No hay defensa de Europa sin la UE
"En Europa no hay falta de recursos, pero sí, evidentemente, un abanico de posiciones distintas sobre la delicada cuestión militar, que tropieza con sensibilidades muy variadas".
La situación de Occidente en materia de Defensa es inquietante por la actitud díscola y alejada de los principios constituyentes de los Estados Unidos de la mano de un personaje detestable que resume todos los elementos viciados de nuestro modelo de sociedad. En pocas palabras, la negativa del presidente de los EEUU a mantener incuestionado su hiperliderazgo, corriendo con buena parte de los gastos de la defensa del llamado ‘mundo libre’ como hasta ahora, obliga a Europa a procurarse y a financiar su propio sistema defensivo. Una tarea urgente a la vista de cuál está siendo la posición de Rusia, en manos de un sátrapa decidido a cambiar por la fuerza el mapa político del Viejo Continente.
Evidentemente, esta mudanza que se nos impone no es fácil de ejecutar, máxime cuando Rusia ya ha mostrado su voracidad, su repulsiva agresividad hasta recurrir a la fuerza criminal para recuperar territorios que supuestamente son suyos por razones culturales e históricas. La agresión a Ucrania, país que no pertenece a la OTAN ni a la UE, fue replicada puntualmente por Occidente, y se ha producido una resuesta contundente de la OTAN, como siempre con los EEUU a la cabeza, que ha mantenido el equilibrio bélico durante los tres años que dura el insoportable conflicto que estalló el 24 de febrero de 2022.
No se sabe todavía cuál será la posición final de Trump frente a Putin, después de una indefinición lacerante que ha irritado como es lógico a los socios europeos de Washington, empezando por el más amigable para Estados Unidos, el británico. Sin embargo, es claro que la UE ha de acelerar la puesta en marcha de una defensa común (como se sabe, Francia abortó en 1954, con De Gaulle al mando, la constitución de una Comunidad Europea de Defensa por los seis Estados fundadores de la CECA, La Comunidad del Carbón y el Acero, que pretendía precisamente lo que ahora se busca.
Pues bien: la generación de esta Europa de la Defensa que permita a Bruselas tomar iniciativas al margen de la OTAN no es fácil, no solo porque no dispone de medios ni de organización adecuados sino también porque no será posible tomar decisiones colectivas si previamente no se ha efectuado una cierta cesión común de soberanía a la cúpula de la UE para que adopte democráticamente las políticas previamente consensuadas. Según datos del Consejo de la Unión Europea, entre 2021 y 2024, el gasto total en defensa de los Estados miembros de la UE aumentó más de un 30 % y en 2024 alcanzó unos 326.000 millones de euros, alrededor del 1,9 % del PIB de la UE. Como es conocido, la presidenta de la Comisión ha iniciado una campaña para que los Estados miembros ensanchen su gasto en defensa y va a poner en marcha un nuevo e inédito fondo de 150.000 millones de euros en préstamos que se nutrirá de deuda común (estrenamos así la colectivización de la deuda, que no pudo ser implementada ni con la pandemia). Con ese dinero, Bruselas espera movilizar (eso sí, a través de los presupuestos nacionales) otros 650.000 millones de euros, lo que eleva a 800.000 millones de euros la cantidad a la que aspira el gran proyecto europeo de rearme. Los 150.000 millones en préstamos podrán usarse para proyectos paneuropeos y compras conjuntas de armamento, pero solo de equipos que sean un 65% europeos (contabilizado por el valor de los materiales de origen) y que no tengan limitación de uso.
En otras palabras, En Europa no hay falta de recursos, pero sí, evidentemente, un abanico de posiciones distintas sobre la delicada cuestión militar, que tropieza con sensibilidades muy variadas. En España, pero no solo en España (también en otros países, sobre todo del sur de Europa), rige un rampante antimilitarismo, que no es accidental sino que se halla arraigado en la historia reciente. Aquí vivimos cerca de cuarenta años de dictadura militar, padecimos una guerra civil, nuestro siglo XIX fue una sucesión incesante de cuarteladas, etc. En Alemania, acaban de caer los últimos frenos atribuibles a los recelos provenientes de la Segunda Guerra Mundial, y Berlín podrá endeudarse para invertir en tecnología y en la defensa, lo que no significa que haya surgido otra vez el temible belicismo centroeuropeo. En definitiva, no sería fácil que los 27 países comunitarios elevaran individualmente, de forma muy notoria, sus presupuestos de defensa. El problema de Sánchez, por ejemplo, para incrementar la raquítica partida presupuestaria española en ese sector es paradigmático.
De otro lado, además de la dificultad para conseguir los recursos, es evidente que la suma de las 27 defensas nacionales de la UE (a la que habría que sumar la británica) no forman una defensa europea si al mismo tiempo no se construye una organización bien jerarquizada, que incluya el arsenal nuclear francobritánico, y con un mando supremo en las instituciones europeas.
¿Cómo habría que proceder, entonces? La respuesta a esta pregunta no es difícil, aunque la fórmula sí resultaría complicada de implementar: es preciso que toda la UE acuerde la formación de un Sistema Europeo de Defensa, que quede a cargo de una parte de los ejércitos nacionales para cnstruir un úico cuerpo de ejército europeo, que sea capaz de coordinarse con las fuerzas autónomas de cada país, que actúe al dictado de un Estado Mayor que reciba órdenes políticas de la cúpula europea, y que se financie con cargo al presupuesto comunitario. Para que se entienda, igual que existe una PAC, habría que formar una PDC basada en fondos comunitarios. Según la misma fuente citada más arriba, el presupuesto comunitario para 2025 asciende a 199.440 millones de euros en créditos de compromiso totales, lo que es aproximadamente el 1% del PIB agregado de toda la UE, y es claro que para cumplir tal objetivo sería necesario incrementarlo significativamente.
A nadie se le oculta que esta propuesta implica un salto cualitativo en la filosofía de la UE. Al menos en materia militar, ya no seríamos una asociación de países sino una federación de países con todas las consecuencias de este concepto que caracteriza a democracias tan perfeccionadas como la alemana o la norteamericana, en que cada miembro disfrutaría de una soberanía compartida entre el propio país y la federación, es decir, Europa. Si no se hace así, lo de menos será la dificultad de allegar recursos materiales para la construcción de un Ejército europeo: lo mas grave será la incapacidad de edificar un sistema de defensa suficiente y creíble, inmune a las vicisitudes de cada país en particular y dispuesto a defender unos modelos de coexistencia y de vida que, según parece, tan solo abrazamos la gran mayoría de los ciudadanos de Europa. Ojalá América vuelva cuanto antes al redil, pero de momento, tendremos que salvarnos por nosotros mismos.