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Una educadora no se corta en señalar el 'adultismo' como un problema constante en las guarderías

Una educadora no se corta en señalar el 'adultismo' como un problema constante en las guarderías

"Los adultos creen saberlo todo mejor. Las necesidades de los niños quedan eclipsadas", critica.

Niños dibujando y haciendo manualidades en el jardín de infancia o guardería. Los niños pequeños con juguetes educativos y suministros para la creatividad.Natalia Deriabina. GETTY IMAGES

Ser maestra de una guardería puede parecer el trabajo perfecto: jugar todo el rato, leer cuentos, almorzar o merendar, verlos dormir... Sin embargo, la realidad es muy diferente. Enfermedades constantes, padres ausentes y una alarmante escasez de personal hacen que el trabajo de educadoras infantiles esté marcado, más que por el la diversión, por el estrés. Por ello, no todo el mundo está cualificado para desempeñar este trabajo, sino que se necesita una serie de cualidades.

Una directora de guardería, que comparte su visión en redes sociales como TikTok bajo el nombre @lebenswach, ha revelado en declaraciones a BuzzFeed News Alemaniarecogidas por Frankfurter Rundschaum los factores que hacen buena a una maestra, así como los errores más comunes que observa en el sector.

Uno de los mayores problemas es lo que denomina "pedagogía basada en la intuición". "Muchos educadores actúan por instinto, no según métodos contemporáneos y fuimos criados con un enfoque basado en el déficit. Por eso, nuestra intuición a menudo es errónea, y en algunos casos incluso perjudicial", añade.

En el pasado, se esperaba que los niños fueran obedientes y socialmente aceptables. Actualmente, en cambio, el objetivo es diferente, enfocándose en fomentar personalidades autónomas: "Se permite a los niños cuestionar nuestra educación".

Otro problema frecuente, señala, es el 'adultismo', la tendencia a dar prioridad a las necesidades de los adultos solo por el hecho de ser mayores: "Los adultos creen saberlo todo mejor. Las necesidades de los niños quedan eclipsadas". Un ejemplo claro es el hecho de desestimar el llanto infantil como una simple queja. "Falta voluntad o fuerza para observar con atención. Para mí, ese es el mayor problema de muchos educadores", comenta.

La experta también critica prácticas como el "bocado de degustación", en el que se presiona al niño a probar un alimento aunque no quiera: "Es intrusivo y muchas veces se convierte en un chantaje emocional involuntario. Tiene buenas intenciones, pero sigue siendo problemático".

Los estereotipos de género y los métodos de castigo también siguen presentes en muchas aulas. Frases como "necesitamos tres niños fuertes" perpetúan modelos arcaicos. "Niños fuertes, niñas sensibles. Niñas en el rincón de las muñecas, niños en el rincón de los edificios. A eso lo llamamos intuición, pero se aprende", afirma. En cuanto a los castigos, como el tiempo fuera o las disculpas forzadas, los califica como parte de una "pedagogía oscura", obsoleta y contraproducente.

Existen además tensiones generacionales entre educadores. Los más jóvenes suelen centrarse en las necesidades individuales, mientras que los más veteranos priorizan la dinámica grupal. "Una perspectiva no es mejor que la otra; se necesita equilibrio", señala.

No obstante, para esta directora, el verdadero indicador de una buena maestra se ve en el niño: "Cuando disfrutan venir, hablan de lo vivido y se dejan consolar, incluso cuando la despedida es difícil". La clave, asegura, está en la comunicación cercana con los padres. "No tienen que ser conversaciones largas, pero la retroalimentación sincera es esencial", concluye.

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