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Los delfines del Amazonas que murieron, hervidos, porque el agua estaba más caliente que un jacuzzi

Los delfines del Amazonas que murieron, hervidos, porque el agua estaba más caliente que un jacuzzi

Un estudio publicado en la revista Science, en la víspera de la COP30 de Brasil, establece que una ola de calor en 2023 hizo prácticamente inhabitables las aguas del río brasileño, que registraron temperaturas de hasta 41ºC.

Investigadoras analizan el cuerpo de un delfín rosado hallado muerto en el lago Tefé, en el estado brasileño de Amazonas, durante la ola de calor y sequía extremas de 2023
Investigadoras analizan el cuerpo de un delfín rosado hallado muerto en el lago Tefé, en el estado brasileño de Amazonas, durante la ola de calor y sequía extremas de 2023Gustavo Basso

El primero apareció flotando boca arriba, cerca de la orilla. Más tarde, poco a poco, en un meandro del río Tefé, fueron saliendo a la superficie decenas de cadáveres plateados. Los vecinos de esta comunidad brasileña pensaron que se trataba de una pesadilla, pero nada más lejos de la realidad: los delfines del Amazonas, los mismos que durante generaciones los habían acompañado en este rincón del planeta, estaban muriendo hervidos porque el agua había alcanzado los 41 grados, más caliente que la de un jacuzzi.

Dos años después, el mundo vuelve la vista hacia un río que se ha convertido en símbolo. En Belém do Pará, a orillas del Amazonas, se celebra desde el jueves la COP30, la cumbre mundial del clima. Entre los líderes que poco a poco han ido llegado a la ciudad brasileña está el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, decidido a defender una mayor ambición climática. No podría haber un escenario más elocuente que este, el mismo en el el que los ríos hierven  y con el informe del cambio climático sobre la mesa.

El estudio del Instituto de Desenvolvimento Sustentável Mamirauá, que se ha publicado en la revista Science y en el que han participado científicos de varios países, ha puesto cifras a la tragedia ecológica de Tefé. En 2023, una ola de calor sin precedentes y una sequía histórica transformaron los lagos del Amazonas central en auténticas calderas. En el de Tefé, la temperatura del agua subió hasta los 41 ºC. “Más caliente que un baño termal”, escriben los autores del estudio. 

Los investigadores, explican, han analizado los datos obtenidos de diez lagos, con los de satélites y otros modelos hidrodinámicos. Conclusión: cinco superaron los 37ºC. El nivel del agua se desplomó, el viento apenas soplaba, el sol caía a plomo sobre una superficie turbia y sin corriente. Un escenario perfecto para el desastre. “El factor más decisivo fue la calma del viento. Con menos evaporación, el enfriamiento nocturno fue insuficiente, y los lagos se calentaron como si fueran hornos solares", explica a EFE el investigador Ayan Fleischmann, autor principal del estudio. 

Los habitantes de la zona relataron cómo el olor a descomposición se extendió antes de que llegaran las lanchas de rescate. Las fotos de delfines rosados (especie amenazada) apilados en la orilla dieron la vuelta al mundo. Pero, como tantas veces, el mundo siguió adelante. El equipo de Fleischmann constató que el calentamiento no fue un episodio aislado: los lagos amazónicos han elevado su temperatura en los últimos treinta años, entre 0,3 y 0,8ºC por década, un ritmo más rápido que el promedio global. Un patrón que se repitió en 2024. “El lago Tefé perdió el 75% de su superficie; el Badajós, el 90%”, detalla el informe. “Las condiciones meteorológicas fueron casi idénticas a las de 2022"

Para la catedrática de Ecología de la Universidad de Barcelona Núria Bonada, este caso “es el reflejo más claro de cómo el cambio climático está alterando de forma drástica los patrones hidrológicos del planeta”. En declaraciones a la plataforma SMC, Bonada insiste en la necesidad de “aplicar medidas de conservación y gestión adaptativa urgentes, si queremos preservar la biodiversidad y los servicios ecológicos de ecosistemas tan frágiles”. 

El investigador del CSIC Jordi Catalán, por su parte, destaca la solidez del trabajo: “Por primera vez se documenta con precisión una ola de calor lacustre en los trópicos. Es una advertencia de lo que puede suceder en otros lugares del mundo”. También el presidente de la Asociación Meteorológica Española, Ernesto Rodríguez Camino, alerta de que “los episodios combinados de sequía y ola de calor, como el del Amazonas, son cada vez más frecuentes y prolongados. Sus efectos son desproporcionados”.

El planeta se recalienta

El estudio del Instituto Mamirauá coincide con el último boletín del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S), el programa europeo de observación terrestre. Sus datos no dejan lugar a dudas: 2025 será el segundo o el tercer año más cálido jamás registrado, solo por detrás de 2024. El promedio del trienio 2023–2025 superará, por primera vez, el umbral simbólico de +1,5 ºC respecto al nivel preindustrial. 

“Estamos ya en la década en la que probablemente se supere ese límite”, ha advertido Samantha Burgess, directora de clima de Copernicus. “Eso demuestra el ritmo acelerado del cambio climático y la necesidad urgente de actuar”. 

El pasado octubre fue el tercero más cálido a escala mundial desde que hay registros. En Europa, la temperatura media alcanzó 10,19ºC, con anomalías especialmente marcadas en el sur de España y Fennoscandia. Mientras, el hielo marino del Ártico se situó un 12% por debajo de su promedio y la Antártida registró la tercera extensión más baja para un mes de octubre. El planeta, literalmente, se derrite en los polos y se cuece en el ecuador.

En este contexto, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, han aterrizado en Belém, Braasil. La delegación española acude con los deberes hechos y un dato que quiere subrayar: 1.700 millones de euros anuales en financiación climática, superando el compromiso asumido en Glasgow en 2021

Sánchez intervendrá este viernes en la sesión plenaria para reclamar “mayor ambición” y defender el modelo español de transición ecológica “compatible con el crecimiento económico y la creación de empleo”, según fuentes del Ejecutivo. El presidente llega a la cumbre respaldado por el acuerdo europeo para reducir un 90% las emisiones de CO₂ para 2040 respecto a 1990, aunque reconoce que habría querido “ir un paso más allá”. 

Entre bambalinas, el ambiente es tan espeso como el aire húmedo de la Amazonia. Los países discuten financiación, adaptación y plazos, mientras el termómetro no entiende de diplomacia. Sánchez, apuntan desde su equipo, insistirá en que la adaptación climática debe ser el eje de la próxima década, especialmente para regiones como el Mediterráneo, cada vez más castigadas por incendios, olas de calor y DANA más violentas.

En la orilla del Tefé ya no quedan delfines, pero los pescadores siguen señalando el punto donde el agua se volvió negra. Los científicos regresan cada pocos meses con sondas y sensores. Los niños, que antes jugaban con ellos, ahora se bañan menos. Y el aire, pesado, sigue oliendo a verano eterno.

 Belém recibe a los mandatarios del planeta con ese espejo delante. El mismo que refleja una verdad incómoda: mientras los líderes discuten objetivos, los ríos hierven. Los delfines del Amazonas no sobrevivieron para contarlo. Pero su muerte ha convertido la selva en un aviso —y en una frontera moral— entre la ciencia y la política.