Fernando Hernández, historiador especializado en la Guerra Civil: "Franquismo es igual a crueldad más mediocridad, multiplicado por corrupción"
Entrevista al historiador Fernando Hernández, que junto a Pedro Vera, es el autor autor de 'Francofacts', el libro que desmonta los bulos del franquismo.

En un rápido vistazo por las redes sociales se puede ver cómo los mensajes del estilo "con Franco se vivía mejor" escritos por cuentas con avatares y nombres falsos se ha multiplicado en los últimos años.
Los últimos datos del barómetro del Centro de Investigación Sociológicas (CIS) son alarmantes: el 19% de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años cree que el franquismo fue "bueno" o "muy bueno.
Para luchar contra los tópicos de que en la dictadura había prosperidad, seguridad, casas y trabajo a punta pala el historiador Fernando Hernández y el dibujante Pedro Vera se han unido para publicar Francofacts (Ed. Pasado & Presente), el libro que mezcla la sapiencia de Hernández y la maestría de Vera con el lápiz para desmontar los bulos más sonados del franquismo.
Porque ni España fue neutral en la Segunda Guerra Mundial, ni eran tiempos de "extraordinaria placidez" como dijo Jaime Mayor Oreja, ni era un país autoritario y no totalitario, como defienden ahora los revisionistas.
El historiador Fernando Hernández atiende a El HuffPost para poner un poco de orden democrático en este sinfín de bulos sobre el que fue uno de los periodos más oscuros de la historia de España.
- El 19% por ciento de los jóvenes cree que el franquismo fue bueno o muy bueno, ¿qué opinas de esto como historiador?
Creo que vivimos en un momento de centrifugación de la historia. Desde al menos 2020, el año de la pandemia, se ha producido a mi juicio un cambio de era histórica. La experiencia de las anteriores generaciones se va diluyendo al tiempo que la ansiedad generada por la incertidumbre del presente y el desasosiego por un futuro que no suscita esperanza provoca una cierta fascinación por un pasado idealizado. A esto hay que sumarle el generalizado desconocimiento de la historia más reciente de nuestro país, aquella que ha forjado las claves de la sociedad en la que las nuevas generaciones van a insertarse como ciudadanía activa en un futuro inmediato.
- ¿En qué punto está la historia de España con respecto al franquismo cuando se cumplen 50 años de su final?
La historiografía se encuentra en un momento espléndido. Es ahora cuando estamos teniendo amplio acceso a las fuentes de archivo, a la evidencia primaria relevante de época —en expresión de Ángel Viñas—. Ello nos está permitiendo abordar el conocimiento de ese periodo desde una perspectiva que ya no depende de la subjetividad, de las memorias personales, de las interpretaciones a beneficio de parte de las guerras intestinas entre familias del régimen o entre fuerzas de oposición. A las figuras veteranas se está sumando una nueva generación de historiadores e historiadoras jóvenes que están abriendo nuevos campos, como la identificación de los victimarios, la utilización de la hambruna como mecanismo de disciplinamiento social o el concepto de guerra de larga duración, un conflicto mucho más dilatado que el que pregonó su cacareado final oficial.
- ¿Porque está calando entre los jóvenes este discurso?
Creo que hay varios factores. Algunos son estructurales y vienen de una larga duración: por ejemplo, respecto a la enseñanza de la historia del presente, es decir la de las últimas tres generaciones vivas, en las que se insertan el franquismo, la transición y el mundo actual, la escuela en general ha venido fracasando a lo largo de las sucesivas reformas educativas. A ello ha contribuido un currículum muy extenso, combinado con unos horarios lectivos progresivamente reducidos en una época que, por otra parte, se ha caracterizado por una minusvaloración social del conocimiento de las humanidades. Pero también hay factores políticos recientes. El ascenso global de la extrema derecha ha extendido entre los docentes el temor a la acusación de adoctrinamiento por parte de unas familias que, con recursos como el pin parental, pueden interferir en los contenidos impartidos en al aula. La posibilidad de buscar refugio en la densidad de los temarios y la explicable tendencia a rehuir problemas administrativos en un contexto de vulnerabilidad de la autoridad del profesorado son ingredientes que pueden explicar la generación de un agujero negro en el conocimiento de la historia reciente que afecta ya desde finales del siglo pasado hasta hoy a cerca de nueve millones de conciudadanos egresados de la escolarización obligatoria.

- ¿Por qué cala más entre hombres que entre mujeres?
El discurso de aceptación del autoritarismo está marcadamente masculinizado. Es un cambio sociológico reactivo al desarrollo de la segunda ola del feminismo. Hay un sector de hombres menores de treinta años que percibe los avances en las políticas de igualdad de género como una pérdida de estatus, como la alteración de una situación tradicional que les confería un privilegio natural. Ello les hace buscar refugio identitario en ideologías que, como las de orientación fascista, exaltan la virilidad, la fratría de combate, la superioridad biológica. Por el contrario, el rechazo de estos valores discriminatorios entre la mayoría de las mujeres jóvenes es, en buena medida, fruto de un exitoso trabajo del movimiento feminista, que ha sido capaz de educar, comunicar y convertir sus postulados en ítems de sentido común en la conversación social.
- ¿Cuál es el perfil del franquista en España y cómo ha evolucionado?
Evidentemente, hay una transformación en la figura del simpatizante del franquismo. Ya no nos encontramos mayoritariamente ante la caricatura de Martínez el facha o Torrente, es decir, hombres de edad madura e incluso avanzada que añoran viejos tiempos en los que vivieron mejor y en los que su universo de valores era el dominante. Ahora, además de con hombres mayores de 65, nos encontramos con uno de cada cinco menores de 25 años autoidentificados con ideologías ultraderechistas. Es curioso que sea una generación que nació 40 años después de la muerte del dictador, cuyo régimen tuvo esa misma duración. Pienso que, para muchos de ellos, el franquismo es un significante vacío en el que cuelgan sus frustraciones, su incomodidad con un mundo que les llena de inseguridades y que mistifican por reacción a un presente que ni entienden ni dominan.
- ¿Cómo definirías el franquismo?
En términos académicos, como un sistema totalitario emparentado en origen con los nazi-fascismos de los años 30, que tuvo la fortuna de sobrevivirles y la necesidad de metamorfosearse en un régimen reaccionario que, de comienzo a fin, no alteró ninguna de sus posiciones respecto a la negación de las libertades individuales y colectiva y, la vulneración de los derechos humanos. Utilizando una fórmula más sintética, diría que la definición puede reducirse a una ecuación: franquismo es igual a crueldad más mediocridad, multiplicado por corrupción.
- Parece que los jóvenes vinculan la dictadura con la seguridad, pero no con la falta de libertades.
Cierto, y aquí quizás la responsabilidad es del relato que hizo de la Transición el resultado de un pacto entre notables, de tal forma que los acuerdos por arriba entre un puñado de personalidades fueron los que hicieron posible dejar atrás la dictadura. Esa narrativa niega la lucha y los sacrificios de varias generaciones por la consecución de la democracia, que parece un regalo, algo venido de arriba que, en un momento determinado, podría ponerse entre paréntesis o suspenderse para probar con una dictadura, sin que aparentemente pasara nada.
- Decís del libro que es el que tu cuñado no quiere que leas…
Bueno, el cuñado se ha convertido en una caricatura del conocimiento experto sin necesidad de base sólida. No se puede negar que hay toda un caudal de estereotipos e informaciones falsas que discurren por las redes sociales, los grupos de WhatsApp, Instagram, Telegram o TikTok que intenta sentar cátedra en veinte segundos y por las risas sobre problemas complejos. Como emisor y transmisor, el cuñado digital es el tabloide amarillista de nuestra época.
- Antes estaba en el ostracismo y ahora está envalentonado.
Sí, porque el contexto general le ha dado alas. Con la ola de avance de la extrema derecha a nivel mundial, empezando por los Estados Unidos de Donald Trump y siguiendo por la Argentina de Milei, El Salvador de Bukele y la Europa de Orban y Meloni, el cuñado ya no se siente solo. Además, la consecución de la celebridad en las redes sociales hace que ya no se sienta ridículo, que pierda el sentido del pudor a medida que aumenta el número de likes. El cuñado exulta sintiéndose parte de la infantería de la incuria mental, de la legión antiprogre y antiwoke.
- ¿Qué se dice a los que afirman que con Franco vivíamos mejor?
Lo adecuado sería pedirles que aporten datos comprobables que confirmen su afirmación. No hay prácticamente ningún indicador objetivo —económico, social, cultural, de apertura al exterior, de modernización de la sociedad, de liberalización de las costumbres— que demuestre tal cosa. Solo en el plano económico hay que recordar que la caída de los indicadores de renta por habitante, de producción industrial y de consumo que existían en 1936 no se recuperaron hasta finales de la década de los 50; que la autarquía la padeció prácticamente toda una generación, desde 1939 hasta el plan de estabilización de 1959; que hasta poco antes perduraron las cartillas de racionamiento; que el mismo Plan de 1959 provocó una enorme devaluación interior y la migración masiva del campo a la ciudad y a la Europa en reconstrucción; que el desarrollismo, convertido en bandera emblemática del franquismo, se desplegó entre 1963 y 1973, hasta que el impacto de la crisis del petróleo comenzó a afectar a los indicadores de empleo y renta. La pregunta sería: si ese desarrollismo que valió para pasar “de la alpargata al 600” tuvo lugar durante una década, ¿para qué sirvieron entonces las otras tres?
- Otros han metido un mensaje con calzador.
Claro, cuando los canales formales de educación de la ciudadanía no cumplen adecuadamente con su función, son los canales informales los que vienen a colmar ese hueco. Hoy en día, en la época de la universalización del alcance de las redes sociales, estos vehículos se han convertido en un altavoz privilegiado para la divulgación de todo tipo de mercancía averiada.
- ¿Cuál es el bulo más extendido de franquismo y el que más te duele?
Hay uno que engloba a todos los demás y que formuló hace unos años un ministro del Interior de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, que dijo que el franquismo había sido "un tiempo de una extraordinaria placidez". Se refería con ello a que había mucha gente — él y su familia, obviamente—que había vivido muy bien y muy tranquila durante aquella época. Esto es falsear la realidad de un régimen que se caracterizó por la represión de cualquier forma de disidencia y lo hizo con extrema violencia de principio a fin: comenzó fusilando y acabó fusilando. Negarlo es ofender la memoria de las miles de víctimas que aún se hallan sin justicia ni reparación.
- ¿Qué diferencias ves entre cómo se estudian otras dictaduras en otros países?
Francia, por ejemplo, ha hecho un esfuerzo de enseñar su memoria democrática entrando a fondo en el estudio del régimen colaboracionista de Vichy. El Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación fomenta la investigación a nivel local y regional con la intención de vincular a la juventud con la experiencia de las generaciones pasadas. Sin embargo, hay que reconocer que la ola reaccionaria está alcanzando a más países de nuestro entorno y afectando a los temas incómodos de la historia reciente o a los que no cumplen con los estándares nacionalistas.
- ¿Qué nivel de culpa tienen las redes sociales?
Son canales que transmiten mensajes con un contenido simple de una forma inmediata, atractiva y constante. Es decir, cumplen con los principios básicos de la propaganda según Goebbels. Quizás el problema no es tanto ese como que los demócratas o los progresistas hayan ido tarde en acudir al choque en esa guerra cultural que van perdiendo.
- ¿Por qué hay tantos problemas con la memoria histórica en España? ¿A quién no le interesa que haya reparación y justicia?
Primero, porque el franquismo arrasó con la posibilidad de una memoria compartida, y esa es una parte de su herencia. Segundo, porque para dejarlo atrás se impuso una narrativa del olvido durante los años de la transición, un proceso amenazado en muchas ocasiones por tentativas involucionistas en las que alentaba el recuerdo del baño de sangre inicial. Por último, porque la derecha española, al contrario que su homóloga europea, no ha hecho un corte tajante con el pasado condenando de una forma contundente el franquismo, y ahora que precisa de la extrema derecha para mantener el poder a nivel local o regional, se ve abocada a adoptar una posición revisionista militante. No hace falta ser de izquierdas para estar de acuerdo con la debida reparación a las víctimas de una dictadura. Basta con ser demócrata.
- ¿Hacia dónde vamos? ¿Ves esperanza?
Dicen que un pesimista solo es un optimista bien informado. Las tendencias demoscópicas actuales son preocupantes: la aceptación de la dictadura entre los menores de 25 años, que alcanzó una cota mínima del 5% en 2010, se duplicó en una década (el 12% en 2020) y ahora estamos en el 23%. A ese ritmo, podemos encontrarnos con que dentro de dos años y medio un 54% de los jóvenes acepte que el franquismo fue efectivamente una época extraordinaria placidez… Prefiero pensar que, si se toman medidas tanto en el campo educativo y se pasa a la contraofensiva en la guerra cultural, estas tendencias podrían frenarse y hasta revertirse. Solo habrá garantías de que en el futuro seguiremos viviendo en un régimen de libertades si somos conscientes de que la democracia no es un regalo, sino una conquista que hay que defender a cara de perro.
