El neurocientífico español que vivió una experiencia cercana a la muerte cuestiona el gran dogma sobre el cerebro y propone una teoría alternativa: "Quizás no crea la mente, solo la filtra"
Un neurocientífico español revive el debate de William James: ¿el cerebro crea la mente o la filtra? Qué sostiene y por qué divide a la ciencia.

Cuánto nos repele la idea de la muerte, pero a la vez nos atrae la idea de qué hay después de ella. Al margen de creencias, anima las continuas declaraciones de pacientes, e incluso médicos, que han reportado esas experiencias como algo plausible. El debate sigue ahí, entre adeptos, detractores y escépticos. El Dr. Àlex Gómez Marín, investigador del CSIC, pertenece al tercer grupo.
En una extensa y profunda entrevista en el canal de YouTube Vidas Ajenas, el especialista aborda esta y otras cuestiones tan científicas como profundas.
El neurocientífico español lanza una idea que incomoda a muchos laboratorios: que el cerebro sea imprescindible para la mente, no demuestra, por sí solo, que la "fabrique". "No hay duda que el cerebro… juega un rol muy importante… pero… que la consciencia dependa… del cerebro, no prueba que sea el cerebro quien las está produciendo", sostiene. Y remata la tesis con su frase más contundente: "Quizás no crea la mente, solo la filtra".
El autor de esa defensa es Álex Gómez-Marín, doctor en Física Teórica y neurocientífico, que cuenta que su giro intelectual viene marcado por una experiencia cercana a la muerte. En entrevistas recientes ha explicado que, tras ese episodio, decidió dedicar más esfuerzo a estudiar la conciencia y fenómenos “de frontera”, precisamente los que la ciencia convencional suele despachar con una etiqueta rápida.
Este doctor en Física Teórica no solo tiene credibilidad y autoridad académica, sino experiencial, porque no le podrán decir que por mucho que sepa, no lo ha vivido. Pues sí, lo ha hecho: tuvo una experiencia cercana a la muerte, como ha explicado en anteriores entrevistas. Tras ese episodio que marca tanto, decidió dedicar más esfuerzo a estudiar la conciencia y fenómenos llamados "de frontera".
Dos hipótesis: cerebro "productor" o cerebro
"filtro"
Lo que plantea Gómerz-Marín no es algo nuevo, aunque se trate con un lenguaje más moderno. Antes explica el marco clásico, la hipótesis productiva, es decir, que el cerebro produce mente y conciencia, frente a la hipótesis permisiva, cuando el cerebro permite o filtra algo que no "nace" ahí.
Para explicarlo recurre a una metáfora deliberadamente sencilla: igual que un filtro descompone la luz blanca en colores, el filtro no crea el rojo: lo deja pasar. Una idea atractiva que intenta explicar algo aparentemente inexplicable o más allá de lo científico. No, para un científico nada hay más allá, todo debe de tener una explicación y es cuestión de hipotetizar, investigar y demostrar.
De William James a la neurociencia
Parece haber ya una abismo entre el siglo XIX y pleno siglo XXI, pero no siempre es así. A finales del siglo XIX, William James publicó Human Immortality (1898), donde argumentaba que incluso aceptando que mente y cerebro estén estrechamente conectados, eso no obliga lógicamente a concluir que el cerebro sea el generador último de la mente.
Dicho en román paladino: si "tocas" el cerebro y cambias la experiencia consciente, eso es compatible con "máquina productora"… pero también con "instrumento modulador". James defendía que esa segunda opción —por lo menos como posibilidad— merecía ser discutida sin dogmas.
Pero donde no hay debate es que el cerebro importa, y mucho. Lesiones, anestesia, epilepsia, fármacos o estimulación cerebral cambian percepción, memoria y conducta. Eso es un hecho y sostiene gran parte de la neurociencia moderna.
El punto polémico es otro: si esos datos obligan a una única interpretación "materialista dura". En los últimos años, han reaparecido revisiones críticas que discuten hasta qué punto la identidad "mente = actividad cerebral" está cerrada filosófica y empíricamente, y vuelven a citar —con matices— el enfoque "filtro/transductor" asociado a James.
Gómez-Marín lo formula con una mezcla de ciencia y aviso sociológico: protesta contra el reflejo de llamar "anécdota" a relatos de vida que, acumulados, podrían convertirse en un objeto de estudio: "100.000 anécdotas bien recogidas y bien estudiadas es la experiencia humana que queremos estudiar científicamente. Esos son datos". Aun siendo metódico, este tipo de estudios puede minar la reputación de un científico.
