Un cometa gigante se cuela a todo gas en el sistema solar: si cayera sobre Madrid, España sería un donut
El Instituto de Astrofísica de Canarias ha ayudado a identificar el tercer objeto que entra en nuestro sistema, el 3I/Atlas, que no supone ningún peligro para la Tierra.

Mide hasta 20 kilómetros de ancho, viene desde otro rincón de la galaxia y viaja a más de 240.000 kilómetros por hora. Se llama 3I/ATLAS (aunque al principio se conoció como A11pl3Z) y es el tercer objeto interestelar que se detecta cruzando nuestro sistema solar. Un auténtico coloso cósmico que, si cayese en la Tierra, podría borrar Madrid del mapa sin pestañear. Pero no cunda el pánico: los científicos han asegurado que no representa ninguna amenaza, aunque lo siguen de cerca.
El cometa fue detectado el 1 de julio por uno de los telescopios de la red ATLAS, en Río Hurtado (Chile) y, desde entonces, ha desatado una auténtica carrera de observación a nivel global. En España, el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) se ha volcado en el estudio del objeto con sus instalaciones del Observatorio del Teide. Gracias a sus datos se ha confirmado que el recién llegado no era un simple asteroide despistado, sino un auténtido visitante interestelar, como lo fueron Oumuamua en 2017 y Borisov en 2019.
El 3I/ATLAS se encuentra ahora a unos 670 millones de kilómetros del Sol, en dirección al interior del sistema. Se aproxima rápido, a casi 70 kilómetros por segundo, a finales de octubre alcanzará su punto más cercano a nuestra estrella, cruzando por el interior de la órbita de Marte, aunque seguirá muy lejos de la Tierra. En ningún momento se acercará a menos de 240 millones de kilómetros de nuestro planeta, es decir, más de una vez y media la distancia que nos separa del Sol.

Aunque no supone ningún peligro, los científicos no ocultan que su tamaño impresiona. Las primeras estimaciones apuntan a que 3I/ATLAS podría medir entre 10 y 30 kilómetros de diámetro, mucho más que el Borisov y superior al asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios. Si un objeto así llegase a impactar contra la Tierra, el escenario sería apocalíptico: su energía equivaldría a millones de bombas nucleares explotando a la vez.
Para hacerse una idea: la almendra central de Madrid (la zona que encierra la M-30) tiene unos 10 kilómetros de ancho. Este cometa la cubriría entera y aún sobraría. Si impactase ahí, borraría del mapa no solo la capital, sino toda su área metropolitana, y dejaría un cráter tan descomunal que el mapa de España se parecería a un donut. Su energía sería equivalente a millones de bombas nucleares explotando a la vez. No quedaría nada.
Según las primeras estimaciones, el cometa podría tener entre 10 y 30 kilómetros de diámetro, mucho más que Borisov, y comparable o incluso superior al objeto de Chicxulub. “No sabemos aún su forma ni cómo rota, pero sí que tiene una coma tenue que podría volverse más brillante al acercarse al Sol”, explicó el astrónomo Larry Denneau, del equipo ATLAS. Eso lo hace aún más interesante para los científicos, que planean seguir su evolución con telescopios de todo el mundo.
Desde Canarias, el IAC ha confirmado la presencia de esa nube de gas y polvo que delata su naturaleza cometaria, y participa en una campaña internacional para estudiar su composición, trayectoria y posibles orígenes. Las próximas semanas serán clave: el cometa permanecerá visible hasta septiembre, luego desaparecerá tras el Sol y, si todo va bien, volverá a asomarse en diciembre, cuando se espera reanudar las observaciones.
“No representa ningún peligro”, insisten desde la NASA y la ESA. Pero nadie esconde la emoción. Objetos como 3I/ATLAS no vienen todos los días: son restos de otros sistemas planetarios, expulsados de sus estrellas madre hace millones de años y lanzados al vacío hasta aterrizar, por casualidad, en nuestro patio trasero. Verlos pasar es como leer una postal de otra parte de la galaxia. Y esta, además, viene escrita en letras bien grandes.