La evidencia, la bioética y Ana Obregón

La evidencia, la bioética y Ana Obregón

¿Habrá algo más individualista que interpretar las experiencias de las otras en base a mi marco teórico o vital? ¿Habrá estrategia más patriarcal que hablar en nombre de las otras y reinterpretar sus narrativas?

Ana Obregón, en 'Mask Singer'.ANTENA 3

Ante debates complejos que atañen a los seres humanos, las soluciones de trazo grueso nos suelen conducir a espacios donde no se garantizan derechos ni se previenen abusos. El marco que nos proponen los populismos, la ultraderecha y los sensacionalismos está abonado para el insulto, el desprecio a la evidencia y los juicios sumarísimos basados únicamente en mi propia experiencia, en mi propia visión del mundo. ¿Habrá algo más individualista que interpretar las experiencias de las otras en base a mi marco teórico o vital? ¿Habrá estrategia más patriarcal que hablar en nombre de las otras y reinterpretar sus narrativas?

El caso de Ana Obregón, madre a los 68 años en Estados Unidos de una niña nacida por gestación por sustitución, nos pone sobre la mesa numerosas cuestiones y preguntas, nos remueve —legítimamente— en nuestra silla ante los numerosos debates bioéticos y morales que nos plantea el caso. Por eso siempre me sorprende que las respuestas que podemos leer en redes sociales y en prensa sean tan categóricas, tan preclaras, recubiertas todas de una supuesta posición ética en la que toda persona discrepante se convierte automáticamente en enemiga. ¿Dónde quedó la reflexión? ¿Qué espacios de debate público estamos creando? ¿Tanto nos cuesta entender la diversidad de puntos de vista ante temas que podemos objetivar como complejos?

La gestación por sustitución crea debates lógicos y, además, oportunos. Debates que no pueden ser cancelados bajo grandes frases magnánimas con alta carga emocional, sino que deben ser decantados, analizados y sometidos al contraste con la realidad material. En primer lugar, la frase de 'la gran mayoría de gestantes lo hacen porque son pobres' no se ajusta a la realidad. Estudios como los de Ahmari Tehran et. al (2014) o Javda et. al (2015) ya nos indican que más del 90% de las gestantes tenían hijos propios y se encontraban en situación de empleo; de mismo modo Fuchs y Berenson (2016) señalan que en países como Estados Unidos el 75% de las gestantes ganaba más de 50.000 dólares al año por su trabajo y el 28,6% de las gestantes ganaba más de 100.000 dólares. 

En un interesante estudio de Reino Unido (Javda et.al, 2003) el 91% de las gestantes lo hacía para ayudar a otras personas y sólo el 3% lo hacía por una cuestión puramente económica. ¿Quiere decir esto que no puede existir explotación? ¿Que no existe ningún riesgo? ¿Que no hay casos de pobreza extrema? Nada más lejos de la realidad. Lo que indican estos datos es que si nos alejamos de la realidad material no podemos prevenir ningún abuso allá donde se dé porque únicamente estamos reforzando nuestra propia visión de 'lo que tiene que ser la gestación subrogada', aunque no se corresponda con la evidencia. En interesantes estudios en India se señala, por ejemplo, que los derechos de las gestantes y de los bebés deben estar en la vanguardia de las leyes y políticas en India para garantizar que se respeten debidamente (Goswami, Larmar & Boddy, 2021) o que las gestantes no se encuentran entre las más pobres y que tienen mayor capacidad cultural y económica que la media (Rozée et. al 2019). 

¿Puede suponer esta evidencia un conflicto con nuestras presunciones y nuestros esquemas? Evidentemente. Por eso debemos pararnos, comprender y reflexionar: la estrategia de presentar una realidad como verdadera a pesar de que contradiga datos y evidencia es una estrategia patriarcal y profundamente reaccionaria.

Cuando se han dado paternidades tardías —el padre de Julio Iglesias engendró un hijo por última vez pasados los 80 años—, todo eran alusiones a ‘su virilidad’ y gracietas varias. ¿Acaso seguimos pensándonos en los roles de mujer-cuidadora y hombre-proveedor?

Las técnicas de reproducción humana asistida separaron la sexualidad de la reproducción, con sus consecuentes tensiones. La gestación por sustitución da un paso más al separar desde el inicio gestación y maternidad. Y en este punto es importante hablar sobre el vínculo con el bebé. En un interesante estudio de Yee, Hemalal y Librach (2020), las gestantes destacaron que la conexión emocional era con los padres/madres, pero no con el bebé y la mayoría de ellas mantuvieron relaciones armoniosas y un contacto continuo con la familia tras el parto. ¿Significa esto que no existe vínculo entre el bebé y ella? En absoluto. Significa que no podemos categorizar el vínculo como en una relación de apego clásica madre-hijo. ¿Y qué hacemos ante esta evidencia? Para las redes sociales y buena parte de la sociedad, lo que debemos hacer es cancelar la voz de la gestante, negar su experiencia y hacer que forzosamente encaje en unos parámetros clásicos de apego. Patriarcado en estado puro. Para las personas que investigamos sobre este fenómeno desde las ciencias sociales, lo que debemos hacer es precisamente seguir investigando.

Ana Obregón ha sido madre a los 68 años. Hecho que abre numerosos debates bioéticos que se están dejando de lado por culpa de los sensacionalismos. ¿Deberíamos poner un límite a la maternidad? ¿Y a la paternidad? En otras técnicas de reproducción humana asistida (TRHA) sí que existe límite de edad en España, del mismo modo que también existe en la adopción. Pero, profundizando en el debate social, ¿por qué nadie habla de problemas en la paternidad tardía? Pareciera como si lo problemático fuera que Ana no va a poder desarrollar el rol de cuidado que el patriarcado le asigna en toda su plenitud y dimensión. En cambio, cuando se han dado paternidades tardías —el padre de Julio Iglesias engendró un hijo por última vez pasados los 80 años—, todo eran alusiones a ‘su virilidad’ y gracietas varias. ¿Acaso seguimos pensándonos en los roles de mujer-cuidadora y hombre-proveedor? ¿Por qué todo el peso del cuidado recae sobre la maternidad?

Debemos ser cuidadosos con las herramientas que utilizamos en los debates y más si tienen repercusión pública. Entiendo la tensión, comprendo cómo nos movilizan algunos debates, pero debemos tener la capacidad de escuchar aunque eso implique contradecir nuestro punto de partida. Las herramientas del amo no derribarán la casa del amo, que diría la feminista lesbiana y negra Audre Lorde. Dejemos de emplearlas con tanta diligencia y abordemos los debates desde espacios seguros, apegados a la realidad material y con el feminismo y la perspectiva de género siempre en el centro.