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Camino de Santiago: etapas y tramos del camino de Fisterra y Muxía

Camino de Santiago: etapas y tramos del camino de Fisterra y Muxía

Con la cristianización del Camino de Santiago, esta ruta adquirió un nuevo significado: el viaje más allá de la tumba del apóstol, hacia la purificación final frente al mar.

End of Saint James Way sign and lighthouse of Finisterre in Galicia Spain photomountTONO BALAGUER

Más allá de la majestuosa catedral de Santiago de Compostela, donde miles de peregrinos culminan su travesía, se extiende un sendero menos conocido pero profundamente simbólico: el Camino de Fisterra y Muxía. Esta ruta, que serpentea hacia la costa atlántica gallega, representa una continuación del viaje interior que muchos peregrinos emprenden, buscando no solo el mar, sino también un cierre espiritual a su experiencia jacobea.

A diferencia de las rutas tradicionales que convergen en Santiago, el Camino de Fisterra y Muxía parte desde la ciudad compostelana y se bifurca en dos destinos finales: el cabo Fisterra, considerado en la antigüedad el fin del mundo conocido, y el santuario de la Virgen de la Barca en Muxía. Ambos lugares están cargados de simbolismo, leyendas y paisajes que invitan a la contemplación.

El Camino de Fisterra y Muxía no es una invención moderna, sino una ruta con raíces ancestrales. Ya en tiempos prerromanos, los pueblos celtas consideraban el cabo Fisterra un lugar sagrado donde el sol se sumergía en el océano. Con la cristianización del Camino de Santiago, esta ruta adquirió un nuevo significado: el viaje más allá de la tumba del apóstol, hacia la purificación final frente al mar.

El itinerario completo desde Santiago de Compostela hasta Muxía, pasando por Fisterra, abarca aproximadamente 118 kilómetros, divididos habitualmente en cinco etapas. Sin embargo, muchos peregrinos optan por realizar solo el tramo hasta Fisterra (unos 90 km) o directamente hacia Muxía (unos 87 km), según sus preferencias espirituales o logísticas.

La primera etapa, entre Santiago y Negreira, cubre unos 21 kilómetros y atraviesa zonas rurales y bosques gallegos, dejando atrás el bullicio de la ciudad. Negreira, con su puente medieval y el pazo de Cotón, ofrece un primer descanso en un entorno tranquilo. La segunda etapa, de Negreira a Olveiroa, es una de las más largas, con 33 kilómetros de recorrido entre montes, ríos y aldeas que parecen detenidas en el tiempo. Olveiroa es un núcleo rural con albergues tradicionales y arquitectura popular gallega.

En la tercera etapa, de Olveiroa a Cee, el camino se bifurca: hacia Fisterra o hacia Muxía. La mayoría sigue hacia Cee, en la costa. Esta etapa marca el primer contacto visual con el océano Atlántico, un momento emocionante para muchos caminantes. Desde Cee hasta Fisterra hay unos 15 kilómetros. El tramo final culmina en el faro, donde los peregrinos suelen quemar simbólicamente una prenda o dejar una piedra como gesto de renovación. El atardecer en este punto es considerado uno de los más bellos del mundo.

La etapa entre Fisterra y Muxía, de 28 kilómetros, conecta los dos destinos finales. Es menos transitada, pero profundamente introspectiva. El santuario de la Virgen de la Barca, en Muxía, es un lugar de leyendas marianas y de fuerte devoción popular. Aunque la ruta principal está bien señalizada, existen variantes que permiten al peregrino personalizar su experiencia. Por ejemplo, algunos optan por ir directamente de Olveiroa a Muxía, evitando Fisterra, lo que reduce el recorrido total. Otros prefieren hacer el camino en sentido inverso, comenzando en Muxía y terminando en Santiago, como una forma de "regreso interior".

El Camino de Fisterra y Muxía cuenta con una red sólida de albergues públicos y privados, así como servicios de restauración y transporte. La señalización, con las clásicas flechas amarillas y mojones de piedra, es clara y constante. Además, en los últimos años se ha mejorado la accesibilidad y se han restaurado tramos para preservar el entorno natural.

Espacio Eco
Un proyecto de Espacio Eco

A lo largo del camino, el peregrino atraviesa una Galicia profunda, de verdes intensos, nieblas matinales y aldeas de piedra. El contacto con la naturaleza es constante, y el mar se convierte en un horizonte emocional. Muchos describen este tramo como una experiencia de recogimiento, donde el silencio y la inmensidad del océano invitan a la reflexión.