Gana 9 millones de euros en las tragaperras, pero no ve ni un duro gracias al apagón
El caso lleva más de una década en los tribunales.

Lo tenía todo: luces, sirenas, y nueve millones impresos en papel. Solo le faltó cobrarlo. Aquel 16 de abril de 2012, en una sala de apuestas de Roma, una tragaperras se volvió loca. Brilló, parpadeó y vomitó un ticket premiado con la nada despreciable cifra de 9.597.304,64 euros. El jugador, que hasta ese momento había tenido la suerte de los lunes, pensó que su vida acababa de cambiar. Pero no. No cobró entonces. Ni después. Ni un céntimo. Porque, según la empresa Snai, todo fue un error del sistema provocado por un apagón generalizado. Y punto.
Pero la historia no terminó ahí. Trece años después, la Corte de Casación italiana ha dado un golpe sobre la mesa y ha reabierto el caso. El jugador aún no ha visto el dinero, pero esta vez, la justicia le ha dado la razón en algo esencial: el ticket es válido.
Snai, la empresa que gestionaba la red de terminales, se escudó desde el primer momento en una explicación que suena a excusa sacada de una peli de hackers: un apagón informático nacional hizo que 241 jackpots millonarios aparecieran en máquinas de todo el país. Todo falso. Eso dijeron. Que la tragaperras se volvió majara y empezó a repartir millones que no existían.
Las dos primeras sentencias, del tribunal de Lucca y de la corte de apelaciones de Florencia, compraron esa versión. Pero el Supremo no. Según ha publicado La Nazione, los jueces consideran que Snai no puede lavarse las manos cuando el sistema emite un billete ganador, aunque haya sido por error. “Si por una anomalía o malfuncionamiento del sistema informático, no imputable al jugador, se emite una combinación ganadora, el gestor está obligado a pagar el premio”, señalan.
Y ojo: critican además que la empresa ni siquiera llamara a declarar a la compañía británica Barcrest, encargada del software de esas máquinas. Un detalle que podría pasarles factura.
El Supremo reconoce que el billete con los más de 9 millones existe, que se emitió legalmente y que el jugador tiene derecho a cobrar. Pero mete freno. Porque en 2012, el jackpot máximo que podía entregar esa tragaperras era de 500.000 euros. Y eso, como dicen los jueces, el jugador lo sabía desde el primer momento. Así que ni nueve millones, ni cinco. Con suerte, medio kilo.
Ahora, el caso vuelve a Florencia, donde se celebrará un nuevo juicio de apelación que deberá decidir cuánto dinero le corresponde exactamente. Lo único que está claro es que aquel golpe de suerte que parecía cambiarle la vida, de momento, solo le ha dado para trece años de peleas judiciales y un billete premiado cogiendo polvo en un cajón.