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El Prestige, el Yak-42, el accidente del Metro de Valencia o el 11M: otras tragedias en las que, como con la DANA, primó el cálculo político antes que la verdad

El Prestige, el Yak-42, el accidente del Metro de Valencia o el 11M: otras tragedias en las que, como con la DANA, primó el cálculo político antes que la verdad

Manuel Fraga se fue de cacería cuando el crudo llegaba a las costas gallegas. Federico Trillo lideró un entierro con 30 personas sin identificar. Francisco Camps y Rita Barbera despreciaron a las víctimas del accidente de Metro. El 11M... Ya se sabe.

De arriba abajo y hacia la derecha: José María Aznar, Manuel Fraga, Federico Trillo y Francisco Camps.Getty Images

No es lo mismo cometer errores que mentir para ocultar unos fallos que, además, funcionan como sumas para entregar un resultado catastrófico. Como escribió Antoine de Saint-Exupéry, uno es para siempre responsable de lo que ha domesticado. La ausencia de asunción de responsabilidades en política ha sido y es habitual cuando se produce una tragedia, sobre todo cuando hay pruebas que refutan la idea de que el desastre era inevitable. Pasa con la DANA, pero también con el Prestige, el Yak-42 o el accidente de Metro de Valencia. En todos estos casos, el cálculo político se puso siempre en la cúspide de la pirámide, siendo quizás el caso más extremo el de los atentados del 11 de marzo de 2004, cuando el Gobierno de José María Aznar, del Partido Popular, protagonizó el gran engaño con la vista puesta en las elecciones que se celebraron tres días después. En todos estos casos, como en la DANA, el PP mintió, ocultó información y, en los peores, despreció a las víctimas. Lo de Carlos Mazón, vaya, no es nuevo.

El Prestige.

El 16 de noviembre de 2002, tres días después de que el petrolero Prestige realizara una llamada de socorro frente a las costas gallegas y cuando el crudo que transportaba alcanzaba ya las playas del litoral noroeste de Galicia, el presidente de la Xunta entonces, Manuel Fraga, se fue de fin de semana a Madrid. Dormiría en el lujoso hotel Ritz de la capital y el domingo participaría en una jornada de caza en Aranjuez. La inexplicable decisión fue definida por el histórico líder nacionalista Xosé Manuel Beiras como casi un sketch de Gila. Como ven, lo del Ventorro no es novedoso.

Si el mismo día de la DANA el president de la Generalitat, Carlos Mazón, avanzó aquello de que el temporal se desplazaría a Cuenca, 23 años antes, el vicepresidente y portavoz del Gobierno en 2002, Mariano Rajoy, decía eso otro de que no veían acertado "hablar de marea negra". "No hay playas manchadas de chapapote, las playas no están contaminadas ni manchadas, están esplendorosas", completaba el ministro de Defensa, Federico Trillo, el mismo que después confesaría haber pensado "en bombardear el petrolero con aviones F-18 para producir el incendio del combustible o el hundimiento del barco". Pero no fue necesario.

El Prestige se partió en dos el 19 de noviembre de 2002 y se hundió. Aquello, si uno escuchaba las declaraciones de los responsables políticos del Partido Popular, tanto en el Gobierno como en la Xunta, parecía hasta bueno. "Tenemos muy apartado el petrolero, de tal forma que pasase lo que pasase, riesgo de marea negra no parece que tengamos", comentó Enrique López Veiga, consejero de Pesca del Gobierno autonómico. Le secundaría Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura y Pesca: "Afortunadamente, la rápida actuación de las autoridades españolas, que ha permitido remolcarlo hasta distancias muy alejadas de la costa y controlar los vertidos hace que no tengamos una catástrofe ecológica como ha ocurrido en épocas anteriores". Ejem.

Y ya el disparate final. El delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de Mesa, soltaría que lo más probable es que el fuel se solidificara por las bajas temperaturas del Atlántico. "Se convertirá en un ladrillo en el fondo del mar", espetó en una estrambótica afirmación que apoyaría no solo el presidente de la Xunta, ya de regreso de su batida de caza, sino también Rajoy, que dejó para la historia una frase memorable, por espantosa: "El fuel está aún enfriándose, salen unos pequeños hilitos, me dicen que son regueros solidificados con aspecto de plastilina en estiramiento vertical". Ni que decir tiene que nada de esto era verdad. Ahora ya se sabe, como muchos sabían entonces, cuando pidieron a la Xunta que no alejara el barco y lo encerrase en alguna ría, para limitar la catástrofe. Pero no lo hizo.

Como recordó hace un tiempo Antón Parada en El HuffPost, "bastan solo unas cifras para comprender la dimensión de una tragedia que acabó evidenciando una crisis de gestión del Gobierno de José María Aznar y desatando un movimiento social sin precedentes en Galicia", el Nunca Máis. Un total de 2.980 kilómetros de costa afectada y, de ellos, 1.137 playas. Solo en el primer año, los miles de voluntarios retiraron 90.566 toneladas de crudo y arena contaminada. De entre esos restos, también sacaron 20.000 aves muertas, aunque Greenpeace calcula que murieron 200.000. Y de esos voluntarios, 1.923 personas acabaron con problemas respiratorios.

A diferencia de Carlos Mazón, nadie dimitió. Es más, muchos de los responsables políticos fueron premiados con puestos mejores. No es necesario recordarles dónde acabó Rajoy. Pero aquello sí marcó una diferencia para Fraga, aunque no perdiera. Como recordaría tiempo después el periodista Xosé Hermida, el exministro de Franco "vivía en un remanso de paz con mayorías absolutas y medios que le hacían la ola, y de repente se vieron apestados entre la propia base del PP. Pasaron a ser insultados por la calle".

El Yak-42.

"Reza por mí, este avión es una mierda". Es el mensaje que un comandante del Ejército español escribió a su mujer antes de embarcar en el avión Yakolev 42 que debería llevarle desde Kabul, Afganistán, de vuelta a casa. No le faltaba razón. El avión era una mierda, y además los pilotos acumulaban más de 20 horas de vuelo. El 26 de mayo de 2003, se estrellaron en Turquía. Murieron 62 militares españoles.

El ministro de Defensa entonces, también Federico Trillo, tardó apenas un día en quitarse toda culpa, a él y al Gobierno y a cualquiera que estuviera a su lado. Trillo dijo enseguida que el Yakolev 42 era "absolutamente seguro" y que el accidente se debió al mal tiempo. Después, culparía también a los pilotos, por si acaso. "El accidente solo tiene una causa, que es el error humano", apuntó en octubre de 2003.

Pero las familias de las víctimas querían saber más. Por lo que fuera, estaban empeñadas en saber la verdad, en conocer qué había causado la muerte de sus seres queridos. No solo se toparon con los engaños y muros de silencio del Gobierno del Partido Popular, sino que tuvieron que soportar incluso que 30 personas fueran enterradas sin identificar en un sepelio que Trillo, consciente de ello, quiso acelerar.

Los familiares  tuvieron que esperar hasta 2017 para lograr justicia. Un dictamen del Consejo de Estado confirmó que el Ministerio de Defensa, y su ministro, fueron responsables. "Hay, pues, anteriores a la fecha del siniestro, hechos que habrían permitido a la Administración ponderar el especial riesgo concurrente en el transporte de tropas en que se produjo el accidente. Dicho con otras palabras, pudieron ser advertidas circunstancias que habrían llamado a la adopción por los órganos competentes de medidas que pudieran haber despejado el riesgo que se corría", concluyó el dictamen, al que tuvo acceso El País. El informe señaló, además, a Defensa por conocer el "agotamiento" y "estrés" de los pilotos. Se supo también que el avión no era seguro.

Trillo, a pesar de conocerse todos estos hechos, nunca asumió responsabilidades, no al menos hasta que el Consejo de Estado hizo público su dictamen. Tras dejar el Ministerio de Defensa, siguió como diputado y luego fue ascendido a embajador español en Reino Unido. Hace unos días, en una entrevista con Zenda Libros, Trillo dijo que "los muertos pesan mucho en el alma". "Seas o no directamente culpable, siempre te queda ahí ese recuerdo terrible. Tuvimos muchos muertos de ETA y también en los militares que murieron en el accidente del avión y en la acción terrible en Irak contra agentes del CNI".

El accidente del Metro de Valencia.

El 10 de noviembre de 2024, pocos días después de la tragedia de la DANA, la Asociación Víctimas Metro 3J escribió en redes sociales: "Falta de previsión, no reconocer los fallos para no asumir su responsabilidad en la muerte de tantas personas, ocultar, manipular, crear relatos falsos... ¡Qué malos recuerdos! La misma forma de gestionar las tragedias". La Asociación se creó tras el accidente del Metro en Valencia el 3 de julio de 2006, en el que murieron 43 personas y 47 resultaron heridas.

Entonces, como en la actualidad, la Generalitat estaba en manos del Partido Popular y, en concreto, de Francisco Camps. Rita Barberá, un nombre que ha vuelto a sonar estos días, estaba al frente del Ayuntamiento de Valencia. Y el Papa Benedicto XVI estaba a punto de viajar a la ciudad, por lo que los responsables políticos no querían que, vaya, un accidente con víctimas mortales tapase divino evento.

Como en las tragedias ya mencionadas, la estrategia del PP no varió. Trató de culpar rápido a alguien, en este caso al maquinista por exceso de velocidad, y aquí no ha pasado nada, no sea que alguien fijara la mirada en la empresa pública Ferrocarrils de la Generalitat, que gestionaba el Metro. Los familiares, como con la gestión de Carlos Mazón, denunciaron la opacidad y la gestión del Gobierno de Camps, que no quiso recibirlos. Quien sí se vio con ellos fue el entonces consejero de Agricultura Juan Cotino. Muchas víctimas dijeron que les había llegado a ofrecer trabajo a cambio de silencio. Rita Barberá se burló de los familiares desde el balcón del Ayuntamiento.

El Gobierno de Camps se quitó toda culpa de encima bien rápido en una Comisión de Investigación controlada por el PP en Las Cortes valencianas. No fue hasta 2020 que la Justicia concluyó que el accidente podía haberse evitado. Como con el Yak-42, se sabía del mal estado del transporte ferroviario y no se hizo nada.

Hoy, el expresidente de la Generalitat Francisco Camps se mueve para relevar al actual líder del PP valenciano, Carlos Mazón. Una tragedia por otra.

11 de marzo de 2004. La gran mentira.

Mintió para justificar la participación española en la invasión de Irak y mintió respecto a los culpables del mayor atentado terrorista de la historia de España. El Gobierno de José María Aznar, por temor a perder las elecciones generales y como engaño a ver si ganaba, dijo que el ataque que mató a 192 personas el 11 de marzo de 2004 había sido obra de ETA. No fue así. Lo sabía, lo sabe y, con todo, el expresidente del Gobierno insiste en lo mismo. "El Gobierno dijo la verdad en todo momento, en todos los minutos del día", defiende en la reciente serie documental de Movistar Plus+ 'La última llamada'.

Entonces, como ahora, hubo también muchos señalamientos a la principal agrupación de víctimas, la Asociación 11M. Nadie mejor que Pilar Manjón, su primera presidenta y una madre que perdió a su hijo en los atentados, para recordarlo. En su comparecencia en la Comisión de Investigación del Congreso, Manjón dejó un discurso que sirve para los responsables políticos de la DANA, y para los que vengan.

Dijo: "Ojalá alguna noche, aunque sea en sueños, ese blindaje al horror ceda y sean ustedes, y quienes a ustedes les mandan, conscientes por un solo instante del sufrimiento que pudieron provocar con sus decisiones o que no lograron evitar. Ese solo segundo de clarividencia, ese solo segundo de lucidez, y lo que ese segundo conllevaría, bastaría probablemente para abrirle los ojos. Familiares que les hablan sumidos en la indignación de lo inabarcable y empeñados en el esfuerzo diario de la superación. Todos éramos inocentes, todos somos inocentes y eso es algo que no debe olvidarse jamás".

MOSTRAR BIOGRAFíA

Me llamó Héctor Juanatey, aunque como dice Xoan Tallón, eso no importa, todo el mundo tiene un nombre. Me gusta escribir y contar cosas. En El HuffPost escribo de política, y como política lo es todo, decirles esto es como decir todo y decir nada.

 

Sobre qué temas escribo

En El HuffPost escribo, como ya les dije, de política, que es todo. Si quisieran entrar más en detalle, les cuento: por gustar, me gusta escribir de todo aquello que me preocupa dentro y fuera de la redacción. En los últimos años, por ejemplo, he estado investigando el ascenso de la extrema derecha, una suerte de virus invisible que crece cada día más. Un crecimiento, sin embargo, que también tiene responsables, y en ellos me gusta fijarme, ya sea Elon Musk, Mark Zuckerberg o influencers de ultraderecha con cada vez más adeptos. Pero también la política es causa de la desafección de la que beben los ultras. De ahí que no haya que olvidarse nunca de temas fundamentales como la vivienda; en definitiva, de las condiciones materiales de la ciudadanía. Por ese motivo, también, y desde la cobertura que hice para Público durante el 15M en la Puerta del Sol, en Madrid, he centrado gran parte de mi trabajo en las diferentes reivindicaciones de la movilización social. Sospechen siempre de aquellos periodistas que acostumbran a agobiar con la cantinela de la objetividad. Al final, solo buscan desprestigiar el sentido mismo de la profesión.

 

Mi trayectoria

Pese a todas las advertencias, desde que me decanté por estudiar periodismo (Licenciatura y Máster en Periodismo de Investigación), a excepción de un parón en el que trabajé en discurso y comunicación política, he tenido la suerte de dedicarme a escribir. Empecé en La Voz de Galicia y, tras dejar la terruña (Galicia) y mudarme a la capital en busca de oportunidades laborales, pasé por Público, La Sexta, fui redactor fundacional de eldiario.es, y he escrito para un buen número de medios como Praza.com, la revista Luzes, Playground Magazine, La Marea, Vanity Fair o CTXT. En una ocasión estuve en el campamento de refugiados de Dajla, en el Sahara, y de allí me traje unas breves anotaciones que fueron publicadas como libro, ‘Dajla. Apuntes desde o Sahara’, editado por Praza. En otra, entrevisté a Txema Guijarro, una de las personas que trabajó en el asilo de Julian Assange y Edward Snowden, y esos diálogos se transformaron también en libro, ‘El analista. Un espía accidental en los casos Assange y Snowden’, de Libros del KO. En otro lapso de tiempo, creé junto a los cómicos Facu Díaz y Miguel Maldonado un programa de humor, La Tuerka News, porque tengan claro que sin risas nos vamos a la m*****.

 


 

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