Rafael Cubero, albañil de 40 años de Córdoba en Suiza, nómina de 8.200 francos: son más de 8.200 euros al mes
La diferencia es abismal.

A sus 40 años, Rafael Cubero, natural de Montilla (Córdoba), ha logrado lo que muchos trabajadores españoles sueñan: un sueldo que le permite vivir con holgura y ahorrar. Desde 2012 reside en Suiza, donde trabaja como albañil cualificado en obra civil y cobra alrededor de 8.200 francos al mes —unos 8.700 euros si completa todas las jornadas—.
Su historia, que comparte en redes sociales (@rafael_cubero) y en el pódcast MeVoyalMundo, sirve como ejemplo de lo que puede suponer emigrar: no necesariamente más trabajo, sino mejor pagado. Antes de dar el salto, Rafael trabajaba en la hostelería en Córdoba, con sueldos de 900 euros mensuales, jornadas interminables y sin contrato. “Vivía al día, sin perspectivas de futuro”, recuerda.
Todo cambió al llegar a Suiza. Empezó como peón de obra y, con el tiempo, ascendió a oficial cualificado. Esa evolución también se reflejó en la nómina: de 4.400 francos brutos al mes en sus inicios —unos 3.000 netos tras vivienda y seguros— a los más de 8.000 actuales. Hoy cobra 43,5 francos por hora, frente a los 32,5 que percibe un peón, una diferencia que demuestra la importancia de la especialización en el sector.
Su jornada laboral, sin embargo, no es más larga que la de un trabajador en España. En verano suele trabajar unas nueve horas diarias y, en invierno, alrededor de siete y media. En promedio, se mantiene en una media similar a la española. “No gano más por echar más horas, sino porque aquí el trabajo se valora de otra forma”, explica.
Rafael también insiste en que el nivel de vida en Suiza obliga a hacer números. Los precios de la vivienda, la sanidad o el ocio son mucho más elevados, lo que limita el ahorro si no se controla el gasto. Aun así, el margen económico es mucho mayor que el que tenía en España, y le permite vivir con tranquilidad y ayudar a su familia.
Desde la distancia, no deja de observar las carencias del mercado laboral español. Denuncia la falta de control sobre el cumplimiento de los convenios y la pasividad de algunos trabajadores que, por miedo a perder el empleo, no reclaman sus derechos. “No se trata solo del dinero —dice—, sino de que las reglas se respeten y de poder vivir sin miedo al mes siguiente”.
Su testimonio resume una realidad compartida por muchos emigrantes: la búsqueda de un salario digno y de condiciones laborales estables, algo que en Suiza parece más alcanzable que en su país de origen.
