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La Flotilla es la brújula

La Flotilla es la brújula

"La Flotilla no son sólo los barcos que la componen. También es el apoyo popular y ciudadano que ha despertado a lo largo del mundo".

Un barco de la Flotilla Global Sumud llega al puerto de Ashdod el 2 de octubre de 2025 después de ser interceptado mientras transportaba ayuda a Gaza.
Un barco de la Flotilla Global Sumud llega al puerto de Ashdod el 2 de octubre de 2025 después de ser interceptado mientras transportaba ayuda a Gaza.EFE/EPA/ATEF SAFADI

Mientras escribo esto el ejército de Israel ya ha asaltado dos barcos de la Summud Global Flotilla que se dirigía a Gaza para romper el bloqueo marítimo y hacer llegar la ayuda humanitaria que necesita el pueblo palestino.

Mientras lees esto es probable que Israel haya continuado pulverizando el derecho internacional y haya detenido todas las embarcaciones, sumando a su larga lista de delitos el de robo, secuestro y piratería.

Romper el bloqueo marítimo que Israel impone a Gaza desde el año 2007 no es un capricho. Y tampoco es la primera vez que se ha intentado. Ya costó la vida a once personas -además de resultar heridas más de treinta- en el asalto en 2010 a la Flotilla de la Libertad. Ni será la última. Ahora mismo más embarcaciones, como las que componen la Flotilla Thousand Madleens, se dirigen a tierras gazatíes para acabar con el cerco israelí que asfixia, también por el mar, a los palestinos.

Mientras el genocidio, la política de apartheid y la usurpación del territorio palestino continúa, la Flotilla condensa muchas de las cosas que están pasando a nuestro alrededor.

Surge como respuesta a la, a todas luces, insuficiente respuesta de la comunidad internacional a los crímenes de Israel. Se constituye fruto de la solidaridad internacional, de hombres y mujeres dispuestos a salir de sus casas y embarcarse en una misión arriesgada y compleja pero con un fin inmejorable: arrojar un rayo de esperanza al maltratado pueblo gazatí y entregar ayuda humanitaria a una sociedad que muere, además de bajo las bombas, de sed, hambre y enfermedades básicas. La Flotilla, además, bebe de una amplia tradición de desobediencia civil pacífica que ha protagonizado muchos de los avances sociales que hoy disfrutamos y de la convicción de que la sociedad civil es capaz de marcar la diferencia.

La Flotilla no son sólo los barcos que la componen. También es el apoyo popular y ciudadano que ha despertado a lo largo del mundo. La Flotilla son, por ejemplo, las manifestaciones espontáneas en Roma, Bolonia, Milán que paralizaron estaciones de tren, puertos y carreteras por toda Italia en cuanto la primera de las naves fue interceptada. O las concentraciones frente al consulado israelí en barcelona o los estudiantes madrileños vaciando las aulas y llenando las calles de un clamor contra el genocidio, que también son Flotilla.

Y la Flotilla, además de la brújula de la decencia, la humanidad y la empatía que debe guiarnos, también ha servido de espejo que arroja dos reflejos. El primero el de la reacción de Israel: abordando con soldados armados hasta los dientes a una tripulación pacífica, incapaz de respetar las aguas internacionales y dispuesto a atacar barcos llenos de leche materna, medicamentos y comida aún sabiendo que todo los ojos del mundo están mirando… ¿Cómo va a ser el garante de la paz en los territorios que lleva ocupando desde 1948 y, masacrando con especial inquina e inhumanidad, desde hace dos años?

El segundo reflejo nos muestra podredumbre moral en la que chapotea la derecha madrileña. Y lo entregada que está a los intereses económicos y políticos del sionismo. Solo así se entienden las infames declaraciones de Isabel Díaz Ayuso y su portavoz-perro de presa Díaz Pache. Primero tildando de “asamblea de facultad flotante” a la Flotilla y después acusando de “ir a hacer el indio” o “ir a darse un baño y luego buscar subvenciones” a sus integrantes, mientras, entre chistes, siguen haciendo de portavoz de Netanyahu en España y defendiendo el asesinato impune de miles de niños, hombres y mujeres.

Frente a esa ignominia nos encontramos quienes llevamos dos años en shock viendo lo que ocurre en Gaza pero no nos resignamos a quedarnos impasibles. Los mismos que sentimos orgullo cuando nuestra movilización empuja a Pedro Sanchez, siguiendo la estela de Sudáfrica y Colombia, a hablar sin pelos en la lengua de genocidio y undecepción cuando el mismo Presidente mira con buenos ojos el acuerdo de Trump y Netanyahu o retira el fragata Furor cuando más se necesitaba. Quienes paramos la Vuelta Ciclista y quienes llenamos los colegios, las plazas y las ventanas de banderas de palestina. Sabemos que todo lo que hagamos contra el genocidio es insuficiente pero que todo es necesario. Por eso nos veremos este sábado en la manifestación de Madrid (y de muchas otras ciudades de España a lo largo del fin de semana). Porque no vamos a quedarnos de brazos cruzados. Vamos a seguir presionando, llamando al boicot, exigiendo sanciones y la ruptura de relaciones diplomáticas para aislar a Israel -como se hizo con la Sudáfrica del apartheid-, e impedir que siga exterminando al pueblo palestino.

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Diputado de Más Madrid en la Asamblea