incluso del siglo XX! Británico, Belga…— fue un modelo civilizatorio envidiable en la Historia universal, a la altura del Imperio Romano. Fue español y católico —no hace falta ser ni español ni católico para reconocerlo—. Y los que lo despreciábamos sin tener ni puñetera idea éramos —y son— los tontos útiles engañados por el imperio anglosajón protestante.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.