El jefe le comunica que finaliza el teletrabajo con un mensaje abstracto y el empleado contraataca con la misma moneda
El trabajador presentó su renuncia tras la eliminación del 'home office', pero no fue una dimisión cualquiera.

Para muchos el teletrabajo es una bendición, así que cuando te lo quitan puede ser un palo. Pero este caso tiene además un componente extraño y abstracto, tanto como el mensaje del jefe al empleador, que le pagó con su misma moneda.
Pero la cosa no quedó ahí, en una anécdota, sino que se viralizó y convirtió en un debate nacional sobre el teletrabajo. El empleado presentó su renuncia tras la eliminación del home office, pero no fue una dimisión cualquiera: llegó envuelta en jerga corporativa, exactamente el mismo lenguaje ambiguo que había usado antes la empresa para anunciar el cambio.
El intercambio fue difundido por el canal de virales La Voz y no tardó en circular por X (antes Twitter), TikTok y WhatsApp, con miles de comentarios enfrentados.
Un mensaje lleno de tecnicismos… y poca claridad, ¿intencionada?
Todo comienza cuando Matías, el jefe, envió a su equipo un mensaje cargado de expresiones técnicas y anglicismos. Habla de "redefinición de procesos", "optimización de dinámicas" y "alineamiento de objetivos", pero no lo decía de forma explícita qué iba a ocurrir con el teletrabajo.
Ante la confusión, Marcelo, uno de los empleados, pidió una aclaración directa. La respuesta fue breve y contundente: "Que se termina el home office a partir de abril".
Hasta ese momento, la empresa funcionaba con un esquema 3 por 2: tres días presenciales y dos desde casa. Marcelo intentó confirmar si el cambio suponía pasar a un 4 por 1, manteniendo al menos un día remoto. La respuesta del jefe fue tajante: "No, de 3 por 2 pasamos a 100% presencial". Adiós al teletrabajo.
La respuesta que prendió la mecha de reacciones en las redes
El giro convirtió el episodio en viral. En lugar de discutir o negociar, Marcelo respondió con un texto largo, denso y deliberadamente críptico, plagado de corporate speak, es decir, hizo lo mismo que su jefe.
"La verdad que, en el marco del redireccionamiento estratégico y considerando la reconfiguración de ciertos flujos, detecto desajustes en la alineación de mi roadmap profesional con las dinámicas emergentes. Si bien valoro las instancias de sinergia construida, determinadas inflexiones recientes me invitan a repensar la direccionalidad de mi trabajo dentro de este ecosistema", respondió.
El mensaje dejó descolocado a Matías, que respondió con una pregunta directa: qué quería decir exactamente. La contestación de Marcelo fue tan simple como definitiva: renunciaba. Minutos después, envió la foto del telegrama de dimisión, cerrando la conversación.
Aplausos, críticas y líneas rojas
La escena conectó con una discusión que lleva meses —si no años— latente. En redes, las posturas se polarizaron rápidamente entre quienes apoyaron al empleado, con mensajes como "yo no negocio el home office", "las empresas que obligan a volver a la presencialidad atrasan mil años", o "si pueden hacerlo remoto y no quieren, el problema es de control, no de productividad".
Para otros, la reacción fue exagerada: "Jamás hice home office, no se quejen tanto", opinaba uno; "la pandemia ya pasó, hay que volver a la normalidad"; o "trabajo de 4:30 a 21:00 y no me quejo".
Más allá del tono, el caso puso sobre la mesa una idea clara: el teletrabajo se ha convertido en una línea roja para muchos empleados, especialmente en sectores donde la presencialidad no es estrictamente necesaria.
A día de hoy, muchas empresas están revirtiendo el teletrabajo mientras otras lo consolidan como ventaja competitiva. Casos como el de Marcelo y Matías muestran que el conflicto no es solo operativo, sino cultural.
