Diez cosas de tu día a día que siguen oliendo a franquismo (aunque hayan pasado 50 años)
Medio siglo después de la muerte de Franco y en el año en que el Gobierno acelera su plan para borrar de una vez los restos del régimen, España sigue conviviendo con símbolos, rutinas y edificios que nacieron en plena dictadura. Muchos están tan integrados en la normalidad que ni siquiera los ves.

Este 2025 se cumplen 50 años de la muerte de Francisco Franco, medio siglo desde que el dictador dejó atrás un país aislado, pobre y disciplinado que nada tiene que ver con la España actual. O eso creemos. Porque, aunque el paisaje político, social y urbano sea hoy irreconocible, aún hay huellas del franquismo que sobreviven sin hacer ruido: en las calles, en los portales, en nuestros horarios imposibles o incluso en los nombres de algunos pueblos.
Y precisamente este año podemos apreciar una gran paradoja: mientras el Gobierno está desplegando este 2025 un calendario de actos, exhumaciones y retirada de símbolos para completar de una vez la limpieza pendiente de la dictadura, miles de rastros franquistas siguen físicamente ahí, plantados en mitad de nuestra vida cotidiana. Unos pasan desapercibidos; otros generan polémicas cada vez que alguien se atreve a tocarlos.
Para entender hasta qué punto el pasado sigue mezclado con el presente, aquí va una radiografía amena, directa y muy concreta de los restos más visibles del franquismo que continúan formando parte del día a día. No hace falta ser historiador: basta con mirar alrededor.
1. La cruz gigante del Valle de Cuelgamuros, omnipresente y fosilizada en el paisaje
Empecemos por el símbolo más evidente. La cruz de 150 metros del antiguo Valle de los Caídos -ahora Valle de Cuelgamuros- sigue dominando el horizonte de la sierra madrileña. No hay metáfora: es literalmente el monumento franquista más grande del mundo, visible desde decenas de kilómetros.
Aunque el mausoleo se ha resignificado recientemente, aunque Franco ya no esté allí y aunque el Gobierno haya iniciado un plan para reinterpretar el recinto, la cruz permanece intacta, imponente y convertida en un recordatorio involuntario del régimen.

2. Calles, plazas y avenidas que todavía homenajean a figuras franquistas
Contra lo que muchos creen, aún quedan calles dedicadas a Primo de Rivera, al General Mola, a Calvo Sotelo o a los “Caídos por España”. Pueblos pequeños, y no tan pequeños, conservan placas con el yugo y las flechas incrustadas en esquinas, fuentes o pilares que han sobrevivido a todas las remodelaciones municipales.
Cada vez que se intenta cambiar un nombre, estalla la polémica: protestas vecinales, recursos judiciales o debates interminables en los plenos locales. Esto explica por qué, 50 años después, seguimos usando topónimos heredados de un régimen autoritario… a veces sin darnos ni cuenta.

3. Municipios enteros con nombres franquistas que nadie ha cambiado
España es el único país europeo que conserva pueblos con nombres de ministros, ideólogos o generales de una dictadura. Ejemplos:
- San Leonardo de Yagüe, por el general Juan Yagüe, el “carnicero de Badajoz”.
- Quintanilla de Onésimo, por Onésimo Redondo, fundador de las JONS.
- Alcocero de Mola, por el general Emilio Mola.
- Villafranco del Guadalhorce, todavía con el homenaje incrustado en el nombre.
- Llanos del Caudillo, en referencia inequívoca al dictador Francisco Franco.
Son pueblos perfectamente normales donde la vida discurre sin épica, pero cuyo nombre sigue siendo un fósil del franquismo a plena vista.

4. Falange Española: sí, sigue siendo legal
Puede parecer mentira, pero Falange Española continúa inscrita en el registro de partidos. No tiene peso institucional, claro, pero su mera existencia -logo incluido- es algo impensable en Alemania o Italia con organizaciones equivalentes.
Es un vestigio incómodo del pasado, pero también un recordatorio de cómo la Transición dejó muchas estructuras tal cual.

5. Las placas del Instituto Nacional de la Vivienda: el franquismo en tu propio portal
Si vives en un edificio construido entre los años 50 y 70, hay muchas posibilidades de que en la entrada haya una placa metálica con el símbolo del yugo y las flechas. Eran obligatorias. Se colocaban en todas las viviendas promovidas o financiadas por el Estado.
Hoy pasan desapercibidas porque el ojo se acostumbra a todo, pero ahí sigue la firma del régimen, discreta pero presente, recordando quién levantó buena parte de los barrios obreros del país. Recientemente, el ministro Óscar López, compartió en su cuenta de X una imagen de dicha placa en referencia a lo que "querría el presidente de VOX, Santiago Abascal".
6. Monumentos a los “Caídos por Dios y por España”
Cruces, obeliscos, lápidas, estelas en cementerios… decenas de municipios aún conservan monumentos dedicados a los “Caídos” durante lo que el franquismo llamaba la “Cruzada”. Muchos están a pie de plaza, junto al ayuntamiento o en la entrada de la iglesia. Algunos se han reinterpretado con placas nuevas; otros se han dejado estar, simplemente porque retirarlos implicaría obras, permisos o conflictos políticos que nadie quiere encender.

7. Iglesias con placas de “los mártires de la Cruzada”
Dentro de no pocas iglesias españolas cuelgan todavía placas que enumeran a los “mártires” de la Guerra Civil desde el lenguaje oficial del franquismo. Como están dentro de edificios religiosos, en muchos casos nunca se han tocado. Y, paradójicamente, son algunas de las huellas franquistas mejor conservadas, porque han estado protegidas del vandalismo, del clima… y del debate.
8. Escudos preconstitucionales en fachadas, colegios y hasta estaciones
La España del desarrollismo se llenó de equipamientos públicos: escuelas, cuarteles, estaciones de autobús o carreteras. Muchos aún conservan el escudo con el águila de San Juan, símbolo franquista desde 1938.
Retirarlos implica presupuesto y licencias, y por eso todavía puedes ver el escudo en pueblos, polígonos o edificios oficiales del franquismo tardío. Todo muy siglo XXI… salvo por el relieve pétreo del águila encima de la puerta.
9. El huso horario impuesto por Franco: vivimos con la hora de Berlín
Una de las herencias más surrealistas. En 1940, para alinearse simbólicamente con Hitler, Franco movió la hora española para coincidir con Berlín. Nunca volvimos atrás, aunque recientemente, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reabrió el debate acerca de si el último cambio de hora que tuvo lugar hace apenas unas semanas, debería ser el último.
Resultado: España vive desajustada, come tarde, trabaja hasta las mil y duerme menos de lo recomendable. Es un vestigio cotidiano y perfectamente funcional del franquismo, aunque casi nadie lo relacione ya con la dictadura.

10. Barrios enteros diseñados por el régimen… que seguimos habitando
Los barrios obreros de los 60 y 70 —bloques repetidos, urbanismo funcional, escasez de zonas verdes— no son solo una seña arquitectónica: son un legado directo del desarrollismo franquista y de su modelo acelerado de vivienda.
Muchos siguen siendo zonas densas, faltas de servicios, donde el diseño original condiciona la vida vecinal 50 años después. La sombra del régimen no está en la estética, sino en la forma de entender la ciudad. Un ejemplo muy paradigmático del desarrollismo franquista lo encontramos en el barrio de Moratalaz.

Un país que cambia… pero no tanto
Este año el Gobierno está impulsando exhumaciones, retiradas de símbolos, reformas legales y proyectos de memoria democrática para cerrar definitivamente el capítulo franquista. Sin embargo, la realidad es tozuda: el franquismo dejó estructuras físicas, culturales y administrativas que llevan décadas incrustadas en el día a día.
Algunas desaparecerán poco a poco; otras tardarán mucho más. Y otras, sinceramente, ya forman parte del paisaje mental del país, aunque su origen sea oscuro. Lo importante es entender algo: que queden restos no significa que el franquismo siga vivo, sino que transformar un país entero es un proceso lento, lleno de inercias y capas superpuestas.
España es hoy una democracia europea y moderna, pero sigue habitando edificios, calles y costumbres construidas durante los 40 años de dictadura. Y, a veces, basta mirar una placa en tu portal o el nombre de un pueblo para recordar que la historia nunca se va del todo: simplemente pasa a ser parte del decorado.
