Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
Un hombre muere muy joven y 4.000 años después se hace un descubrimiento inesperado sobre sus genes

Un hombre muere muy joven y 4.000 años después se hace un descubrimiento inesperado sobre sus genes

La investigación incide en un debate que la comunidad científica mantiene desde hace más de un siglo.

Altái, Siberia (Rusia)Getty Images

Hace unos 4.000 años, un joven de apenas veinte años fue sepultado a orillas del río Om, a unos quince kilómetros de la desembocadura con el Irtysh, donde más tarde se levantaría la ciudad de Omsk. En su tumba, los encargados de sepultarlo dejaron flechas con punta de piedra y losas de jaspe, y hasta golpearon con una lanza de bronce el borde de la fosa. El ritual necesitó varias manos: cavar, acomodar el cuerpo...

Lo que no podían imaginar es que, milenios después, aquel esqueleto se convertiría en una pieza clave para resolver uno de los grandes misterios de la lingüística: el origen de las lenguas urálicas, entre ellas el finés, el estonio y el húngaro.

Un estudio publicado en la revista Nature por investigadores de la Universidad de Harvard asegura haber encontrado en los restos del joven un genoma con un 97 % de ascendencia “siberiana”, similar al de restos hallados en Yakutia, a miles de kilómetros al noreste. El título del trabajo no deja dudas sobre la ambición de los autores: “El ADN antiguo resuelve el enigma del origen de la familia lingüística húngaro-finlandesa”.

El hallazgo cuestiona las versiones clásicas que situaban el nacimiento del proto-urálico en la curva del Volga o en la ladera de los Urales. “El estudio es relevante porque nos ayuda a entender mejor la herencia siberiana de los hablantes urálicos”, reconoce Outi Vesakoski, profesor de lingüística evolutiva en la Universidad de Turku. Sin embargo, advierte: “La genética por sí sola no basta para determinar dónde nació una lengua. Los genes se heredan, pero las lenguas pueden cambiar con el tiempo y con los contactos”.

La comunidad científica lleva más de un siglo debatiendo esta cuestión. El pionero Matthias Alexander Castrén ya defendía en el siglo XIX que los orígenes estaban en la cordillera de Altái, en la frontera entre Rusia y Mongolia. Su teoría fue tachada de romántica y desplazada por hipótesis que apuntaban al entorno del Volga y los Urales.

El joven del río Om no estaba solo. En el mismo cementerio de Rostovka se han encontrado decenas de tumbas vinculadas al fenómeno Seima-Turbino, un camino comercial de la Edad del Bronce comunicaba Escandinavia y China. Los lingüistas creen que el proto-urálico pudo funcionar como lengua franca en esa vasta red de intercambios, algo así como el “inglés” de Eurasia hace 4.000 años.

“Quienes hablaban urálico eran buscadores, comerciantes, barqueros y artesanos”, escribió el investigador Riho Grünthal en 2022. Esa mezcla de pueblos y contactos explicaría tanto la diversidad genética hallada en Rostovka como la rápida expansión de la lengua.

El análisis genético confirma que alrededor del 10 % de la herencia de los finlandeses modernos proviene de Yakutia. Pero sigue sin estar claro en qué momento aquellos pueblos comenzaron a hablar proto-urálico ni dónde exactamente se produjo la transición: ¿en los Urales, en la curva del Volga, o ya en Altái?

“Lo que este trabajo demuestra con claridad es que el componente genético considerado siberiano tiene su origen en Yakutia, no en el centro ni en el norte de Siberia como se pensaba”, apunta Vesakoski.

La respuesta definitiva sigue pendiente, pero aquel joven enterrado junto al río Om ha devuelto a la discusión un viejo escenario: quizá la cuna de las lenguas urálicas no esté en Europa oriental, sino mucho más lejos, en las estepas y taigas de Asia.

¡Mantente al día con El Huffpost! Sigue todas las noticias desde tu móvil en nuestra APP. Puedes descargarla tanto para Android como iOS.