Avisan de los efectos del turismo masivo en preciosos parajes naturales de Canarias y señalan los riesgos para su conservación
El aumento de visitas está transformando espacios protegidos.

Las islas Canarias, tan queridas por su clima, su biodiversidad y sus paisajes volcánicos únicos en Europa, afrontan un problema cada vez más serio: la masificación turística empieza a dejar huella en algunos de sus espacios naturales más emblemáticos. Grupos ecologistas y vecinos denuncian que el aumento de visitas, unido a conductas incívicas, está transformando lugares protegidos que hasta ahora se consideraban intocables.
El Parque Nacional del Teide, en Tenerife, se ha convertido en un ejemplo de esa tensión entre conservación y uso público. Senderos erosionados, acumulación de residuos y atascos en las vías de acceso son problemas reiterados que obligan a las autoridades a buscar fórmulas de gestión más estrictas como la aprobación de nuevas medidas de control y la instalación de cámaras y sensores para regular los accesos y monitorizar aforos.
En La Palma, la Caldera de Taburiente sufre también el paso masivo de senderistas y la presencia de acampadas no autorizadas en zonas remotas, lo que causa el deterioro de la flora autóctona y aumenta el riesgo de incendios forestales. En este contexto, el sistema dunar de Maspalomas (Gran Canaria) arrastra décadas de pérdida de arena y alteración de su morfología por la cercanía de los hoteles y el tránsito constante de visitantes.
Por un turismo sostenible
El llamado “efecto Instagram” ha ido transformando pequeños enclaves costeros en destinos de masas. Como destaca Diario de Avisos, El Charco Azul (El Hierro) ha pasado de ser un rincón de acceso limitado a recibir picos de visitas después de viralizarse en redes, lo que ha generado problemas de aforo, inseguridad ante la falta de servicios y residuos acumulados en el entorno, con el consiguiente deterioro del lugar y daños en las zonas de baño natural.
Los bosques húmedos de laurisilva, como Los Tilos (La Palma), son ecosistemas especialmente frágiles que también sufren por la masificación turística. La concentración de visitantes en senderos estrechos provoca la compactación del suelo, facilita la entrada y dispersión de especies invasoras y degrada la calidad ambiental y acústica del hábitat. Todo ello perjudica a las especies endémicas y la propia experiencia natural del bosque.
Por su parte, las autoridades han respondido con operativos de control y sanciones. En junio, la Policía Canaria coordinó actuaciones con agentes de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife que derivaron en una veintena de propuestas de sanción por infracciones en espacios protegidos. Varios expertos insisten en que Canarias no puede renunciar al turismo pero sí debe reorientar su modelo hacia un turismo sostenible que proteja los valores naturales.
