Una pandemia invisible amenaza a la fauna marina global y emergen esqueletos blancos en costas españolas
No existen curas ni tratamientos.

No hace falta bucear para percibir que algo grave está ocurriendo bajo la superficie de los océanos. En apenas cuatro años, una mortandad fulminante está arrasando a los erizos de mar en distintos puntos del planeta, desde el Caribe hasta el Índico. El fenómeno, que los científicos ya describen como una auténtica pandemia marina, ha llegado también a aguas españolas. Así lo recoge el diario italiano Il Fatto Quotidiano, que pone el foco en el caso de las Islas Canarias como una de las señales más alarmantes de esta crisis global.
Los erizos del género Diadema cumplen una función clave en los ecosistemas costeros. Son los grandes reguladores de las algas, evitan que estas invadan los arrecifes y permiten que los corales sobrevivan. Cuando desaparecen, el equilibrio se rompe. Eso es exactamente lo que ha ocurrido en Canarias entre 2022 y 2023, según los datos publicados en Frontiers in Marine Science por el equipo del investigador Iván Cano. En cuestión de días, los animales dejaron de moverse, perdieron las espinas y acabaron convertidos en simples esqueletos blanquecinos sobre el fondo marino.
Las cifras son demoledoras. En comparación con 2021, las poblaciones de Diadema africanum cayeron un 74 % en La Palma y hasta un 99,7 % en Tenerife. Aún más preocupante es que la reproducción prácticamente se ha detenido. En algunas zonas no se han encontrado juveniles ni larvas, lo que indica que la recuperación natural es, por ahora, inexistente.
Aunque en Canarias todavía no se ha identificado con certeza el patógeno responsable, el patrón coincide con el observado en otras regiones del mundo. En el Caribe, el Mar Rojo y el Océano Índico occidental, los científicos han demostrado que la causa es un parásito escuticociliado del género Philaster, capaz de matar a más del 90 % de los individuos infectados. Los brotes son extremadamente rápidos. En menos de 48 horas, poblaciones enteras colapsan. En palabras de los investigadores, los erizos quedan reducidos a “esqueletos desprovistos de tejido y espinas”.
La hipótesis de una pandemia global se refuerza por la coincidencia temporal de los brotes y por su posible relación con el transporte marítimo. Algunos focos iniciales se detectaron en puertos muy transitados y después siguieron las principales rutas comerciales. Los científicos advierten de que factores ambientales como el aumento de la temperatura del agua o episodios meteorológicos extremos podrían actuar como desencadenantes.
Las consecuencias ecológicas son enormes. Sin estos “jardineros de arrecifes”, las algas se expanden sin control y los fondos marinos pueden transformarse de forma irreversible, como ocurrió en el Caribe en los años ochenta. No existen curas ni tratamientos. La investigación se centra ahora en identificar con precisión el patógeno en Canarias y en desarrollar sistemas de vigilancia genética en tiempo real. El gran temor es que la pandemia alcance el océano Pacífico, donde se concentran algunos de los arrecifes más importantes del planeta.
