Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
Incomodar al poder, no a la verdad

Incomodar al poder, no a la verdad

"Las democracias no siempre caen de forma abrupta. A veces se desgastan lentamente entre titulares confusos, polémicas artificiales y un ruido que acaba sustituyendo a la información".

Vito Quiles, durante una rueda de prensa del diputado Enrique Santiago en el Congreso
Vito Quiles, durante una rueda de prensa del diputado Enrique Santiago en el CongresoEuropa Press via Getty Images

El escritor Oliver Guez, en su novela, La desaparición de Josef Mengele, señala que “Cada dos o tres generaciones, cuando se agota la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros hombres vuelven a propagar el mal”. Situemos esta afirmación en la actualidad, donde ya las segundas generaciones descendientes de las víctimas de la dictadura empiezan a tomar conciencia política, donde ese hilo transmisor de vivencias personales se empieza a sustituir por “informaciones” generadas en vídeos de menos de un minuto colgados en TikTok o en Instagram, donde las respuestas rápidas a problemas profundos, como la vivienda, son los consumos preferentes… Donde ya el 25% de los y las jóvenes prefieren un sistema autoritario para “que resuelva” sus problemas.

Siguiendo esta afirmación, tenemos dos opciones: generar herramientas para asegurar la memoria, proteger la verdad y preservar la democracia, o dejar que otras personas vuelvan a romperla para imponer de nuevo un sistema autoritario, aprovechando las nuevas herramientas de información. Y es que las democracias no siempre caen de forma abrupta. A veces se desgastan lentamente entre titulares confusos, polémicas artificiales y un ruido que acaba sustituyendo a la información. Cuando no se sabe exactamente lo que está ocurriendo, cuando recordar se vuelve difícil, los intereses de los poderosos encuentran su oportunidad.

Nosotros hemos elegido generar verdad y memoria. Y qué mejor que empezar a hacerlo en una de las casas de la democracia, el Congreso de los Diputados. Un plan de Parlamento Abierto, una mejora de la transparencia y la regulación o la reciente creación del Consejo Consultivo de Comunicación Parlamentaria, son algunas de las primeras piezas de este dique contra la desinformación y la generación de caos. Frente a esas herramientas, algunos se escudan en la falsa libertad de expresión o pensamiento, o incluso en la no ilegalidad de la mentira, para torpedearlas.

Hay que decirlo alto y claro: ordenar no es censurar; establecer reglas no es silenciar, sino proteger un ecosistema que, sin límites, acaba siendo colonizado por quienes hacen más ruido, por quienes más poder económico tienen, y no por quienes informan de forma veraz.

Entre las paredes del Congreso vemos cada vez más agresividad, como muestran los últimos episodios protagonizados por Vito Quiles y Bertrand Ndongo, que han sido objeto de estudio en la reunión del Consejo que tuvo lugar esta misma semana. Sus acciones generan esa confusión interesada entre la pregunta que busca la supuesta verdad y el hostigamiento, entre el pluralismo y ensuciar el espacio informativo.

Y, como decía, necesitamos del conjunto de los actores en esta defensa de la verdad, y no hay mejores defensores de esta que los y las periodistas, los y las de verdad y la verdad. El periodismo plural, que incomoda, que explica, que justamente hace posible la conversación pública, se está reinventando y reivindicando de nuevo, frente a los que provocan y no preguntan, a los que prefieren el espectáculo y no el dato. Ese periodismo que, como reivindicaba en la última gala de los premios de la Asociación de Periodistas Parlamentarios, su presidenta, Anabel Díez, debe ser incómodo para el poder, pero no puede ser incómodo para la verdad. Y que también debe saber jugar sus cartas en un entorno dominado por las redes sociales, donde la desinformación no siempre se presenta de forma evidente.

De la misma forma, también hay que reforzar las herramientas y la capacidad de las personas consumidoras de dicha información. La alfabetización mediática es ya una necesidad para las democracias contemporáneas, el saber identificar fuentes, distinguir hechos de opiniones y comprender cómo se construyen los relatos informativos, es hoy una competencia esencial para la ciudadanía.

Sigamos, por tanto, por el camino necesario de proteger al periodismo riguroso, sigamos poniendo límite al ruido que incomoda a la verdad, sigamos manteniendo hilos de memoria, y sigamos generando herramientas para la mejora del espíritu crítico y de comprensión, porque estamos hablando de seguir defendiendo la democracia. 

---------

Ferrán Verdejo es portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en la Comisión para la auditoría de la Calidad Democrática y diputado por Barcelona