Un estudio confirma que son 8.000 personas las que hablan el idioma considerado en peligro de extinción
Alerta de su frágil futuro si no se toman medidas contundentes.

El aragonés, una de las lenguas romances más amenazadas del mundo, sigue presente en su zona de uso tradicional, tal y como concluye una investigación publicada en el libro 'Charrando aragonés: La lengua aragonesa en su zona de uso predominante', presentado recientemente en la Feria del Libro de Huesca.
Este estudio, realizado por un equipo multidisciplinar de la Universidad de Zaragoza, revela que el aragonés "sigue vivo en toda la zona de uso", una afirmación firme que respalda con datos obtenidos de un millar de encuestas en 60 municipios de ocho comarcas altoaragonesas y del norte de Zaragoza. Los autores del trabajo son el filólogo Antonio Eito, los sociólogos Alejandro Pardos y Chaime Marcuello, y el estadístico José Ángel Iranzo.
Resultados ligeramente esperanzadores
Entre los datos más relevantes, el estudio señala que unas 35.000 personas tienen algún tipo de contacto con el aragonés. De ellas, entre 12.000 y 24.000 serían hablantes competentes, y unas 8.000 lo usarían de forma cotidiana. "Dándose principalmente en pequeñas localidades, en contextos familiares o vecinales y sobre todo en gente mayor", detalla Eito.
Uno de los hallazgos más sorprendentes es que el 79% de la población encuestada asegura entender el aragonés, aunque las cifras bajan al hablar de competencias más activas: solo el 34% afirma hablarlo, el 29% escribirlo y el 69% leerlo. "Esto muestra que la transmisión intergeneracional está fuertemente comprometida", alerta Alejandro Pardos.
Los investigadores subrayan que el limitado apoyo institucional, unido a factores sociales y demográficos como la despoblación rural, dificultan la supervivencia del aragonés. "Los cambios sociales y demográficos... pueden hacer más difícil la pervivencia de la lengua románica más amenazada del mundo", afirman en el estudio.
Sin embargo, también destacan señales positivas: la conciencia lingüística entre la población, incluso entre los no hablantes, y el alto respaldo a medidas de protección cultural. "La investigación recoge un amplísimo respaldo a la aplicación de medidas de protección cultural del aragonés", remarca Eito.
Mirando al futuro
El libro, editado en papel y en formato digital, ha sido posible gracias a la financiación de la Cátedra Johan Ferrández d’Heredia de Unizar, el Gobierno de Aragón y varias comarcas. Sus autores proponen repetir la encuesta periódicamente y extenderla al conjunto de la comunidad.
Identifican núcleos urbanos como Zaragoza o Ejea de los Caballeros como puntos de interés, tanto por la migración desde zonas aragonesohablantes como por la aparición de neohablantes gracias a movimientos culturales.
El mensaje de los autores es claro: el aragonés vive, pero necesita acción decidida para asegurar su continuidad. Sin medidas contundentes, el riesgo de que se convierta en un recuerdo más del patrimonio perdido es muy real.
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