Un matrimonio alemán de jubilados abandona Mallorca tras 38 años: "Esto ya no es sostenible"
El caso de una pareja de jubilados alemanes refleja el creciente malestar de muchos residentes europeos por la masificación turística, el encarecimiento de la vivienda y la sensación de pérdida de identidad en las islas.
Karl y Monika Finken, un matrimonio jubilado de Mönchengladbach, una ciudad alemana ubicada en el estado de Renania del Norte-Westfalia, han decidido decir adiós a Mallorca tras casi cuatro décadas de relación con la isla. Durante años la visitaron como turistas y no fue hasta 2015 cuando tomaron la decisión de establecerse de forma permanente en un piso de alquiler. Hoy, a sus más de setenta años, han hecho las maletas y han vuelto a su país. "Sentimos como si ya no fuéramos bienvenidos”, resume Karl, en la revista Focus.
La decisión no ha sido repentina, sino el resultado de un desgaste progresivo. Su contrato de alquiler acabó hace poco y, para renovarlo, los propietarios les exigían pagar el doble. “No podíamos asumir algo así”, explica Karl, según la revista alemana. Más allá del coste, lo que ha terminado por convencerles para volver a Alemania es el clima social: “Muchos propietarios solo piensan en sacar más y más. Primero han vendido media isla, y ahora nos exprimen con alquileres imposibles". Ambos coinciden en que Mallorca ha cambiado profundamente. Lo que antes asociaban a calma y calidad de vida, hoy lo perciben como ruido, suciedad y tensiones crecientes. “Muchas playas están hechas un asco”, lamentan.
Aunque reconocen el impacto del turismo, insisten en que el problema de fondo es otro.
"La culpa no es solo del turismo sino de que nadie ha hecho nada con la vivienda en años", apunta Karl. A su juicio, la administración ha mirado hacia el otro lado mientras subían los precios y se degradaban los espacios públicos mallorquines. Ambos coinciden que eso ha contribuido a que la convivencia en la isla se hay vuelto más incómoda. “Mallorca ya no es para nosotros. Nos toca empezar de cero”, concluyen.
La cara B del paraíso
La marcha del matrimonio alemán no es un caso aislado. Cada vez son más los residentes extranjeros que cuestionan la viabilidad de seguir viviendo en Baleares. Mallorca encara una nueva temporada alta con previsiones récord de llegadas de turistas, pero también con un malestar creciente entre la población local. En municipios como Santanyí, donde se ha asentado una nutrida comunidad alemana, han aparecido recientemente pintadas y pegatinas con el mensaje 'alemanes fuera' adheridas a vehículos con matrícula extranjera.
Las tensiones no solo se perciben en la calle. Dos de las principales inmobiliarias de la isla han emitido un comunicado conjunto en el que advierten del desequilibrio provocado por la escalada de precios. Según denuncian, la falta de vivienda asequible se ha convertido en una amenaza estructural que no solo afecta a los residentes locales, sino también a muchos europeos que eligieron la isla para jubilarse.
Ante este escenario, las instituciones baleares han endurecido la normativa turística con el objetivo de contener los efectos de la masificación. La tasa por pernoctación ha subido hasta los 5,85 euros por noche y persona, mientras que se han limitado la venta nocturna de alcohol y las actividades recreativas más conflictivas, como los party boats, ya prohibidos en las zonas más saturadas. Son medidas que buscan frenar el deterioro, pero llegan tarde para quienes, como Karl y Monika, ya han hecho las maletas.